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por Fernanda
Hace unas semanas me desperté con un mensaje avisando el fallecimiento de un profesor, mi profe, mi guía y ahora puedo decir que también un mentor. Apenas leí no pude creerlo hasta que terminé de despertar bien, busqué la noticia y ahí estaba la confirmación.
Hace varios años que había perdido el contacto con el que fuera mi profe de tesis. No me sentí inmediatamente afectada, hasta que pasé por el lado del título enmarcado que hay en el pasillo de mi casa. Si no fuera por “mi profe” eso probablemente no estaría ahí. Y los recuerdos de todo ese proceso me rompieron un poco el corazón.
Las clases de cine, en que él ponía pausa cada cinco minutos para explicarnos este cine arte, complejo y enredado, al principio me molestaban, pero aprendí tanto que después entendí su metodología.
En el mundo universitario los profesores no se involucran tanto como los de colegio generalmente, son tan lejanos, tan superiores que parecen dioses que no entienden tus problemas de estudiante. Mi profe no: él se preocupaba de organizar las reuniones de tesis temprano, para que tuviera cuidado en el camino y no me asaltaran, de nuevo. Llegaba con su libreta llena de ideas y textos para que yo lograra lo mejor en mi tesis, porque así son los mejores profesores, se empeñan en sacar lo máximo de sus alumnos sin esperar nada a cambio, sólo estar en ese proceso, verlos crecer.
Aprendí mucha teoría de cine con él, pero mi mejor recuerdo es conversar en el casino de la U sobre lo linda que era, en ese entonces, la última de Terrence Malick con verdadera emoción.
Los profes tienen mil alumnos, a algunos los recuerdan y a otros no. Y probablemente yo debo haber sido una de esas miles que él ayudó a ser profesional y quizá me olvidó, pero yo lo recordaré siempre, cada vez que vea una de Malick o cuando pase por el pasillo de mi casa y vea ese cuadrito enmarcado que dice mi nombre y mi título.
Hablas de Luis Cecereu cierto? si es así uf! éste texto me conmueve de forma muy profunda. Él también fue mi profesor guía y lo recuerdo como un gran maestro y mentor, su mirada tranquila y su sonrisa siempre afable nunca las olvidaré, así como la alegría sincera de volver a verme después de varios años de haber salido de la U.
Lo recuerdo constantemente, y también desperté una mañana leyendo la noticia de su fallecimiento, sentí demasiado no poder acompañarlo en su despedida. Y también, gracias a él tengo ése título enmarcado que miro de repente y al primero que agradezco es a él.