por La Torrance Shipman, foto: Cuxx
Hace un par de semanas en el Club de Lectura de la Fábrica Zancada, revisamos el libro Bordados de Marjane Satrapi, historietista iraní, mundialmente conocida por su novela gráfica de cuatro tomos: Persépolis, una maravilla visual, que cuenta con talento la historia política de su país, y por medio de sus vivencias, lo que significa ser una mujer dentro de su cultura. Esta obra fue llevada al cine, mediante animación el año 2007, ganando el Premio del Jurado en el Festival de Cannes.
En Bordados, la autora nos presenta al principio una pequeña aclaración respecto del significado de esta palabra, porque en francés, idioma original del libro, no sólo hace referencia al adorno de un tejido con costuras en relieve, sino que también se le denomina así al juntarse a copuchar, me pareció que es similar al término de “sacar el tejido” que se usa acá en Chile. Y en una tercera acepción, se le llama así a la reconstrucción quirúrgica del himen, un tema relevante y que se repite en el texto, donde las mujeres recurren o desean recurrir a ella, ya sea para cumplir con la exigencia de virginidad al momento de casarse, que en caso de no cumplirse trae graves consecuencias para ellas y sus familias, o simplemente tras múltiples embarazos, para recuperar la tonicidad e intentar mejorar su vida sexual.
Esta novela gráfica nos muestra cómo un grupo de mujeres de diferentes generaciones se juntan a conversar, sin miedos, relacionadas por vínculos de familia o de amistad, donde todo lo que se dice es de manera honesta, y con mucho humor, y es justo esto, lo que la hace real, las mujeres podemos identificarnos en esa capacidad de reír, entre nosotras de nosotras. Y siento que desde ese universo, donde no nos tomamos tan en serio las alegrías y miserias, propias y ajenas, podemos pasar horas con las lanas, los palillos, las agujas de las palabras, usando el lenguaje para sanar, para “airear el corazón”, como dice la abuela de la protagonista.
A partir de bellos dibujos, donde basta un color negro sobre un fondo blanco, cada mujer es una versión de lo que se supone debería ser en el mundo islámico, que se diferencia en menor o mayor medida del estereotipo masculino impuesto, pero siempre dentro de la confidencia del mundo femenino. Por ejemplo, el hecho de que a una mujer tenga sexo antes de casarse, en Irán, no es sólo un tabú, es también un delito perseguido por los tribunales de justicia, convirtiéndose en un estigma para toda la familia, entonces, en medio de este mundo gris, Bordados nos muestra la existencia de un mundo privado, que se convierte en un lugar protegido para aquellas mujeres, donde no temen ser juzgadas, donde existe empatía por el dolor en la vida de la otra.
Desde la perspectiva de nuestro país, puedo observar cómo son también necesarios estos espacios, en este 2016 hemos sido testigos de que aún hay mucho terreno por ganar. Las mujeres construimos cultura, dentro de la esfera privada desde siempre, el paso hoy es hacerlo desde lo público, para que construyamos nuestra identidad, respetándonos, y seamos capaces de abrirle un espectro de posibilidades a aquellas que vienen después. La relevancia entonces del arte de conversar entre mujeres, está en la prerrogativa de ser libres y sinceras, siendo simplemente nosotras, para así comprender el mundo ajeno, y encontrarnos en toda nuestra extensión.