por Mónica Iglesias
El 22 de septiembre se produjo el equinoccio de primavera, momento en que la luz se equilibra con la oscuridad para comenzar a sobrepasarla, así los días se tornan mas largos y la primavera se instala en nuestro hemisferio.
La palabra equinoccio, proviene del latín aequinoctium, que significa noche igual. En esta fecha del año el sol forma un eje perpendicular con el ecuador y la duración del día es igual a la de la noche.
Antiguamente se solían celebrar estos acontecimientos naturales con fiestas y rituales, muchas culturas rendían sus plegarias de agradecimiento a la vida y a la energía del Dios creador solar que venía a entregar su luz y calor para hacer que la vida en la tierra volviera a brotar cumpliendo con el eterno ciclo de vida, muerte vida.
Muchos templos, catedrales e incluso pirámides fueron construidas para celebrar equinoccios y solsticios, nuestros ancestros estaban convencidos que en esos eventos planetarios se abrían las puertas hacia un mundo sutil y la comunicación con la divinidad se hacía más directa y concreta.
¿Porqué habremos perdido todos esos rituales y conocimientos que hicieron grandes a tantas culturas? Los ritos ancestrales dan origen a leyendas, estas acarrean conocimientos desde tiempos inmemoriales, conocimientos que nos conectan con las leyes naturales del cosmos y nos inducen a las preguntas fundamentales de nuestra existencia.
La primavera es un tiempo para conectar con todo ese misterio creador, esa magia que desde un orden oculto hace resurgir los brotes de las plantas, el instinto de apareamiento de los animales, la natural belleza de las flores y del paisaje. Todos comenzamos a sentir una nueva vibración en el ambiente, nos empezamos a cuidar más, a vernos más atractivas y de forman natural nos sumamos a este impulso de nueva vida que ronda por los aires.
Nuestros antepasados miraban estos acontecimientos con reverencia y admiración, de algún modo, sentían sus vidas ligadas a ellos.
Hoy en día, con nuestros quehaceres cotidianos no tenemos el tiempo para alzar la mirada hacia los cielos o detenernos a observar cómo la mágica primavera actúa de forma sublime al despertar la savia dormida en cada árbol. Si ponemos atención a nuestro cuerpo, este nos empieza a pedir que cambiemos nuestra alimentación y poco a poco comenzamos a salir del letargo invernal.
No olvidemos que estamos conectados con el cosmos. La primavera es un momento para volver a sentir ese impulso vital que corre por nuestra sangre y agradecer por un nuevo ciclo, recordemos que podemos contar con poderes misteriosos que nos ayudan a vivir en este mundo y a salir adelante cada vez que nos sintamos sin fuerzas o desmotivados. Es tiempo de renacer, que entre la luz a nuestros corazones. Es tiempo de primavera.
Me encantó este post 🙂 Qué rico es conectarse con lo que sucede en nuestro entorno, apreciar los colores de la primavera, los olores al salir de la casa, los días más largos y las noches más cálidas.
Tal vez no siempre hacemos rituales al comienzo de la primavera, pero toda la estación nos invita a reunirnos con otras personas por más tiempo y salir de nuestros “refugios” invernales.
Gracias por sembrar conciencia con tu post <3