“Ñocha Malen” es el nombre del libro, frase que significa mujeres de ñocha y también da nombre a una comunidad de artesanas de la zona de Huentelolén, un caserío entre Cañete y Tirúa, a la orilla del lago Lanalhue, la llamada zona roja del conflicto indígena.
“Me pasé al menos diez años de mi vida así: bajando y subiendo de peso, agrediéndome de manera constante en un círculo sin salida y dándole a la talla de los jeans el poder de controlar mi estado de ánimo, mi voluntad, mi relación con el resto y, principalmente, conmigo misma”, confiesa en un texto inicial
Y aunque hace muchos años me juré no salir de una librería sin un libro de cocina bajo el ala, hace un tiempo me había hostigado tanta gente metiendo la cuchara en el tema y cumplía mi promesa sin genuino entusiasmo.
Harari afirma que llegará el día en que viviremos tiquitaca hasta los 500 años. Y de ahí se pregunta, por ejemplo, cómo serán entonces las relaciones con los hijos con quienes tendremos un recuerdo distante de cuando eran niños y dependían de nosotros. Y ni hablar de la pareja para toda la vida, de la monogamia.
Todo este tramo de memorias es fascinante. Muestra cómo era el Chile antes del imperio del retail y debería ser lectura obligatoria de los interesados en el desarrollo económico de Chile, aterrizado a la vida del ciudadano común.
De Los Ríos rescata y dibuja cosas que nos fascinan: el canelo, árbol sagrado de los mapuches, y esa bailarina rosada que crece junto a los helechos en la selva húmeda sureña, el chilco, que en mapudungun significa aguachento, y yo prefiero llamar fucsia.
Este 7 de septiembre inaugura exposición a beneficio de Arte Ayuda, iniciativa de Paréntesis, fundación que trabaja con personas de extrema pobreza con problemas de consumo de drogas y alcohol.
Quizás por deformación periodística, al mirar las fotos, que resultan hipnóticas, de una belleza dura y conmovedora, uno quisiera conocer los nombres, saber las historias, el momento justo en que esas vidas se amarraron y cuánto duró el recodo que hicieron en el camino.
“Sí, he sido rechazado, pero es más difícil y humillante soportar que te publiquen y no te lean, que ser rechazado. El 90 por ciento de los libros que se publican no tienen ningún eco. Eso es peor que ser rechazado”.