Por Belén Leyton
Ania Ivania publicó su EP Sesión inmortal con anteriores canciones y trabajos inéditos que se lanzarán en su próximo larga duración. Conversamos con ella sobre este proyecto,
su próximo disco, la honestidad con su trabajo, ser la nueva voz del soul chileno, ser activista e interesada en políticas sociales y algunas reflexiones sobre la cultura en Chile.
Sesión inmortal y próximo disco
Es un proyecto producido por Agencia Merca, con quienes Ania trabaja desde 2019, y financiada por el Fondo de Fomento a la Música Nacional 2020. En estas cinco canciones, Ania Ivania junto a su banda completa tocan en la azotea del Mercado de Valparaíso. Y está hermoso.
“No tocábamos hace tiempo. Y fue bueno, porque fue un reencuentro con esa sensación de hacer música en vivo, aunque fuera grabado. Y fue una iniciativa levantada a puras voluntades de mis músicos que me quisieron apañar”, dice la cantante.
—¿Por qué escogiste las canciones que cantaste?
—Olas y Cariñoso calificativo eran del disco anterior y me gustaban mucho. Son temas bastante prendidos que son una esencia importe del disco Aire. Y las canciones nuevas eran un material que ya habíamos trabajado como banda para el disco nuevo, 1000kaos: Cuerda ajena, Fuerza y Eco.
En el último tiempo, Ania no ha tocado en vivo porque está dedicada a su disco nuevo que sale a fines de octubre. Serán “diez canciones que retratan un viaje de kilómetros, paisajes, ríos, lagos, encuentros, despedidas, un viaje interno hacia cómo trabajamos el amor propio más allá de sentirnos bacán, de esa búsqueda en hacerme bien. Está bastante entretenido y quiero que puro se lance. Es como un disco hermano de Aire porque tienen unas sonoridades muy parecidas, sin embargo, al final terminamos mezclando cosas nuevas como sonidos electrónicos y nos aventuramos en las cositas”.
—Ya es tu segundo disco.
—El otro día pensaba sobre el proceso de realizar un disco: desde que nacen las canciones, maquetearlas, llevarlas al estudio, grabarlas, mezclarlas, reescucharlas… es como un parto.
Me siento en un proceso de mucho aprendizaje. Ha venido la pandemia y eso ha retrasado un montón de procesos. Salió gente del proyecto, entraron otras personas también. Todo eso fue un proceso de harto caos e incertidumbre, pero estoy muy contenta porque este disco que estamos haciendo ahora, que es el segundo, fue forjado con un equipo muy parecido o similar al primero, un equipo humano que me apaña mucho, que está conmigo, que cree en mi proyecto y en la música que estamos haciendo.
Me da mucha alegría llevar este trabajo a cabo y ahora viene el proceso final: después de estos dos años de hacer este disco hay que mostrarlo al mundo, darlo a luz. Y estoy contenta con eso, ansiosa, ojalá depare cosas buenas. Estoy segura que van a ser cosas divertidas. Es un trabajo con harto amor y aguante de por medio, decisiones importantes en mi vida fueron tomadas por este disco. Se viene pulento, le tiro las fichas.
—¿Te sientes nerviosa por lo que piense la gente?
—Mas que nerviosa por lo que vaya a opinar la gente, me siento nerviosa por ser honesta conmigo, porque muchas veces me he visto cuestionada por la música que hago, porque no es tan de moda o en tendencia o no es tan urbana. Sin embargo, he aprendido que esas son opiniones de personas que no tienen que ver con mi proceso de búsqueda creativa. Lo que yo creo, y viene en este disco, son creaciones que nacen desde mi sanación, mi encuentro, la necesidad de escribir y de plasmar este trabajo.
Entonces, por un lado no es que no me importe lo que opine la gente, porque es importante que escuchen mi música, pero por otro lado quiero ser super consciente y sincera con mi proceso. Si las personas no escuchan el disco porque no les gusta, es decisión de ellos, pero yo no puedo ser injusta conmigo misma por eso o con mi equipo. Obviamente lo que opine la gente es importante, pero no es lo trascendental.
“La nueva voz del soul chileno”
Ania Ivania es de Puerto Montt y desde hace 7 años vive en Santiago de Chile, pero en estos dos últimos años ha estado entre allá y acá. Se vino a estudiar Pedagogía en Música en el Instituto Pedagógico y ahora es profesora. Cuando era adolescente tocaba violín y hacía talleres, después entró a otra carrera, pero finalmente volvió a la música y hoy ejerce en eso. “Tuve la bendición de que me gustó”.
—Te han nombrado como “la nueva voz del soul chileno”, ¿cómo te sientes con ese título?
—La verdad es que igual me da risa… Siendo honesta, siento que es un título muy ostentoso. Igual el trabajo que venimos haciendo ahora es más reggae, tiene hartas fusiones y no sé si es tan soul, sin embargo, si la gente quiere decir eso: bacán. Pero no es como que yo ande por la vida con el título en la frente jaja.
También es bacán que reconozcan a las “nuevas voces”, porque yo vengo de región y hago soul, pero tengo muchas compañeras del sur que también hacen soul y que no han tenido la posibilidad de plasmar su trabajo en un disco. Y, por un lado, yo siento que lo que me agrada de eso es que puedo ser un parlante de cosas que no se hablan desde el centralismo.
—¿Cuándo nació este proyecto de Ania Ivania?
—Nació en 2017. Al principio fui corista de otras bandas (funk, hip-hop, blues, jazz) y siempre coree a otras músicas mientras escribía a escondidas en mi pieza ah. Grababa mis canciones, pero no las compartía. Y, un día, me fui de intercambio a Colombia y allá no tenía a quién corear, entonces empecé a cantar mis canciones y me fue bien, me salieron muchas pegas, o toques como se dice en Colombia, tocando en Medellín, en Bogotá, en el Amazonas, en varios lados.
