Escritores, editores y fantasmas protagonizan “Los muertos no escriben”, la nueva novela de Emilio Ramón.
El autor de títulos como “Noches en la ciudad”, “Labios ardientes” y también editor de Santiago Ander, lanzó su nueva novela inspirada en el mundo editorial independiente.
Emilio Ramón, licenciado en Letras y magíster en Literatura, publicó su primera novela, “Labios ardientes” en 2014, y en 2016, creó su propia editorial, Santiago Ander. Ahora, acaba de lanzar “Los muertos no escriben” (editorial Los Perros Románticos, $12.000), que cuenta, a través del humor negro, la parodia y el drama –y con muchas referencias al rock–, la historia de un grupo de amigos escritores underground que se animan a crear su propia editorial en un lúgubre edificio.
Parece ser que el escritor fuera protagonista de su propia novela. Ramón cuenta por qué creó su propia editorial: “Los mismos problemas de precariedad que viví como escritor fueron una de las motivaciones para decir ‘oye, eso yo también puedo hacerlo’. Ahí nos juntamos con un grupo de amigos y decidimos fundar nuestra propia editorial, acercándola a los libros que nos gusta leer: de música, de punk y de narrativa bien callejera”.
En “Los muertos no escriben”, Camilo K es un escritor que tuvo éxito con su primer libro, pero que ahora lo dan casi por muerto. Entonces, decide que la mejor idea para revivir dentro del mundillo de la literatura independiente es fundar su propia editorial con sus amigos.
Junto a Chancho Seis, Karina Valium y Felipe Dell’Orto se dedica a buscar la que será su primera publicación en la editorial Perro Muerto. Lo que no saben es que el edificio Morgue, donde se encuentra la oficina, está lleno de misteriosos y espectrales vecinos.
En la novela, cada personaje va contando en primera persona su situación. Ramón señala que usó esta técnica por “Trainspotting”, la novela de Irvine Welsh. “Me encantó la idea de tener varias voces distintas y el desafío de lograr que cada una fuera particular y creíble. Me parece una manera más dinámica y divertida de contar una historia, con todos esos juegos de perspectivas que se van generando en los grupos humanos. Y esa idea me quedó rondando en la cabeza hasta que decidí empezar con esta novela usando ese estilo”.
Sobre el uso de fantasmas explica que le parecen interesantes como personajes, “porque pueden representar muchas cosas, que van desde lo más literal, lo metafísico, hasta lo más simbólico o metafórico” y agrega que la idea surgió principalmente de la película “Mystery Train”, de Jim Jarmusch, ambientada en un hotel de Memphis, donde se dice que hace sus apariciones el fantasma de Elvis Presley.
—La elección de los nombres de los personajes obviamente no es casual y le da el toque de comedia en el relato, ¿su novela es una especie de parodia literaria del mundo editorial independiente en Chile?
“Claro, los nombres de los personajes, de las editoriales, de los libros y hasta los de las calles son intencionados. Algunos son homenajes o referencias, otros son símbolos, pero también hay parodia. Traté de escribir una novela que funcionara en distintos niveles, uno de ellos la parodia, con mucho humor negro. Y es que el mundo de la literatura independiente en Chile a mí me parece muy gracioso”.
—¿Esto permite dar cuenta de lo precario y abandonado que está el sector editorial independiente en el país?
“En Chile, en general, el mundo del arte y la cultura están más que abandonados. A nadie le importa, excepto a los que estamos adentro. En ese sentido es gracioso que haya mucha gente que se pavonee por haber sacado un libro o dos y haber tenido un par de notas en la prensa o haber ganado algún fondo concursable. Más que criticar o dar cuenta del abandono, es una carcajada sobre los que se las dan de grandes personajes dentro de esa precariedad”.