por Cata Navarro
Hace años descubrí que cocinar me relaja. Me gusta inventar nuevas recetas con lo que haya en casa, jugando con los ingredientes, mezclando colores y en general variando permanentemente las recetas para sorprender a quienes las disfrutan. Es que cuando algo me queda rico, me quedo un poco pegada y cocino muchas veces el mismo plato en una temporada.
Las inspiraciones para variar un poco los platos pueden ser muchas; las ganas de cocinar con algún condimento o ingrediente en particular, verse obligado a cambiar dada la falta de algún ingrediente en la casa, la maña de algún comensal… Esta vez, la inspiración vino por el soporte. Sí, por la fuente.
Siempre me han fascinado los implementos de cocina enlozados (platos, tazas, bowls, teteras, etcétera). Creo que tienen ese toque tradicional, casero, que le da un calor especial a las cosas que uno sirva o contenga en ellos. Hace unos días, pasando por un puesto de antigüedades me encontré con una hermosa fuente enlozada, pesada, carreteada, verde con flores blancas. Una maravilla que no pude dejar de comprar ¡a pesar de estar en un periodo personal de austeridad! Lo intenté, pero no pude dejar pasar la posibilidad de llevármela y cocinar en ella.
Partí a mi casa feliz, la lavé bien y puse manos a la obra. Había pollo -cero novedoso en mi cocina-, así es que decidí hacer una quínoa bien simple, unas verduras salteadas (zapallo italiano, zanahoria y pimentón) y el pollo al horno. La inspiración me la dio el verde de mi nueva y hermosa bandeja para la cocina. Es verde, como el romero… por primera vez usé el romero que tengo en mi ventana y una sal de mar con limón de pica que me regalaron hace un tiempo. Los tutos de pollo se veían espectacularmente bien con las ramas de romero en la bandeja verde enlozada.
Media hora aprox. en el horno. El olor del romero invadió la cocina y, y me lucí con mis exigentes comensales. Quienes por supuesto, repararon en mi nueva adquisición.