Por Fran Miranda
Anoche vi Are You There God? It’s Me, Margaret (2023), película dirigida por Kelly Fremon Craig y con Rachel McAdams y Kathy Bates en el elenco. La historia es sobre Margaret (Abby Ryder Fortson), una niña de 12 años, quien junto sus padres se van a vivir a Nueva Jersey para tener un cambio en su estilo de vida.
Una vez allá, como toda niña preadolescente, Margaret empieza a experimentar cambios de la pubertad que la hacen adaptarse a este nuevo mundo: tener amigas que quieren hablar de los chicos que le gustan, sobre sus primeros sostenes o de la primera vez que les llega su primera menstruación.
Aunque el cuestionamiento principal de la historia es sobre la decisión de elegir una religión y conectar con Dios, ya sea desde el ámbito judío o cristiano, la película se centra en el viaje de Margaret como niña a adolescente.
Mientras la veía pensaba en la niña que fui cuando experimenté estas mismas temáticas a la edad de Margaret. Y tengo la teoría de que todas fuimos alguna vez ella. Por ejemplo, la inseguridad de tener menos senos que las demás, porque tu cuerpo no se ha desarrollado por completo. Asimismo, la curiosidad que te da por saber más sobre tu ciclo menstrual sea algo bueno, malo o vergonzoso.
Es más, todas esas cosas ningún libro de Ciencias Naturales las explica en detalle. Sobre todo, no recuerdo a algún profesor o profesora de colegio me explicara sobre los sentimientos que vienen a esa edad y la incomodidad que se siente usar una toalla higiénica.
Siempre son desde los cuidados de higiene, como si fuera nuestra culpa el sangrado que sale de nuestra ropa interior por algún descuido incontrolado.
A los 10 años tenía tantas ganas de ser adulta. ¿De qué manera? No importa, solo quería ser adulta.
Esa ilusión era óptima para una preadolescente, que creía que iba encontrar el amor de su vida en la micro o en alguna plaza cerca, como en las películas o libros. Aunque suena romántico pensar en ese ideal de vida juvenil, nadie te prepara cuando te enfrentas a esas realidades de una mujer adulta.
Pienso que si pudiera volver en el tiempo y escribirme una carta personal a la niña de 10 años (edad cuando tuve mi primera regla), me diría: “Es incómodo, lo sé y es normal que te sientas avergonzada. Pero recuerda que a todas nos pasa y no te sientas mal si te llegó antes que tus amigas. Todos los cuerpos son distintos”.
Me habría gustado ver esta historia a los 10 años. No me sentiría tan sola cuando me pasó y entendería muchas cosas. Aunque tampoco creo que debería ser tan exigente. Al menos, aprendí con la experiencia y sé cómo enfrentarme al mundo real que tanto anhelaba en esa etapa.