POR HOLLY
¿Les ha pasado que en algún momento de su vida están en una etapa o periodo en que nada les sale bien? ¿Onda nada? Todos los ámbitos de la vida están ahí, haciéndolas sufrir o querer ir a encontrarse consigo mismas en una playa/montaña desierta, pero no pueden porque obvio tampoco hay plata. ¿Y qué me queda? Tirar mierda al mundo y quejarme. Sí, quejarme. Decir todo lo malo que nos pasa y gritarle al universo y culparlo de todo. Y, ¿saben qué? Lo encuentro legítimo, es parte del proceso de sanar también.
Pero claro ese mismo mundo al que uno le grita a los cuatro vientos todas los pormenores que han hecho de la vida de uno un infierno, lo que más te dicen es “Pero mira el lado positivo”, y pucha no, no quiero. Quiero quedarme aunque sean cinco minutos en la rabia, en quejarme y qué. Si no lo hago como que me ahogo, a veces tratar de ser zen te agobia y también es humano querer putearlos a todos.
Es una fase necesaria para llegar al real estado zen en que uno reconoce los errores, toma riendas en el asunto, ve los problemas desde otra perspectiva y la cosa empieza a mejorar, pero si no te dan el espacio para quejarte y revolcarte en rabia no hay cómo llegar a ese punto. Al final todo es aprendizaje, pero hay que respetar los procesos del otro.
Y en ese momento de rabia y “quejumbrosidad” ya casi vía redes sociales me encontraba cuando vi ese capítulo de Friends (porque todos los caminos conducen a Friends) en que a Ross le había pasado de todo, perder su matrimonio, su pega, su departamento y lo único que hacía era sufrir y quejarse, hasta que Janice va y se lo dice y recién ahí él se da cuenta que tenía que parar y actuar para mejorar las cosas.
Así que es bueno tener ese momento de odiar al mundo, pero también tener claro que no puede durar por siempre y que el único responsable de mejorar lo malo somos nosotros.
Pero primero, hay que sacar la rabia, así que déjennos un rato.
Para mí quejarme es cómo respirará. Lo he limitado un poco escribiendo, pero sino lo hago exploto.