Apuntes de la segunda temporada de Happy Valley

por Fernanda

Happy Valley llegó a mí muy recomendada y con la promesa de tener una nueva heroína en mi vida. Y así fue.

Catherine Cawood se ganó mi cariño, buena onda y básicamente un lugar en mi altar a grandes personajes: la policía que se sobrepone a duras penas del suicidio de su hija y un montón de dramas familiares más que no puedo spoilear, es sin duda una campeona. Pero una bien humana que también se equivoca.

Si en la primera temporada nos mantuvimos en el borde del asiento viendo cómo se debatía en la crianza de un nieto producto de la violación de su hija, una familia que la abandona por lo mismo, la liberación del atacante de su hija Tommy Lee Royce y un terrible secuestro, los capítulos se hicieron nada y al menos yo me los vi de una sola vez.

En la segunda temporada, ya la vemos más reconciliada con su vida, pero aún sin saber muy bien cómo tratar a ese nieto sin quedar como la villana (aunque su padre delincuente y mino haya tratado de matarlo) cuando sólo quiere protegerlo.

Anne, la mujer secuestrada de la primera temporada es su nueva compañera en la policía y juntas deberán resolver unos horrorosos crímenes con mujeres como víctimas. Me gustó que el personaje de Anne no fuera sólo “un caso más” en la historia, sino que viéramos su evolución después de la traumática experiencia que vivió la temporada anterior.

Esta vez el antagonista mayor de Catherine, Tommy Lee Royce, está preso y su presencia aún cuando es algo menor nunca deja de influir negativamente en su vida familiar, ya que aprovecha su atractivo para seducir a mujeres algo trastornadas para que hagan de sus mensajeras en el exterior. Mensajes no muy amorosos por supuesto.

Aunque los crímenes son bien terribles pasan muy desapercibidos, la figura de Catherine es tan potente que se toma toda la pantalla y eso puede ser un arma de doble filo. Pero que por el momento funciona a favor de la serie.

Pueden ver la segunda temporada de Happy Valley en Netflix.