Me llamaba Ania Ivania en Instagram, en realidad me llamo Ivania. Y así fue como empezó todo. Cuando volví a finales del 2017, quería empezar a dedicarme a mis canciones y dije: “Estoy cansada de cantarle a otros locos, ahora voy a cantar yo, voy a tener mi propia voz y voy a cantar lo que yo quiera”. Y así empecé.
—¿Estás contenta con todo esto?
—Sí. De lo que más estoy agradecida es de las personas que han estado en mi camino, como el Alfredo Tauer o Felipe Aravena, mi guitarrista desde el primer momento y que me decía que hiciera mis canciones. Yo veía que ambos tocaban en bandas increíbles y me apañaron mucho. Gracias a ellos y al equipo que armamos, logramos dar vida a Ania Ivania.
Estoy muy agradecida del camino recorrido, de los altos, los bajos, la pandemia que me ayudó a ver la música desde otra perspectiva, que igual penca porque quiero que vuelva la vida musical como era antes. Pero sí, muy agradecida. Sobre todo lo aprendido con el disco anterior y por el montón de cosas por aprender con el disco nuevo.
Lucha social, feminismo y pandemia
Ania Ivania tiene 26 años y si bien su música no es estrictamente social, sí tiene un discurso muy marcado desde el feminismo y ha criticado la forma de hacer cultura en Chile.
Al feminismo llegó cuando se fue de intercambio. “Allá conocí a amigas chilenas, que hasta el día de hoy son mis amigas, y vivimos todas juntas en una sociedad bien machista. Y yo venía saliendo de un proceso del 2016 medio tortuoso, donde viví ciertas cosas no tan gratas. Y, como estaba sola, me sentía muy vulnerable todo el tiempo, porque si bien la sociedad chilena es machista y hombres nos gritan en las calles, allá era mucho más e incluso intentaban manosearnos.
Entonces, yo siempre estaba muy a la defensiva cuando estaba allá. Ese fue mi primer encuentro con el feminismo y la sororidad: me encontré con amigas que se convirtieron en mis hermanas y todas nos cuidábamos. También ellas eran menores que yo, entonces pasamos situaciones en las que se nos pegaban hombres y yo era la loca que tenía que decir: ‘¡Ya, ándate de acá. No eres nuestro amigo!’.
Durante todo ese viaje fui esa persona y cuando llegué acá decanté un poco la situación. Esa sensación de sentirme mujer vulnerada, porque la violencia existe, y ojalá deje de existir, pero vamos a tener que vivir con ella. Empecé a leer mujeres, siempre escuché a muchas músicas, y después empecé a ir a una terapia psicológica y me recomendaba puras lecturas de autoras. Ahí empecé a entender muchas cosas.
También hice círculos de mujeres cantautoras, porque yo sentía que las cantantes en esos años éramos caleta y éramos un poco segregadas de la escena de música de raíz negra. No teníamos espacios en el lugar. O éramos coristas o las acompañantes y eso no podía ser. Hicimos esos círculos de mujeres, como Ciclo Menguante, donde éramos cuatro cantautoras que nos reunimos como casi un año a cantar en distintos lugares. Creo que esos fueron mis primeros acercamientos al feminismo. Igual hace poco”.
Respecto a su crítica hacia el manejo de la cultura, sobre todo en pandemia, dice: “En el 2020 se paralizó todo el mundo cultural, mucha gente dejó de trabajar. Y en estos 2 años ha habido una resignificación de ese trabajo. Por ejemplo, al no ser la música un trabajo protegido, pasan un montón de cosas en las que terminamos teniendo cero ayuda del Estado o unos fondos de emergencias en los que concursan de todos los sectores al mismo tiempo. Entonces, ha existido nula ayuda de parte del Estado en el sector cultural. De hecho, la misma Ministra el año pasado dijo que un peso invertido en cultura era un peso perdido.
Entonces, igual estamos en un país en que las lógicas neoliberales quieren consumir lo máximo de cultura. Obviamente voy a criticar eso si con mis compañeros estamos sin trabajo hace caleta de rato y no es justo, y todavía hay gente que quiere que vayamos a tocar gratis a sus eventos en los que ellos sacan plata. Esas lógicas del sistema nos afectan muchísimo a los artistas y yo creo que hay que decir basta a esa situación… ya no quiero hacerle la pega a otras personas, ni quiero tocar gratis para beneficio económico de un tercero. Es algo que se da mucho.
Y hay tanta embarrada acá, también en cosas ambientales. Y si una quiere ser ciega, puede ser todo flor flay, pero si una está consciente del mundo que queremos forjar, es importante levantar la voz frente a lo que a una le molesta o que tarde o temprano nos va a terminar haciendo mal”.
—¿Siempre estuviste interesada en este activismo?
—No nací siendo revolucionaria, pero en el 2011, por ejemplo, me tocó vivir la revolución estudiantil siendo parte del centro de alumnas de un colegio emblemático en Puerto Montt, y yo no tenía idea de política, era una niña con una vida normal y venía de una familia muy conservadora, que hasta el día de hoy sigue siéndolo, y me tocó abrir los ojos. Me enfrenté a realidades que no eran las mías, pero eran terribles, y me di cuenta que no había vuelta atrás.
Tampoco es que ande por la vida reclamando siempre, no es así. Pero sí hay cosas que molestan y que nos harían bien a todas, por ejemplo el aborto, que sea legal y seguro, porque las mujeres siguen abortando igual… Cada uno decide si vas a hablar de eso, si va a ser su bandera de lucha o la voz de su música. O como yo, que hago mi música aparte, pero tengo mi discurso como persona”.