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Perro negro, quiltro e ícono: ¿por qué se adoptan menos perros negros?

Los que dedican su vida a rescatar y dar en adopción animales suelen llamarle el “síndrome del perro negro” y en cuánto ven algún lomito oscuro nacer en las siempre duras condiciones de la calle, saben que lo que viene no será fácil. Es una vergonzosa realidad: la gente no adopta perros negros.

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Por @vegetarianos_hoy

Desde que el estallido social comenzara, el recuerdo del Negrito Matapacos fue poco a poco –entre marchas, consignas y lacrimógenas- reviviendo cómo inspiración en la lucha hasta ver al perro negro erigirse como el ícono, el estandarte indiscutible en medio de la crisis, traspasando incluso las barreras de nuestro país.

Quiltro, sin posibilidad de atribuirle algún lejano parentesco en pedigree; negro y sin pretender adaptarse a ningún canon estereotipado de belleza por tantos buscada a la hora de comprar o adoptar un animal.

Que su figura resalte por el mito urbano en que se convirtió durante 2011 con las movilizaciones estudiantiles, es un caso excepcional en su especie.

Uno de esos dónde su personalidad brilló tanto que hizo al mundo idolatrarlo venciendo los prejuicios sobre su aspecto, una suerte que es negada a la gran mayoría de los quiltros negros de nuestro país.

Los proteccionistas que dedican su vida a rescatar y dar en adopción animales suelen llamarle el “síndrome del perro negro” y en cuánto ven algún lomito oscuro nacer en las siempre duras condiciones de la calle, saben que lo que viene no será fácil.

Es una vergonzosa realidad: la gente no adopta perros negros.

Es más, en Santuarios sin fines de lucro, que se dedican a salvar y dar cobijo a otras especies de animales –generalmente de granja, como cerdos, vacas, corderos o gallinas-, los negros son también los menos apadrinados.

Para los rescatistas es habitual. Se trata de una realidad que pesa pero con la que han aprendido a convivir; una constante lucha por desafiar los pronósticos y hacerlos visibles frente a potenciales adoptantes o donadores.

Una buena amiga que trabaja en una ONG hace más de seis años, me contaba sobre sus esfuerzos.

“Seleccionamos las capitas más coloridas para ellos; a veces sólo a los negritos les ponemos corbatines… a las hembras cintas en las orejas para que destaquen del resto y así una y otra vez con cada caso que nos llega.

Nos ha ido bien, a pesar de todo. Cuando los pones así de bonitos o llamativos, los “likes” y los “compartidos” se triplican en comparación a cuando lo subes sin nada.”

Le pregunto si sabe o cree saber porqué pasa, me dice que no. No lo entiende, pero juega el juego para poder darles un hogar.

No es necesario estar dentro para poder ver el fenómeno, basta darse una vuelta por la página de alguna organización de rescate.

Los perros de raza, perdidos o abandonados por cambios de casa, suelen ser los más solicitados; los cachorros mestizos le siguen, y luego están los perros negros y los más viejos.

En el mejor de los casos, sus hogares temporales terminan conociéndolos, encariñándose y adoptándolos; si no, pasarán su vida esperando en algún albergue.

Teorizar sobre porqué lo hacemos es complejo. Es cierto: los cachorros nos derriten y la belleza física es un estímulo al que parece imposible resistirnos.

También es cierto que cuando vamos a adoptar apenas podemos hacernos una idea de lo que distingue en personalidad a un perro de otro (y, finalmente, todos terminan siendo adorables).

Pero quizás, ahora que lo sabemos, estemos dispuestos a mirar un poco más allá. El cariño a la figura del Negro Matapacos nos está dando una oportunidad.

Y es que si hay algo que podemos rescatar de su historia, es la tremenda oportunidad que nos regala el conocer a un animal en profundidad, ya no sólo a través de su apariencia física.

Empatizar con el mundo interior de otros, con la vejez, la discapacidad, la “fealdad”, el trauma o el abandono puede llevarnos a relaciones estrechas y maravillosas que aún no hemos explorado.

La próxima vez que vayas a adoptar a un animal o a colaborar con un refugio, recuerda al Negro Matapacos. Recuerda no invisibilizar a los negritos.

(La de la foto es Luna, la perrita negra adoptada por nuestra Ana Paula y su familia)

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