Hay mujeres que dejan huella en la vida aunque sólo hayan pasado por un breve momento por nuestro camino, ¿recuerdas a alguna mujer que haya tenido un gesto que fue importante para tí? Acá compartimos algunas:
“Mis dos abuelas. Una era la persona más positiva que he conocido. Siempre buscó la parte buena de las cosas y trataba que todos estuvieran felices. La otra, una mujer inteligente, moderna, muy informada, crítica y amante de las plantas. Las dos me entregaron tanto cariño… que no hay día que no las recuerde.”
Malu, 43
“Carola Soto, mi profe de matemáticas durante dos años y medio. Su gesto más lindo conmigo, y el resto del curso, fue hacernos clases con perspectiva de género. Nos mostró los rostros de grandes mujeres matemáticas como referentes y eso lo considero un regalo.”
Violeta, 18
“Cuando estuve internada en la clínica por tres semanas después de mi atropello, conocí a la Norita, una enfermera que hacía turnos de noche. A ella le tocaba darme los últimos remedios del día y una pastilla para dormir, pero cuando me veía muy entretenida con algo en la tele, me decía “tómatela cuando termine la película, para que no te pierdas el final”.”
Paty, 50
“Pienso que lo más importante para mí es haber crecido con una madre y sus amigas feministas, siempre comprometidas con distintos aspectos de la lucha por mejorar las condiciones de vida de las mujeres. Pensaba hablar de mi admiración por escritoras como Toni Morrison y Edwidge Danticat, entre muchas otras, y después pensé en que también mi gusto y atención a las escritoras se remonta a esos ambientes de infancia.”
Lucía, 49
“La Sarai me enseñó lo que es el amor verdadero, ese amor de amigas de mushosaños. La conocí a los 14, la vi haciendo locuras de adolescente, y pensé: “Quiero ser su amiga”. Fue amistad a primera vista. Este amor ha sobrevivido a años de confidencias, llantos y paciencia. La escogí entre muchas amigas maravillosas sólo porque ha visto lo peor de mí, y aun así me apoya incondicionalmente desde hace 16 años. Amores habrán muchos, pero tus amigas estarán ahí en cada uno. Cuídalas, ámalas y agradécelas.”
Virgy, 30
Mí tía Carmelita me enseñó a amar el campo, con su preocupación de que fuera cada día más hermoso. Aun cuando afuera conocí otros campos, no hay como el campo de mi tía, que me marcó con sus costumbres y su paz, su cielo azul de verano, sus noches iluminadas de estrellas y tantos alimentos sanos del mismo espacio. Me hace recordar tiempos pasados llenos de amor en ese lugar de Parra.
Pachi, 76
“En el momento más difícil de mi vida tuve la suerte de contar -incondicionalmente- con mi familia y amistades. Y fue en ese mismo momento en que irrumpió una desconocida, que partió con un “te cacho de la universidad” y luego se transformó en mi compañera, consejera y confidente. Solo ella podía entender lo que sentía, y podía calmarme porque ella también lo había vivido hace unos años. Fue honesta, nada de palabras bonitas. “Afírmate”, me dijo una vez. También caminó conmigo al lado de una camilla para ir a un examen inesperado. Luego supe que ese día revivió muchas penas de cuando murió su hijo, pero igual no dudó en acompañarme. Y así, muchos momentos más, celebró nuestros logros como si fueran propios. Ella es la Ignacia, que pasó de desconocida a gran amiga, y de la que estaré siempre agradecida.”
Conchita, 38
“Mi querida Tatiana, mujer artista, recolectora, creativa hija de los colores. Sintonizamos como amigas y una relación de abuela y nieta adoptivas. Me enseñó a vivir el arte, la simpleza de la vida y la muerte. A reírnos de nosotras mismas y “a siempre esperar lo inesperado”, un dicho de ella que hace tanto sentido en esta vida.”
