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¿Sabes qué es la frantumaglia? Algo muy femenino

Anticuaria de palabras, joyera de la escritura, la Ferrante es un ejemplo de inteligencia, creatividad y rigor literario. Un modelo a seguir. Una mujer que escribe como uno sueña con llegar a hacerlo algún día.

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POR XIMENA TORRES CAUTIVO
La frantumaglia me tiene la cabeza como papa.
El mundo dado vuelta.
El precario orden de mi azotea mental desbarajustado.
No es un libro fácil, a ratos la autora se te hace pesada. Demasiado convencida de sus decisiones. Muy severa, sin humor, pero, al rato o a los muchos ratos, te das cuenta de que gente así vale la pena, porque te obliga a pensar, a comprometerte, a optar.

Hablo de Elena Ferrante, escritora de la tetralogía “Dos amigas”, quien hoy goza de una merecida fama mundial tanto por su notable capacidad narrativa como por su empeño en ampararse en un seudónimo y no revelar ni bajo tortura su verdadera identidad. ¿Por qué? Para no contaminar sus historias con las anécdotas existenciales de su autora.

“Si de veras les gusta leer, el libro lo es todo y está antes que todo. ¿Qué soy fuera de mis libros? Una señora parecida a tantas otras. Así es que dejen en paz a los autores. Si merece la pena, amen lo que escriben. Ese es el sentido de mi pequeña polémica”, explicó ella misma por escrito al periodista finlandés Arní Marrhíason, uno de los tantos reporteros y entrevistadores de todo el mundo que han intentado descubrir quién es realmente Elena Ferrante, porque de su identidad se ha dicho de todo. Desde que es un hombre hasta que es producto de una estrategia de marketing editorial tras la cual se oculta un equipo de redactores. Todo estúpido, porque sus libros son de una honestidad, de una capacidad descriptiva de la naturaleza humana femenina, de su ciudad natal Nápones, de su apasionante y complejo país, Italia, tanto desde el punto de vista histórico, cultural, político, que no pueden responder a nada torcido, salvo su justificado empeño en no mostrarse ella misma. A Isabel Lucas, otra entrevistadora, le respondió así cuando le preguntó: ¿Quién es Elena Ferrante?

“¿Elena Ferrante? Trece letras, ni una más, ni una menos. Su definición está toda ahí”. Punto.

“La frantumaglia: un viaje por la escritura” es una recopilación de reflexiones sobre el oficio de escribir ficción, de principios literarios y de entrevistas que se dan vuelta sobre estos mismos temas, insistiendo siempre en comprender o torcer su convicción de no revelar quién es realmente. A ratos, suena pedante, aunque resulte contradictorio: elegir el anonimato es lo opuesto a la pedantería, pero es la tanta seguridad en su decisión, que, una, que es lo opuesto a las certezas, como que se pica y entre que la envidia y la detesta. Elena Ferrante tiene esa gracia: como mujer, te hace pensar en la condición femenina, desde un abierto feminismo. Desde el mundo de una mujer que creció en un barrio pobre de Nápoles, que de no haber sido escritora, habría sido modista. Desde el tiempo de una italiana que vivió el tránsito radical de una sociedad absolutamente machista y violenta a otra diferente, no digamos igualitaria ni pacífica porque nada de eso ha terminado de consolidarse. Desde la sensibilidad de una autora que tarda años en encontrar el lenguaje preciso, la palabra correcta, dentro de un idioma lleno de voces dialectales y sutilezas.

La frantumaglia es una de esas voces y le atribuye el uso a su madre. Ferrante alude a ella en una de las novelas de su saga “Dos amigas” y la ha definido varias veces como un de estado mental, ese que se produce cuando un puñado de cosas de origen diverso se agita con persistente desasosiego en nuestra cabeza: recuerdos, dichos, anécdotas familiares, mitos del barrio. Mi tía Irma, chilena, no napolitana, pero muy dada a las palabras antiguas, campesinas, en desuso, le llamaba a eso tener “una melcocha” en la cabeza. La cabeza como papa, la gran confusión. A partir de esa melcocha, de esa frantumaglia, surgen las historias que escribe Ferrante. De ellas se nutre su literatura, que debe estar escrita así mismo, con el lenguaje en que se vivían esos episodios que te revuelven la cabeza.

Adoré esta respuesta suya cuando le preguntaron: “Su niñez también quedó confinada en algunas calles de Nápoles?” y ella respondió, reflexionando sobre la desigualdad de los tiempos que corren: “Nací en una ciudad de mar, pero descubrí el mar tarde y no se convirtió en parte de mí hasta mi edad adulta. Es difícil de explicar, pero con frecuencia entre las zonas pobres y las ricas hay distancias inabarcables. Para mí y mis compañeras dejar las calles pobres que conocíamos desde nuestro nacimiento e ir a las desconocidas con hermosos edificios, el paseo marítimo y una bonita vista del golfo era una aventura plagada de riesgos. Un poco como ocurre hoy a gran escala: si los pobres se abalanzan hacia las fronteras del bienestar, la gente acomodada se asusta y se vuelve violenta”.

Anticuaria de palabras, joyera de la escritura, la Ferrante es un ejemplo de inteligencia, creatividad y rigor literario. Un modelo a seguir. Una mujer que escribe como uno sueña con llegar a hacerlo algún día.

2 Comments

  1. Chicas de Zancada, no sé si habían contado antes con Ximena Torres Cautivo, pero qué bueno que sea así! Dan muchas ganas de leer el libro! Saludos, y ojalá se haga algo especial para el día del libro, que de un tiempo a esta parte se están haciendo actividades todo el mes de abril (Mes del libro y la lectura)

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