protector solar en invierno

Lo siento, también necesitas usar protector solar en invierno

En verano todo el mundo se acuerda del factor, pero es en días como estos cuando más vale la pena recordar que, aunque no nos guste, también necesitamos usar protector solar en invierno. 

protector solar en invierno

Por Quena Pérez de Arce

Te entiendo si piensas que este título es una exageración, porque con estos días grises, ¿quién necesita protegerse del sol? Pero en realidad es todo lo contrario: en verano todo el mundo se acuerda del factor, pero es en días como estos cuando más vale la pena recordar que, aunque no nos guste, también necesitamos usar protector solar en invierno. 

En esta época del año el sol es obviamente más débil, y sí, puede que no logre quitarte el frío o que jamás te vaya a llegar a insolar, pero mientras el sol ilumine, tu piel está recibiendo sus rayos y silenciosamente sufriendo sus efectos, que más encima son acumulativos y permanentes. 

Cuando la radiación solar se encuentra con la piel desprotegida, provoca quemaduras y daños a nivel celular que traen con ellos el envejecimiento prematuro y riesgo de cáncer. Algunos de estos daños suceden en las capas más profundas de la piel, por lo que algunos de sus efectos se pueden demorar años antes de dejarse ver. Por eso es que nunca hay que confiarse y siempre-siempre-siempre hay que usar un buen filtro solar. 

Dicho esto, pasemos a la parte técnica: ¿Qué hay que saber antes de elegir un protector?

Si te carga usar cremas para el sol, probablemente es porque no has encontrado la que es correcta para ti, pero te puedo jurar que sí existe. El mercado está lleno de fórmulas de todo tipo, pensadas para todas las necesidades y todos los tipos de piel. Si te das el tiempo de buscar, vas a poder elegir entre miles de opciones la que más te guste, pero hay un par de requisitos que se deben cumplir sí o sí en el último paso de tu rutina de día

Lo primero es fijarse siempre que la etiqueta diga “amplio espectro”. Eso significa que el producto te va a proteger no solo de los rayos UVB, que son los que queman la epidermis, sino que también de los UVA, que son capaces de atravesar nubes y ventanas y que llegan más profundo en la piel (hasta la dermis), donde rompen las fibras de colágeno y elastina, quitándole firmeza y haciéndola parecer más vieja. Una forma fácil de aprenderse este dato es recordar que en inglés el verbo “age” (envejecer) empieza con A, y que “burn” (quemar), con B. 🤯 

Lo segundo es el FPS (factor de protección solar). Este es el número que indica cuánto tiempo puedes exponerte al sol antes de que tu piel empiece a quemarse. Por ejemplo, si tu piel siempre se quema a los 10 minutos, este tiempo va a aumentar la cantidad de veces que indique el número del factor. O sea, si usas FPS 30, tu tiempo de protección en teoría sería de 300 minutos (30×10). Digo “en teoría” porque igual la efectividad del producto no pasa más allá de 2 o 3 horas y siempre después de ese tiempo, de todas maneras hay que volverlo a aplicar. 

Otro detalle importante es la cantidad. Lo típico es echarse un poquito en las puntas de los dedos y creer que con eso es suficiente, MAS NO. La efectividad de estos productos está probada en laboratorios usando una dosis muy grande por centímetro cuadrado de piel, y según esos testeos la cantidad que necesitas para cuidar efectivamente tu cara y cuello son dos dedos enteros, literalmente así →✌🏼. Por eso no se vale reemplazar el protector con cremas hidratantes o maquillaje que tengan factor.  

Con estos datos en mente, solo te faltaría elegir la textura que más te acomode, pero ten en cuenta que ningún producto te va a proteger 100% y que siempre es importante cuidarse también con gorros, anteojos y lo más importante, no exponerse al sol directo durante las horas en que pega más fuerte. 

Así que, mientras esperas con guatero y tres pares de calcetines a que vuelvan los días de calor, puedes aprovechar de practicar y acostumbrarte a incorporar este paso fundamental a tu día a día. Llueva o truene.

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