por Ximena Torres Cautivo
Como dicen los periodistas políticos: “Tengo que hacer un disclosure”, antes de comentar “Porfiados”, el libro de crónicas que acaba de publicar Patricio de la Paz. “El Pato” es mi alma gemela es cuestiones niponas. Cuando hace un par de años le dije que estaba planeando un viaje a Japón, llegó con su ejemplar de la Lonely Planet con el famoso bosque de bambú de Arashiyama en la portada, dispuesto a trasmitir todos sus datos, impresiones, vivencias, para que le sacáramos el jugo al periplo. Y lo que a él le gustó, me fascinó a mí. Lo que él comentó, me sirvió de inspiración para otros descubrimientos. Su cherry blossom o, mejor dicho, su sakura, fue mi oportunidad de devolverle la mano e insistirle en que uno no es nada y que hay que saber volver. Convenimos: Japón es para todas las visitas que se pueda hacer. Al menos, hay que hacer una por cada estación del año en la vida. Eso, sin duda.
Periodista de formación, cronista por vocación, editor por su capacidad y por el reconocimiento de sus jefes, De la Paz es básicamente el Pato de la Inquietud. Inquietud por conocer, por saber, por viajar.
La suya es la inquietud del viajero -tan alejada y opuesta de la compulsión del turista-, que sabe que detrás del paisaje, del cambio de geografía física, está la fascinante geografía humana, moldeada por la naturaleza, pero única e inmanente. Porfiada, como los protagonistas de su proyecto, que ahora vemos publicado y que lanzará este 22 de junio, aunque el libro ya está en la librerías.
El nombre original era “Porfiados del fin del mundo”, porque ese es el hilo conductor de estas historias de vida, cuyos protagonistas han decidido instalarse al borde, al filo de la civilización, al extremo más extremo, ahí donde no habita nadie. Para probarse, para probar, para vivir casi exclusivamente consigo mismos.
Decidido, el Pato investigó, conversó (es lo que más le gusta), llamó, pidió colaboración y logró allegarse hasta la base Prat en la Antártida, al faro de la isla Hornos en el Cabo de Hornos, a Visviri en el “apunante” Altiplano y a otras 6 “locaciones” de ensueño que por la inclemencia del tiempo, lo remotas, lo vírgenes a veces pueden ser de pesadilla. No lo hizo por batir récords ni por ese deseo de buscar lo extremo que podría apasionar a un productor de realities, sino por genuino interés por las historias de sus porfiados habitantes. Por entender sus razones y contradicciones. Por reproducir y compartir sus rutinas. Por narrar y sorprenderse con sus inesperadas y muchas veces peligrosas contingencias.
El resultado son 6 crónicas periodísticas estupendamente escritas, con un desfile de personajes fascinantes, como los marinos de las Shetland del Sur, o la familia Mancilla y su matriarca, Justa, de palabra precisamente justa, que habita a la orilla del lago O’Higgins, en un pueblo que se llama como su padre, Candelario Mancilla. Todas resultan conmovedoras y sutiles, pero informativas y sólidas. Hay dato duro y pinceladas delicadas. Hay reporteo de hechos y de sentimientos. Hay norte y sur, mar y cordillera, hielo y desierto. Pero sobre todo hay historias muy bien contadas, con respeto, interés y humanidad.
No sé por qué, pero en lo personal me gustaron más o me llegaron más profundamente las de los porfiados que eligieron el sur, aunque confieso que los testimonios de algunos porfiados del norte me sacaron lágrimas. ¿Tendrá explicación esa preferencia cardinal? Quizás, pero sea la que sea, todos los porfiados merecen la pena de ser conocidos y reconocidos. Gracias, Pato, por llevarnos contigo y presentárnoslos. Gracias por tu inquietud y por este, tu primer libro.
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Con tan magistral reseña, me lo compro altiro.
Me encantó porque soy de novela histórica y de historias de gente real. Combina perfecto con lo que estoy leyendo en la actualidad.
Gracias