Durante este año y medio (sí: leímos bien) de encierro en nuestras casas producto de la Pandemia, hemos reducido al mínimo minimorum nuestros encuentros sociales. Y para qué decir la gente que vive solita: termina hablando con las paredes de tanto eco en sus casas.
Por eso la TV se ha vuelto un artículo de primera necesidad (por fin, Amaro Gómez-Pablos) y los servicios de streaming, nuestros mejores amigos. Es como tener la despensa llena en días aciagos.
Por lo mismo, nuestros gustos también se han flexibilizado: aquellas series que dijimos que jamás veríamos, o películas que eran “demasiado retro”, han pasado a ser comentario de nuestras reuniones por Zoom. Porque nos sentimos acompañadas en un momento de mucha soledad.
¡Y está bien querer viajar a través de una serie de restaurantes exóticos! O creer que podemos remodelar la casa (o incluso comprarnos una en Beverly Hills). Juntarnos a unos cóctels con Emily en París o salvar vidas en New Amsterdam.