Mujeres que saben: las brujas de ayer y hoy

Mujeres que saben: las brujas de ayer y hoy

Hasta el día de hoy si a una mujer le dicen “bruja” es algo negativo, es una mujer que es -por lo bajo- controladora y de mal genio. Es básicamente el concepto usado para definir a una mujer que es lo opuesto a lo que desea un hombre.

Mujeres que saben: las brujas de ayer y hoy
por Javiera, foto: Mujeres rodean una sepultura, circa 1940. Colección Biblioteca Nacional.

Las mujeres tienden a saber. Hay una importante cantidad de conocimiento del mundo, de la naturaleza, de los otros, que está depositado en las mujeres. Es un conocimiento ancestral, primitivo, cotidiano pero también mágico.

Están las mamás, las abuelas, las machis, las parteras, las doulas… Todas saben cosas que otras mujeres les enseñaron, y antes de ellas, hubo otras que lo aprendieron o descubrieron. Así, por milenios, se ha ido armando una suerte de cadena de conocimiento un tanto intangible, pero que perdura hasta hoy y lo seguirá haciendo mañana.

Las mujeres históricamente han sido quienes llevan esa cadena, han sido repositorios de una serie de información primordial que va desde qué agua de hierbas tomar para el dolor de guata, secretos de cocina, hasta cosas definitivamente más trascendentales.

Y antes de nuestras madres y machis estuvieron las brujas.

Las brujas generalmente son personificadas como mujeres malas y -como si fuera también algo malo- además son viejas, feas y con verrugas en la cara. Hasta el día de hoy si a una mujer le dicen “bruja” es algo negativo, es una mujer que es -por lo bajo- controladora y de mal genio. Es básicamente el concepto usado para definir a una mujer que es lo opuesto a lo que desea un hombre.

Mientras que el brujo es lo contrario, es alguien sabio a quien ni siquiera se le dice “brujo” sino “mago”. Un alquimista, un ser luminoso que por cierto no tiene verrugas en la nariz (es cosa de comparar las imágenes de witch y wizard en Google).

Y por supuesto, nunca ha existido el concepto de “brujo” para catalogar negativamente a un hombre.

Las brujas eran consideradas peligrosas a tal punto que fueron perseguidas. Lo que pasó en Salem fue real, hasta ahí llegaron colonos calvinistas (puritanos) provenientes de Europa, con rígidas normas sociales y religiosas, y donde las mujeres que sabían demasiado y que no respondían al canon de ese entonces eran un peligro que debía ser eliminado.

Se estima que en 1692 ejecutaron a cerca de doscientas personas (y dos perros) por creer que tenían pactos con el diablo. La mayoría de los asesinados fueron mujeres, razón por la cual algunas feministas de hoy han tomado a las brujas como íconos en su lucha por la equidad de género, porque fueron perseguidas por no ser como se suponía debían ser las mujeres, porque tenían un poder (la “magia”) por sí mismas (hay incluso un curso en The New School sobre el legado de las brujas, del que pueden saber más en el recuadro).

Un ejemplo es lo que se dijo de la tercera bruja que colgaron en 1656: el ministro/sacerdote la acusó de “cometer la ofensa capital de tener más ingenio que sus vecinos”, según un artículo de The New Yorker. O “cuando una mujer piensa sola, piensa en el mal”, como reza un texto del siglo XV que cita la misma publicación. Es decir, una mujer con pensamiento propio no existe, sino que se explica como algo paranormal. Y ya fueran viejas, feas, o de color verde como en el Mago de Oz, las brujas siguen existiendo y se siguen reuniendo.

Como sabemos, los aquelarres eran las reuniones que convocaban a las brujas, donde se hacían hechizos y se invocaba al diablo. Hoy -creamos o no en las brujas- es un hecho que las mujeres siguen la tradición de juntarse con otras mujeres. Parece algo obvio, todos lo hacen, los hombres también se juntan entre ellos, pero en esos grupos femeninos recibimos una compañía, comprensión y contención que no obtenemos de otros grupos, y en estos aquelarres contemporáneos, las mujeres aprendemos y enseñamos.

Nunca sabremos si lo que sucede (y lo que se siente) en un grupo netamente masculino es similar, pero las mujeres bien podrán decir que al juntarse con otras mujeres asisten a la permanente creación de una comunidad en particular. Cualquier mujer puede decir que ahí, en ese círculo protegido compuesto por mujeres, ronda una atmósfera de hermandad, a veces implícita. Puede ocurrir incluso cuando las asistentes no son tan amigas, pero algo hay, medio inexplicable, que nos hace conectar con ellas aunque técnicamente no seamos tan cercanas.

Pareciera que todo se reduce y se explica por lo obvio: somos mujeres. Nos une esa cadena de pequeños grandes conocimientos y una herencia histórica de tender a reunirnos.

En tribus antiguas las mujeres se juntaban cuando comenzaban su ciclo menstrual y lo siguen haciendo hoy algunas culturas en Mali, África. Si bien en la actualidad los de Occidente entendemos esta tradición como una forma de control por parte de los hombres y de mantener alejadas a quienes están “sucias”, ese ritual se está replicando de manera voluntaria por mujeres que buscan juntarse con sus “hermanas”, como lo están haciendo algunas en Gran Bretaña a través del movimiento Red Tent (Carpa Roja) y lo hacemos nosotras también, de manera cotidiana y sin tener necesariamente un movimiento detrás.

Las brujas de ayer y sus aquelarres, las abuelas que se juntan a tomar té o bordar, o las mujeres de hoy que se reúnen a planificar la próxima marcha por la equidad de género nos demuestran que en esos momentos, por alguna razón medio mágica y difícil de explicar a alguien que no sea ni se sienta mujer, nos sentimos lo suficientemente resguardadas para reír, llorar, compartir secretos y sentirnos como en casa, todo a la vez. Debe ser porque cada vez que nos juntamos estamos fortaleciendo esa hermandad histórica que las mujeres hemos ido construyendo por milenios.

Esta nota es parte de la revista digital Zancada 2017, dedicada a distintas formas de hermandad entre mujeres.

También te puede interesar: ¿Por qué las mujeres trabajamos más horas que los hombres?; ¿Qué puedo hacer yo para erradicar el machismo cotidiano?; Ley Antonia y la violencia en el pololeo.

*Si quieres escribir en Zancada, manda tu texto con título y nombre con el que quieres firmar a [email protected] en un mail titulado TEXTO. Como siempre, si va con nuestra línea editorial felices lo publicaremos.

5 Comments

  1. excelente post!! Podrían seguir la misma línea y hacer una sección dedicada a diferentes tipos de juntas o tribus femeninas
    Saludos

  2. Que lindo… El otro día pensaba en cómo se comparten los secretos de cocina… Yo amo los de mis abuelas… Y lo que me heredó mi mamá. Es un conocimiento adquirido de forma espontánea. Ellas siempre saben que hacer.

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