Fran, 37
“Mi nana Raquel estuvo conmigo por casi 20 años. Ella era del campo y no sabía leer ni escribir, pero era la persona más creativa y hábil con las manos que he conocido. Me enseñó a convertir las plantas más raras en árboles de navidad con unos adornos hechos con puros materiales reciclados. Eran los ’80, por lo que ella era una vanguardista del reciclaje. ¡Todo podía tener un nuevo uso!”
Macarena, 47
“En tercero medio me cambié de colegio. Pasé de tener amigas a estar en un entorno extraño. Además, estaba pasando por muchos problemas emocionales y agudizando una depresión nunca tratada. Me sentía sola y vulnerable.
Al pasar las semanas conocí a la profe Dani, una psicopedagoga del liceo que trabajaba en el Programa de Integración Escolar. Nunca pertenecí al PIE, y al principio conversaba con ella sólo para pedirle ayuda con ejercicios de matemática, pero con el tiempo cada vez pasaba más en su oficina, ese espacio pequeño donde cabían tantas personas hermosas.
La profe Dani me salvó en un año horrible en el que pasaba llorando por los rincones. Sin saberlo, ella era lo que me motivaba a seguir estudiando y, en parte, viviendo. Ese humor tan especial que tenía, esas ganas de hacer un cambio, esa motivación que la hacía ponerse disfraces por sus alumnos y alumnas.
No recuerdo qué tanto hacía yo metida ahí, pero sí tengo muy presente esa sensación de seguridad. Me dieron la protección que necesitaba. Era mi espacio seguro.”
Belén, 21
“Hoy en la playa, una mujer que tomaba sol sola en la arena me cuidó la ropa mientras yo fui a sumergirme al mar.”
Píapinta, 35
“Mientras cursaba cuarto medio teníamos reuniones con mi profesora jefe para ver qué era lo que queríamos hacer cuando saliéramos del colegio. Le conté que, aunque me interesaba estudiar literatura, mi opción real era psicología. Ella me dijo: “¿Sabes? yo no te veo en eso en realidad, te veo estudiando periodismo”.
Recuerdo que esa idea ni siquiera había pasado por mi cabeza. Así que yo solo le dije que no me parecía una buena opción para mí.
Ella me contestó que tal vez yo no me veía como ella lo hacía, que realmente tenía potencial para hacerlo e incluso me mostró una malla curricular y se ofreció a presentarme a personas que estudiaron eso. Pero lo que más recuerdo ahora es: “Si lo que te preocupa es el campo laboral, créeme que uno es el que hace su propio campo y busca sus propias opciones”.
Finalmente, ella no se equivocó.”
Soraya, 20
“Si hay mujeres que dejan huella, ¡¡¡imagínate cinco!!! Ellas son las que me sostuvieron durante la conquista de mi libertad, luego de mi separación. Habitar la libertad es siempre un desafío luego de sólo hacer lo que sabía hacer: estar casada. Estas cinco mujeres que me regaló la vida, todas ellas diferentes por cierto, me acogieron desde su forma de entender el mundo, respetuosamente y sin juzgarme. Se atrevieron a vivir conmigo esta nueva vida, tal como viven la suya: de frente. Siempre estuvieron para mi, siempre me sostuvieron, siempre me levantaron, siempre me acompañaron. El otro día pensaba: “¿Habrá mujeres sin amigas? ¿Podrán todas contar con mi colchón de nubes?” Y mandé ese deseo al universo, quiero esa experiencia para todas…”
Titi, 45
“Justo hablaba con alguien sobre mi historia de afectos en la infancia (carente casi en un 100%) salvo con mis profesoras. A través de sus ojos comené a validarme y creerme el cuento.
Las recuerdo siempre con cariño y gratitud.”
Mari, 39
“Hace un par de años, me desmayé cruzando una avenida. No perdí la consciencia, entonces, me di cuenta cuando se empezó a reunir gente a mi alrededor. De pronto se estacionó un vehículo y alguien dijo: “Soy enfermera”. Esa mujer me ayudó a recuperarme y me llevó hasta la puerta de mi edificio. Siempre le estaré muy agradecida por ese bello gesto.”
Lorena, 44