Por P.
Ayer tuve un mal día. Las cosas me salieron lo opuesto a lo que había planeado y la consecuencia fue que no cumplí como debía con todo lo que quería hacer.
Culpa mía por no organizarme mejor, culpa de que las cosas se junten, culpa del tráfico, en fin, no pude hacer nada para revertir la situación que al final del día me dejó totalmente disconforme y molesta. No sé describir bien el sentimiento, pero creo que la palabra frustración es la que más se acerca.
Lo primero que hice al terminar el día fue mandarle un mensaje contándole todo lo que había pasado a mi mejor amiga. Y le solté una verborrea de lamentos que sólo podía tener con alguien a quien le tuviera ese nivel de confianza, alguien que sabría qué decirme para salir del hoyo y no caer en la pena o la autoflagelación.
Y así fue, ella me llamó de vuelta y me dijo todo lo que necesitaba escuchar, rematando con una confesión propia, para demostrarme que a todos nos pasan cosas y que nadie está libre de cagarla alguna vez en la vida.
Gracias a esa conversación hoy amanecí mejor parada, con ganas de solucionar las cosas y no de reprocharme ni compadecerme a mí misma, sino con energía extra porque es lo que necesito, por mucho que haya tenido un mal día.
En la película Cuenta Conmigo, el narrador dice una frase que quedó resonando para siempre en mi cabeza: “Nunca volví a tener amigos como los que tuve a los 12 años. ¿Dios, alguien los tiene?”. A los 12 años fue cuando conocí a la amiga de quien les hablo, y créanme, ya han pasado varios años de eso.
Es un privilegio poder contar con esa persona que te entiende y te alivia y te levanta y te ayuda a ponerte las pilas, aunque también tenga sus propios problemas.
Yo eso lo agradezco infinitamente a la vida, el tener esa conexión, esa complicidad, esa empatía con alguien, la única pena es que mi amiga vive en otro país, y si me detengo a pensar en la desventaja de no tenerla presente en mi vida cotidiana, la pena me supera, porque me estoy perdiendo de mucho, porque el espacio cotidiano no se puede recrear con nada.
Por eso trato de no pensar en eso y disfrutar de la tecnología que nos acerca cada vez más. No sé qué tendría que pasar para que volviéramos a vivir juntas alguna vez, pero no puedo dejar de preguntármelo.
Creo que es muy importante abrirse y “regar la plantita” de la amistad, dejar entrar a las amigas a tu espacio íntimo, tener con quien mostrarse vulnerable, tener actos desinteresados todo el tiempo y dar más del 100 por ciento. Esa es, para mi, la única forma de que una amistad dure para siempre, aunque no haya partido a los 12 años.
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Yo tambien tengo a mi mejor amiga muy lejos y me hubiera gustado que la vida nos hubiera juntado a vivir en la misma ciudad o por lo menos en el mismo pais. Pero agradezco infinitamente en tenerla porque en algún tiempo no la tuve y me hizo mucha falta. Tengo muchas amigas pero nadie como mi mejor amiga de los 12 años.