Syd Barret: The final trip

“La brisa es lenta,
tu eres lenta, el escalofrío crece,
las sensaciones parecen derretir el cerebro”
(Syd Barret, 1967)

por Jacky Stones

Nunca olvidaré ese verano del 89 cuando con mis amigas nos fumamos los primeros puchos mirando Pink Floyd the Wall en una pantalla gigante en la playa. Fue como estar drogada, entre excitada y asustada pero absolutamente convencida. Con sus himnos que nos hacían cuestionar la educación daba la sensación de estar escuchando el soundtrack de la vida y a la vez dignificando un poco la locura.
Después fue el pololo lana (hippie) o ese tío hermano de alguien que tenía un vinilo del Dark Side of the Moon el que nos enseñó que por encima de las legendarias bandas sesenteras los Pink Floyd eran los padres.

A los pocos años comencé a investigar más sobre el grupo y no pasó mucho tiempo para llegar a la génesis de todo. Ahí me topé con Syd Barret. El cerebro de colores y sonidos. El loco.

Fue así como me impregné de los mitos y leyendas acerca de este miembro fundador del grupo y motor creativo la semilla Pinkfloydiana. Dicen que se volvió loco; que las drogas, que la música se lo llevó en un viaje; que The Wall está inspirada en él; que la esquizofrenia fue más; que en la canción Brain Damage del Dark Side es su risa la que se escucha; que aún componía con ellos; que aún seguía en el manicomio. En fin. Siempre su presencia rondó los sonidos de los fanáticos y nunca dejó de ser considerado como un miembro más, al punto de que sus ex compañeros, los mismos que en los comienzos del grupo lo expulsaran por su adicción a las drogas y el alcohol, lo llorarían en temas como Shine on You Crazy Diamond o el mítico tema Wish you Were Here.

Para mí no sólo fue el primer cantante, compositor, principal guitarrista y el responsable del brillante álbum debut en 1967: The Piper at the Gates of Dawn. Para mí Syd Barret es una de esas rarezas de la creatividad, una de esas mentes que nace cada 50 años, esos eslabones que alteran el curso de las cosas y que por lo general son incapaces de lidiar con sus mentes, como si sus cerebros se derritieran de emanar tanta creatividad, como si no pudieran con la belleza de entender demasiado al universo y lo que esto implica. Hoy dicen que ha muerto a los sesenta años en su Inglaterra natal, dicen que se ha ido. Yo creo que ya hace rato que había partido.