Tony Palmer y su documental sobre Leonard Cohen

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por Mariana y punto

El sábado en la noche dieron el documental Leonard Cohen: Bird on a Wire, de Tony Palmer, director que prácticamente ha dedicado su carrera a la realización de documentales musicales, y que en esta edición del In-Edit Nescafé vino a Chile como invitado a presentar varias de sus películas y hacer una master class.

Antes de que empezara esa función de Bird on a Wire, Tony Palmer nos dijo a los espectadores que necesitaba contar una historia antes de que viéramos la película; no voy a contar detalles por si les toca una función presentada por él (vuelven a darla hoy lunes a las 18 hrs. en la sala Cine UC y mañana martes a las 18.30 en el Centro Arte Alameda), pero la historia tenía que ver con un Leonard Cohen que en 1972 decía que no quería nunca más salir de gira, una película perdida, derechos imposibles de conseguir para usar un pájaro de Picasso en la portada del dvd…

La película se hizo en 1972, pero recién hace un par de años que Tony Palmer logró volver a tener una versión original de lo que fuera ese seguimiento a una gira europea de Leonard Cohen, un artista que dice hallarse más en la literatura (ha escrito novelas, pero sobre todo se siente a gusto en la poesía) pero que encontró la popularidad en la música.

Yo no era particularmente fan, pero me gustan sus canciones y onda, y una tía muy querida era una gran fanática, por lo que me llamó la atención ir a ver el documental y, tal como dice Tony Palmer que le dijo una mujer cuando la estrenó en Canadá (país natal de Cohen), quizás arruinó a Cohen para mí, porque verlo en la película (tanto en las presentaciones en vivo como en el backstage) es una experiencia tanto mejor que la de simplemente escuchar sus discos. En 1972 Leonard Cohen tenía 37 años y parecía ser tan sensible como temperamental, absolutamente encantador, y sus presentaciones en vivo aparentemente siempre tenían mucha improvisación e intervenciones más conversadas (desde bromear con el público que él pensaba reconocía demasiado rápido sus canciones -algo que para él era imposible, porque todas empiezan igual- hasta cantarle a un parlante defectuoso o salir del escenario porque no estaba inspirado).

El ritmo del documental es tan sensible y pausado como una canción de Leonard Cohen, y realmente se siente como haber estado ahí, entre el público y detrás del escenario de esa sufrida gira de 1971.

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