Por @quena
Hirayama tiene una estructurada rutina diaria. Se levanta con muchas ganas todos los días a la misma hora, se compra el mismo café y maneja el mismo auto entre los distintos baños públicos de Tokio, los que limpia con una diligencia increíble y con una mucho más difícil de creer sonrisa en la cara.
No habla casi nada, se relaciona con pocas personas (la sonrisa sigue ahí), saca fotos análogas de las copas de los árboles, en las noches lee a Faulkner y para sus trayectos siempre elige música excelente. Le gusta el soul y el rock gringo e inglés de los 60 y 70, y los escucha exclusivamente en cassette. No tiene idea de qué es Spotify ni tampoco le interesa.
Su existencia está basada en disfrutar de lo simple y vivir el momento. Pero tanta felicidad no puede ser normal.
A primera vista se podría decir que esta película romantiza la miseria disfrazándola de sencillez. Pero hay algo más. TIENE que haber algo más.
Una serie de encuentros con otras personas nos revelan que algo hay en el pasado de Hirayama, y nos dan algunas pistas de por qué insiste en aferrarse al presente. No creo que me equivoque al pensar que lo de haber usado el título de la canción de Lou Reed –que también suena en la película–, también tiene que ver con esa frase “you just keep me hanging on”.
No quiero contar más, aunque en realidad tampoco hay mucho más que contar. Solo invitar a quienes la vean a estar en paz con que Perfect Days no sea una película de desarrollos y desenlaces, y que en cambio esté hecha de momentos, sensaciones y reflexiones que no llegan a verbalizarse, así como Hirayama acepta la vida con las mismas luces y sombras que se cuelan entre las hojas de los árboles que fotografía de día y que en las noches se meten en sus sueños.
Perfect Days es una película japonesa dirigida por el alemán Wim Wenders. Está nominada al Oscar como mejor película extranjera y todavía puedes verla en cines antes de su llegada a MUBI.