Jazz y buena comida en la Casa Maroto

casamaroto
por Claudio

La noche del jueves la Casa Maroto casi se vino abajo, con las ovaciones que una y otra vez se escucharon para los artistas que se presentaron en el escenario. No era para menos, en el año 2010 el Club de Jazz tuvo que dejar su conocida sede de Macul con Irarrázaval -donde funcionó por 32 años- hasta que encontró su sitio definitivo, en esta casona antigua de La Reina.

La Casa Maroto (Mall Plaza Egaña) lucía totalmente recuperada y acondicionada para recibir a los músicos y a los incondicionales amantes del jazz. Ahí estuvieron: Daniel Lencina y el maestro Valentín Trujillo, ídolos; los hermanos Ángel y Javiera Parra, acompañados de la super voz de Consuelo Schuster; Rita Góngora, la diva del jazz chileno, que cautivó con su voz sensual; Paz Court, Juan Pablo Rivera, Rossana Saavedra, Federico Dannemann, Carlos Corales y Denisse. Todos ellos aplaudidos por los vecinos (que sufrieron las consecuencias del mall, frente de sus casas), ejecutivos del centro comercial, artistas de televisión y algunos rostros invitados.

Mención aparte merece La Fabbrica, restorán italiano que comparte espacio con el Club. Propiedad de Jerome Reynes, francés que ya nos tiene acostumbrados a lugares de buena calidad: Uncle Fletch, el Castillo del Forestal, Bocanáriz y el conocido Le Fournil.

Reynes se la jugó por lo mejor de Italia y ofreció un cóctel con antipastos mundiales: brochetas con mozzarella fresca, tomate y albahaca; vitello tonatto, berenjenas asadas, pecorino envuelto en láminas de zapallitos italianos asados; crostinis de tomate pomarola, queso grana padano en trozos y las clásicas pizzas (¡que merecen un post aparte!) De postre, dos clásicos: tiramisú y panna cotta (buenísima). Ojo con los destilados de vodka del restorán, se ofrecieron de tres tipos: uno de naranja-canela; otro de romero con limón y un tercero, de cilantro, exquisito. Según el mozo que nos atendió –impecablemente, conociendo cada producto que ofrecía- hay ocho tipos de estos tragos.

El Club promete clases, talleres de luthería y una librería especializada. Tampoco hay que perderse las presentaciones de Dënver y Pedro Piedra, junto a las de nombres clásicos del jazz chileno como Cuturrufo, Marco Aldana y Santiago Hot Club.

Absolutamente recomendado este nuevo espacio cultural de Santiago. Buena música, buena comida.

Info: www.clubdejazz.cl
Dirección: Avda. Ossa 123, La Reina.

Foto: Rita Góngora, crédito: Carolina Ojeda

5 Comments

  1. La huevada horrenda. El jazz es un estilo precioso y lamentablemente suele asociarse con eventos/lugares como el descrito más arriba. En su tiempo los músicos de jazz se mataban tocando y componiendo todo el día para compartir una parte de ellos con la gente, transmitir la emoción que los movía, explicar su visión del mundo a través de la música. Un lástima que el género ahora esté reducido a ser música para ambientar a un montón de esnobs mientras comen brochetas con mozzarella fresca, tomate y albahaca.

    • Creo que es más snob tratar de mantener el “purismo” respecto a dónde es apropiado que se toque un estilo de música determinado.
      Si existe un espacio donde hay lugar para la buena música, genial. Mejor si ofrecen buena comida.
      La opinión respecto a qué valor le das a la música que tocan en un lugar, depende de cada asistente. Si deseas calificarla como “música ambiental” es tu visión. A mi me gusta el jazz y no iría para que fuera sólo eso. En fin, es algo que es independiente al lugar, depende de cada espectador (lo mismo aplicaría para las bandas que tocan en pubs)

      • No es purismo, es entender el arte en su contexto. Desde que se pasó del swing al bebop que el enfoque del jazz cambió radicalmente, ya no era simple entretenimiento, era música para ser escuchada y entendida. El jazz marcó un quiebre en la historia de la música. Sería más tarde el hardbop el estilo que influenciaría a muchísimo músicos de rock de los sesenta y que lograría que la música de esa época fuera más que un producto comercial, se convirtió en una propuesta artística, nació así el progresivo, la psicodelia y muchísimos otros estilos cuyo propósito ya no era simplemente entretener a la gente. Lamentablemente ahora vivimos en una época donde se perdió todo eso.

