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Herederas de Llalliñ: La trama de las Spider Woman de La Araucanía

“Herederas de Llalliñ” es el nombre de la publicación que recoge 17 entrevistas a eximias artesanas textiles de la región de la Araucanía, antes pensado como "La Trama de las Mujeres Araña”.
tramaPor Ximena Torres Cautivo

“La Trama de las Mujeres Araña” fue el primer título que tuvo el flamante libro “Herederas de Llalliñ”, publicación que recoge 17 entrevistas que hice este 2019 en Padre las Casas y Cholchol, región de la Araucanía, a eximias artesanas textiles.

Me enamoró saber que muchas de estas tejedoras, todas herederas de un arte que les transmitieron sus madres, abuelas, bisabuelas, tenían un rito iniciático común. Norma Calvulaf, una de las 17, nos contó que su abuela Francisca le hacía agarrar las telarañas que con la luz del amanecer y cargadas de rocío parecían de plata entre los árboles del bosque.

“Ella nos decía que las tomáramos y nos sobáramos las manos con ellas, que reventáramos a las arañas para sacarles su talento como tejedoras y quedarnos con ese don entre los dedos”, me explicó en su casa, ubicada a la sombra del cerro Conun Huenu, el más alto de la comuna de Padre Las Casas.
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Un mes antes, cuando los aromos florecidos precedían a la primavera, en Cholchol, con varias de ellas también hablamos de llalliñ, la araña tejedora, que en una de las figuras clásicas de sus espectaculares tejidos a telar, y que las inspira en su quehacer. Muchas, como Juanita Blanco, la más joven de las artesanas, se rieron cuando les comenté que ellas eran la versión chilena y femenina de Spider Man, el Hombre Araña.

Las Spider Woman o Mujeres Araña, heroínas súper poderosas de la lana de oveja, encargadas de preservar un lenguaje ancestral que no puede perderse. Finalmente, el título pop fue reemplazado por uno más formal, que incluye la palabra araña –llalliñ– en mapudungun, y da buena cuenta de la materia con que estábamos trabajando.

“Herederas de Llalliñ” es un proyecto financiado por Conadi y desarrollado por Fundación Artesanías de Chile, que apunta al rescate patrimonial indígena. Pocos saben que en el Museo de Historia Natural de la Quinta Normal existe un verdadero tesoro: más de 200 piezas textiles mapuche de más de 100 años de antigüedad.

Decenas de mantas cacique y decenas de trariwes, el largo cinto femenino mapuche, una prenda llena de contenido, porque el tejido y sus símbolos en esta cultura son lenguaje escrito… o tejido. Ese acervo maravilloso fue el que pudieron conocer las 17 artesanas, en una visita a Santiago en que cada una eligió las piezas antiguas que recrearía y reproduciría ahora para dar a luz una valiosa colección patrimonial.

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La historiadora Claudia Hurtado, directora de Artesanías de Chile, busca creativa y afanosamente, con proyectos como este poner en valor la artesanía.

Tal como dice en las primeras páginas del libro: “De diferente manera, tanto en las manos de las artesanas como en las nuestras, recae la responsabilidad del futuro de la tradición textil mapuche, por eso es tan importante que la conozcamos, valoremos y –por qué no decirlo– que la adquiramos, pagando por su tremendo valor de manera justa, y la promovamos para que no nos quedemos sin artesanos de verdad”.

El resultado de esta atractiva colección patrimonial resultante, que se exhibió en el Museo de Historia Natural hace un par de semanas, poniendo algunas de las piezas antiguas junto a las nuevas, dará cuenta de si existe mercado para obras mayores del arte textil mapuche.

De si hay sensibilidad para adquirir una manta que crece “a razón de 8 centímetros por día”, como nos comentó la artesana y dirigente de una cooperativa de artesanas, Luisa Sandoval, y que, entre esquilar la oveja, lavar, teñir, hilar, torcer la lana, montar la urdiembre en el witral, tejer, les toma por lo bajo un par de meses de trabajo.

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Al margen de lo comercial, técnico, antropológico, histórico, cultural, lo mejor de estas 17 mujeres araña son ellas mismas. Su fuerza, su devoción por la cultura y el arte que heredaron, el afán por aprender más, por conservar e innovar, por crecer, la relación de amistad y parentesco que muchas tienen entre ellas, la autonomía para salir adelante por sí solas, sus historias de amor y desamor, sus creencias, sus manías.

En lo personal, mi encuentro con lo que representan y sostienen los trariwes me impactó. Son prendas femeninas y feministas. “Sostienen la fecundidad”, nos dijo una de las artesanas. Se heredan de madre a hija. Cuentan quién eres, de dónde vienes. A una de las entrevistadas, el verlos en el Museo le desató todo tipo de recuerdos y la impulsó a tejer uno para ella en cuanto volvió a Cholchol.

Es una belleza que no está dispuesta a vender, pese a la necesidad, que es su caso es muy real. Los símbolos que contienen son como las letras de un alfabeto inexistente, a las que suplen como ideogramas. Los trariwes son cartas que se escriben para llevar amarradas a la cintura. Ahora yo tengo el mío.
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En 2017, con Claudia Hurtado, habíamos hecho una publicación similar a ésta: “Ñocha Malen: Cestería Lafquenche”, donde 10 artesanas que trabajan la fibra vegetal conocida como ñocha en la localidad de Huentelolén, provincia de Arauco, daban su testimonio. Como artesanas y como mujeres mapuche.

En ambos casos, en ambas investigaciones, lo más potente ha sido conocer la fineza de espíritu que se refleja en la maestría del trabajo artesanal. Y, en el caso de las “Herederas del Llalliñ”, la sensibilidad y la fuerza de estas súper mujeres araña.

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