por Fernanda
Sé que “acéptate tal como eres” no es la frase que la mayoría esperamos recibir; muchas veces la encontramos como una respuesta fácil o automática casi. Pero lo cierto es que el aceptarse tal y como somos es una tarea titánica, y si lo aplicamos al área de belleza y especialmente al área capilar es casi una misión imposible.
Pasamos la mayor parte del tiempo tratando de cambiar nuestro pelo a lo que vimos en alguna revista, película o programa de tv, que haciendo lo más lógico: aceptar nuestro pelo y sacarle partido. Es que es difícil, sobre todo cuando no nos toca un pelo fácil o cuando queremos ser lisas siendo crespas o viceversa.
Pero lo que aprendimos durante la primera clase del taller de belleza sustentable de TQV y Fábrica Zancada es que el primer paso a tener ese pelo que soñamos es entender que lo más importante es trabajar pensando en nuestra materia prima. Saber qué tipo de rostro tenemos, qué le viene y cómo potenciarlo. De ahí en adelante trabajaremos para mejorar (y manejar o dominar) y potenciar nuestros mejores atributos, para luego disimular nuestros puntos débiles.
Por eso es importante conocerse, saber realmente qué tipo de pelo tenemos y de acuerdo a eso elegir un look que podamos cuidar y que no nos esclavice, sino que nos dé gusto dedicarle tiempo.
Junto con la autoaceptación, un buen peluquero o peluquera ayuda en la tarea de descubrir que nos queda bien y amar ese estilo.
Por años me corté el pelo mostrando o hablando de referencias y nunca quedé realmente conforme. Fui a lugares pencas y lugares onderos recomendados en revistas y sitios como éste.
Como tengo el pelo ni liso ni crespo y con tendencia a seco, después del primer lavado los cortes maravillosos se perdían totalmente. Al final, encontré que lo mejor era alisarme con Brasil Cacau. Luego del último, en la misma peluquería me recomendaron no repetir el proceso y probar con un corte que transformó mis ondas desordenadas en rizos, y me permitió liberarme del secador y varios productos para ordenar mi pelo. Lo más curioso es que no sólo me encantó a mí, por primera vez en la vida me piropearon el pelo y me preguntaron dónde me cortaba. Sólo una vez había repetido de peluquería y en esta ya llevo más de un año!
De más está decir que acepté mi pelo tal cual es. Ya no quiero domarlo ni botar la plata en cremas y aceites. Salir de la ducha a la calle, peinándome con los dedos no tiene precio. Y mi pelo tal cual es me lo permite.
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