Sin ventajas

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por Mariana y punto

Me carga que por ser mina estoy destinada a ganar menos. Que quizá alguien no me contrate porque estoy en edad de tener hijos, haber soñado de niña con que antes de los treinta había que casarse y que por ser mina la isapre salga terriblemente cara.

Teniendo todo esto en cuenta, cuando me preguntaron qué opinas de la paridad igual yo dije al tiro: fácil, no me gusta.


No me agrada ser discriminada por ser mina, pero la paridad también es discriminación. “Positiva”, pero discriminación, y por algo que no tiene nada que ver con las capacidades. Lo mismo que tanto les gusta a los gringos, eso que llaman “affirmative action” y que termina en que en las universidades haya cuotas para tener el porcentaje políticamente correcto de cada etnia o religión, lo que llevó en 1978 al emblemático caso del estudiante Allan Bakke o que en las series está casi prohibido que negros interpreten personajes malévolos.

No sólo Bachelet estas semanas toca el tema de la desventaja de las mujeres, ojo. También lo hace Geena Davis en Commander in Chief. La diferencia es que mientras uno es un caso de discriminación positiva, el otro es un caso de igualdad.

Bachelet, creo, puede hacer lo que le plazca entre los miembros de su administración. Después de todo, es la jefa. Y encuentro que de hecho es algo simbólico que incluso puede convencer a algunos de que las minas nos la podemos. Pero de ahí a ampliar y obligar a todos con un criterio arbitrario y que da ventaja no necesariamente justa, sino sólo por estar en desventaja, eso no me gusta. Así me parece que, entre otras cosas, se crean monstruos de jefas que son unas perras porque ni ellas se sienten legítimas, entonces creen que para serlo basta con ser cabronas con sus subalternos.

Además, todos los empleadores discriminan a través de los -sobrevalorados- sicólogos laborales, y yo intuyo que la discriminación por fealdad es muuucho peor que la por ser mina.
Lo de Geena Davis era algo distinto a la discriminación positiva de la paridad impuesta: ella quería algo así como hacer una enmienda que reconociera que las mujeres tienen los mismos derechos que los hombres, porque cuando la Constitución hablaba de “hombres” se refería implícitamente al género, ya que las mujeres ni votaban en ese entonces. Y eso sí es lo que yo espero: tener las mismas oportunidades que cualquiera.
La desigualdad y la discriminación, por lo demás, me parecen asuntos más sociales que legales. Digo, con congéneres como la Cristina Bitar que justifican el que las mujeres ganemos menos porque el trabajo “no es nuestra prioridad”, creo que eso es lo que nos caga.
Afortunadamente, los tiempos han cambiado y ya nos acostumbramos a la idea de que no hay por qué casarse y tener hijos, menos antes de los 30, hay cada vez menos minas que piensan como Cristina Bitar, podemos votar y entrar a la universidad al igual que cualquier hombre. O sea, hay más igualdad.
Todavía falta para estar en las mismas condiciones, es cierto, pero pienso que en vez de discriminación positiva hacia las mujeres lo que falta es, por ejemplo, que el hombre se pueda tomar el posnatal en vez de una. O que una puede denunciar que le paguen menos que a un tipo que hace exactamente lo mismo en el cubículo de al lado, y que se rectifique la situación.
Y tengo fe. Creo que si a principios de siglo las mujeres profesionales se contaban con una mano, en un par de años más existirá algo más parecido a la paridad. Y que será legítimo.
Si no quiero no quedar en un trabajo sólo por ser mina tampoco quiero quedar sólo por serlo. Porque sí, soy mina, pero soy mucho más que eso.