
Por Natalia Espina
19:45 horas. La primera lluvia de abril cae tímidamente sobre Santiago. Adentro, el Teatro Nescafé de las Artes suena “I Won’t Back Down” de Johnny Cash en la previa del quinto show de la gira acústica de Los Bunkers, una serie de 25 fechas, de las cuales casi el 95% ya están agotadas en la capital. Por mi parte ya con cámara en mano tengo expectación total.
La misión: fotografiar las primeras cuatro canciones del set, no más no menos. Cuando el telón se abre, la atmósfera ya está cargada de emoción y el público ovaciona por primera en la noche. El escenario, en tonos tierra —del marrón al gris—, evoca una intimidad. El fondo de sacos de papas, originalmente usado en el MTV Unplugged, se despliega adaptado a este formato teatral.

Todo comienza con “No me hables de sufrir” (Vida de Perros, 2005), desde el lado izquierdo del escenario, donde nos ubicaron a los fotógrafos. Ahí, Francis Durán se roba los primeros disparos. Le sigue “Yo sembré mis penas de amor en tu jardín” (La velocidad de la luz, 2013), una de las joyas del repertorio. Cambio de lentes una y otra vez, buscando capturar distintos momentos.
El recorrido fotográfico continúa. Somos trasladados al sector derecho del escenario, ahora desde una perspectiva más general, junto a la mesa de sonido. Desde ahí, diviso fugazmente a Chalo González, dominando el sonido en “Las cosas que cambié y dejé por ti” (La velocidad de la luz, 2013), que suena abrumadora. La escenografía, los músicos y la luz se mezclan en una composición más que digna de retratar.
La última parada para el registro es desde el segundo piso, en la platea. Ahí, mientras suena “No necesito pensar” (Barrio Estación, 2008), el plano se abre completamente: todos los músicos visibles, los contraluces y las sombras se vuelven protagonistas del espectáculo donde cada detalle está pensado.

Un tour fotográfico generoso por parte del equipo de prensa, que permitió captar no solo un concierto, sino la posibilidad de retratar distintos ángulos de está inédita residencia.
Luego, llega el momento de guardar la cámara. Pero no por eso la experiencia se apaga. Las siguientes 22 canciones se viven. Cada una aporta una emoción distinta, pero si tuviera que elegir un instante cumbre, sería el ingreso del Cuarteto Austral. Sus arreglos de cuerdas, sutiles y envolventes, suman capas sonoras que elevan el show. La iluminación a cargo de Sebastián Morales @atiesstudio cambia hacia una dimensión profundamente sensible, bajan seis candelabros de lágrimas de cristal, hechas a mano, el telón de fondo se oscurece y comienzan los acordes de “Llueve sobre la ciudad” (Vida de perros, 2005), entregando escenas tan bonitas que mis manos y mis ojos ya no pueden fotografiar.

Y entonces llega “Una nube cuelga sobre mí” (La velocidad de la luz, 2013). El público, contenido hasta ese momento en sus butacas por las características del teatro, se ponen de pie al unísono. La celebración empieza. El cierre viene con “Ven aquí” (Canción de Lejos, 2002), con arreglos cumbiancheros, seguidos de una inesperada “Heart of Glass” de Blondie, fusionada durante “Bailando solo” (La velocidad de la luz, 2013), interpretada por la talentosa Carmen Ruiz.
Fue una noche sin pirotecnia ni grandes artificios, la apuesta va por lo esencial: buenas canciones, músicos virtuosos y una conexión honesta con el público. La gira apenas va por su quinto episodio, y ya es evidente que esta travesía acústica de Los Bunkers será difícil de olvidar.

Fotos: Natalia Espina