por Danae Olate Reyes (@danaechocolate), ilustración @catalina.m.i
Universalmente. Categóricamente. La violencia machista puede manifestarse de diferentes formas y en diversas situaciones. Cuando leo o escucho historias de mujeres violentadas no puedo evitar tener un montón de sentimientos.
Primero, RABIA, porque no parece ser posible que tales actitudes sigan existiendo pese a la constante lucha que se viene dando desde mucho antes que nosotras.
Segundo, IMPOTENCIA, al sentirme inútil al no poder hacer nada por haber evitado que algo así ocurriera.
Tercero, un profundo MIEDO al ponerme en su lugar y recordar las veces en las que me han ocurrido cosas similares.
Creo que en muchas ocasiones tratamos de alejarnos del problema, de que son “otras las personas que son víctimas” u “otras son las personas que abusan o acosan”, cuando la verdad es que todo eso está mucho más cerca de lo que se cree. Y es porque duele.
Duele saber que personas cercanas han sido parte de este círculo. Y, por lo mismo, se calla. Pero ya hemos vivido mucho tiempo calladas.
Llevo harto tiempo considerándome feminista. Y creo que todo comenzó sabiendo que, dentro de todo, yo era una afortunada y privilegiada porque tenía mucho más que otras.
Terminé sintiendo que yo no debía quejarme por lo que me pasaba a mí, porque habían otras que estaban peor. Y, luego, que llevaba tantos años luchando en contra de esto que sentía que ya estaba protegida y que nadie se atrevería a hacerme daño.
Por mí y por cada una de las mujeres violentadas
Durante este año he estado viviendo un proceso personal muy difícil de darme cuenta de todas las veces que fui víctima de acoso y de abuso sexual.
Situaciones que me afectaban y que por miedo normalicé, callé y que no denuncié (historias que algún día, tal vez, tenga la fuerza para contar).
Relatos como los que han salido sin parar desde hace algunos meses nos hacen ver que la injusticia es transversal a todos los sectores de la sociedad. Esto ha sido el punto de partida para generar empatía.
Darnos cuenta que somos vulnerables y reconocer mi historia en las historias de mis compañeras. Y así, unirnos en una historia colectiva. Motivada por el deseo de acabar con lo que me hace daño mí y a las demás.
Sólo pido tener la fuerza para luchar por las que ya no están y por las que cuya voz ha sido callada. Para las demás: amigas, hablen, griten, denuncien, pidan ayuda, levántense; pero nunca se queden calladas. Les agradezco cabras por todo el esfuerzo y por la entrega. Y sepan que YO LES CREO.
*
*
También te puede interesar:
No Me Lo Digas Más: 13 frases cotidianas para entender la violencia de género; Ley Antonia y la violencia en el pololeo; Violencia contra la mujer: cuando la justicia es cómplice; Guarda el número de fono denuncia de acoso y abuso sexual del Metro de Santiago.
Entrevista a Manuela Burr Tapia, directora del cortometraje “Por mi y por todas”; Apuntes de la marcha #8M: No somos histéricas, somos históricas; No es exageración ¡de verdad nos están violentando!.
Culpable por denunciar una agresión sexual: ¿dónde está la justicia?; Arpilleras para recordar a las víctimas de femicidio ; A Nabila le siguen sacando los ojos.
No fue sexo: la exposición que reúne relatos e ilustraciones sobre sexo no consentido; La carta de la víctima de la manada; La motivación frente a las protestas feministas.
Según encuesta Cadem, un 34% se ha sentido víctima de algún tipo de acoso sexual y 48% ha sido tocada o rozada de manera intencional en partes íntimas; Porque tengo hijos, soy pro-aborto; “In a World…”: feminismo como forma de vida.