        Por lo demás, no me parece esnob mostrar respeto por el arte, querer entender una obra y no simplemente consumirla porque así me distraigo. Por algo Coltrane dejó de tocar en bares cuando su obra se volvió más personal, ¿cuanta atención le podrían prestar un montón de borrachos que estaban ahí conversando con sus amigos? Creo lo mismo se aplica en este caso. Mingus más de una vez rompió un contrabajo del enojo que le producía que la gente estuviera conversando y haciendo sonar sus servicios y vasos.

        Pero claro, es fácil pasarse por la raja décadas de propuesta artística y pretender que lo que estoy escuchando sólo son sonidos que me parecen agradables. No discuto que los que vayan a ese lugar disfruten de la música, de seguro lo hacen, como también disfrutan de su pecorino envuelto en láminas de zapallitos italianos asados, mi punto es que el ver el arte como simple entretenimiento castra cualquier obra/tendencia porque se le reduce a un producto cuyo único propósito es divertir. Lo mismo pasa con los museos, con el cine, con la radio y con casi cualquier forma de “cultura” que se promueva últimamente, todo es un “panorama”. Apostaría mi vida a que la mayoría de los que van a ese club lo hacen por la misma razón que la gente cuelga cuadros en sus casas, porque “se ve bonito” o en este caso “se escucha bien”.

        • Quizás sabes algo de historia del jazz, pero eres mucho más esnob que muchos de los que probablemente irán el nuevo club de jazz; eres tú la que escoge no leer o no citar el párrafo de los jazzistas chilenos que tocaron ese día (que está antes que la descripción del restaurante), y quien parece creer que el arte es sólo para algunos, los que, según tu criterio, “saben”.

          Menos mal el arte en la vida real es mucho más amplio que eso, y permite provocar sentimientos o reacciones en personas que no necesariamente tienen un conocimiento enciclopédico al respecto. También permite que en Chile, país donde no nació el jazz como lo describes, sí se pueda interpretar y crear esa música a la que tú crees que sólo algunos tienen derecho.

          • ¿Cuándo dije que solo algunos tienen derecho a escuchar jazz? Mi crítica va precisamente a eso. Lugares como el del post muestran una parte ínfima de un estilo infinitamente rico. Por lo mismo me pareció tan irónico que dijieras que en la “vida real” el arte era mucho más amplio como tratando de debatir lo que dije. La mayoría de los lugares en Chile donde se toca jazz están enfocados en una rama muy, pero muy particular del estilo, entonces dime, si el propósito del arte -parafraseándote- es provocar algo en el oyente ¿cuán amplia podrá ser ésta gama de sensaciones si el estímulo es siempre el mismo?

            El arte, como bien dices, debería ser para todos, por lo mismo, deberíamos estar expuestos a más expresiones que a las que estamos acostumbrados ¿o me vas a decir que todos somos exactamente iguales así que a todos debería gustarnos lo mismo? Y como no todos están dispuestos a estar leyendo por horas sobre alguna determinada tendencia, lugares como Club de Jazz deberían mostrarle a la gente que hay sonidos y sensaciones completamente distintas a los que están acostumbrados. Tu postura es el equivalente a decir que el derecho a la lectura debería ser para todos, pero al mismo pasarle una copia de Papelucho a todo el mundo.

            El saber de jazz no me hace más o menos digna de disfrutarlo, aprender del estilo simplemente me permitió saber que habían más formas de sentirlo que las que conocía, y creo que los lugares que tienen la oportunidad de difundir tales formas deberían hacerlo y no vender lo mismo una y otra vez.

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