Leonard Mlodinow: un gran científico de paso por Chile

Leonard Mlodinow: un gran científico de paso por Chile 1
por Sol

Este señor de apellido extraño suele ser destacado en los medios de comunicación por ser “amigo” de Stephen Hawking y uno de los guionistas de Star Trek y MacGyver. Pero Leonard Mlodinow es mucho más que eso: es uno de los científicos más importantes de nuestro tiempo y la buena noticia es que está de visita en Chile.

Mlodinow ha escrito muchos otros libros interesantes. En abril de este año publicó “Subliminal”, en el que explica cómo el inconsciente domina nuestro comportamiento y advierte que muchas veces tomamos decisiones basadas en emociones o estados de ánimo, pero que están lejos de ser racionales. En “El caminar del borracho” (2009) el científico muestra cómo nuestras vidas están marcadas por eventos que ocurren fuera de nuestro control –como el lugar donde nacemos o la buena o mala suerte que tengamos-, y no todo depende de nuestro libre albedrío.

El martes 26 de junio, Mlodinow –nacido en EE.UU. y de ascendencia polaca- realizó una conferencia ante más de 700 personas en el Teatro Municipal de Las Condes, inaugurando un ciclo de charlas organizado por Celfin Capital llamado “The Talk”, el cual traerá a nuestro país reconocidos expositores mundiales de diversos temas (se rumorea que el próximo invitado será el editor de The Economist y que vendrá en octubre).

En la charla, Mlodinow habló sobre “El gran diseño”, libro escrito junto a Stephen Hawking y publicado en 2010, que causó gran revuelo mundial, ya que allí los autores afirman que para la creación del universo no sería necesaria la existencia de Dios, sino que éste ocurriría debido a una secuencia de las leyes de la naturaleza.

Si quieren saber más sobre este Mlodinow, no se pierdan este viernes a las 22:30 hrs. la entrevista que le realizó Consuelo Saavedra para el programa “Radar 24 Horas” en el canal 24 horas.

8 Comments

  1. Recomiendo “El andar del borracho”, lo leí en un momento maaalo y si bien no es que me ayudó sí me hizo pensar cómo se conjugan las cosas para llegar a tomar las decisiones que tomamos.

  2. Ay si me llego la invitacion de la conferencia pero quedaba muy lejos, tengo mucha pega y aparte no la anote para recordar. Genial que venga gente así, ojala se halla llenado el salon.

  3. Excelente , cautivante entrevista al gran científico Leonard Mlodinow. Felicitaciones Consuelo .Buscaré sus publicaciones.-

  4. OXITOCINA : NEUROHORMONA DEL
    AMOR INCONDICIONAL Y LA FELICIDAD

    La felicidad es saber quién soy, conocer nuestro ser esencial. Y el combustible que nos ha proporcionado la existencia para saberlo, incluso a un nivel preverbal, es el amor incondicional. En palabras de Deepak Chopra “nuestra identidad auténtica se aloja en una conciencia fundamental más allá de la mente, el intelecto y el ego (…) lo que somos trasciende el espacio, el tiempo y las relaciones de causa y efecto. Nuestra conciencia fundamental es inmortal. Si llegamos a conocernos en este nivel no volveremos a sufrir” (1).

    Esto implica la revelación de la unidad esencial con el universo, donde todos somos uno, la liberación de la prisión del dualismo, lo que conlleva a la superación del condicionamiento social, del control esclavizante generado desde hace seis mil años por un sistema y una cultura patriarcales, esto es, por la dominación del fuerte sobre el débil, dualismo que se fundamenta en el poder opresor, en la codicia y el tener, en la explotación y el saqueo, en el miedo y la crueldad, en el sufrimiento, en las jerarquías, en la sobrevivencia del más fuerte, en el Estado y sus leyes como armas de los dueños del poder dominador, en falsas creencias como la democracia, las ideologías políticas y los dogmas religiosos, con lo cual se ha logrado una perversa y brutal separación entre los seres humanos, entre estos y la naturaleza y, sobre todo, entre el ser social o conciencia patriarcal y el ser esencial de cada uno. La conciencia patriarcal incluye el amor patriarcal que no es otra cosa que el amor condicionado o falso amor. Amor patriarcal en el cual se fundamentan las relaciones de pareja, de familia y de amistad hasta hoy, cuya consecuencia inevitable, por su falsedad y carácter vejatorio, es la infelicidad global.

    Es por ello que el promedio máximo de vida en el sistema y la cultura patriarcales no supera los cien años, aun cuando nuestros cuerpos están diseñados para durar muchos más años. En palabras de Gregg Braden, “Los cien años aproximadamente que consideramos la duración de la vida humana parecen ser el límite de tiempo que podemos soportar los dolores no resueltos del alma. En otras palabras, la marca de un siglo puede estar diciéndonos cuánto tiempo podemos soportar la tristeza y las decepciones de la vida” (2).

    Pues bien, a pesar del sistema y la cultura patriarcales (posteriores a las sociedades centradas en el derecho materno y la cooperación), los nuevos conocimientos, surgidos de la permanente e inevitable dinámica de cambio y renovación de la naturaleza en todas sus expresiones, comienzan a superar muchas de las falsas creencias instituidas por el patriarcado, una nueva conciencia en campos como el de la física, la química, la biología, la medicina, la filosofía, la espiritualidad, etcétera. Aun cuando el poder dominante ha tratado de impedir por todos los medios su popularización.

    Entre los investigadores que están desarrollando esta nueva conciencia encontramos a Candace Pert, una gran bióloga molecular quien descubrió “un sistema de comunicación en todo el cuerpo mediado por las moléculas de los péptidos y sus receptores, a las que percibe como la base química de las emociones”, lo cual quedó ampliamente explicado en su libro “Molecules of Emotion” (Moléculas de Emoción). “Se hizo evidente que todo lo que sentimos, cada emoción, produce un químico o un conjunto de químicos específicos correspondientes. Tales químicos, neuropéptidos o moléculas de emoción (MOE) son una cadena de aminoácidos, conformados por proteínas, elaborada en el hipotálamo. (…) Lo que significa esto es que cada emoción tiene un químico asociado (MOE) y que es la absorción de este químico en nuestro organismo por parte de las células lo que da lugar a la sensación de dicha emoción” (3).

    Con el descubrimiento de la doctora Pert –y muchos otros que se han desarrollado a partir del conocimiento de la existencia de la física cuántica- queda plenamente superado el falaz fundamento de la “ciencia” patriarcal basado en el materialismo “científico” cartesiano donde el mundo invisible de los sentimientos, las emociones, los pensamientos, la mente y el espíritu y todo lo que no perteneciera a un universo físico y tangible quedaba por fuera de la “ciencia” analítica y era considerado peyorativamente como metafísica. El fin del dualismo cartesiano entre materia y espíritu y la demostración de la unidad esencial del universo a partir de descubrimientos como el de la doctora Pert, muestran el camino hacia la unidad de todo y de todos basado en la química del amor incondicional (emociones positivas) y, por tanto, de la felicidad auténtica en oposición a la química del miedo y sus similares como el estrés (esfuerzo) y el sufrimiento (emociones negativas) que caracterizan a la sociedad patriarcal.

    Es en este punto donde cabe destacar otro de los descubrimientos de la medicina de la nueva conciencia, medicina de la unidad o medicina holística, relacionado con las propiedades desconocidas hasta ahora de una neurohormona encontrada en 1906: la oxitocina.

    Descubierta por el fisiólogo inglés Henry Dale en la glándula pituitaria (Hipófisis). Dale se dio cuenta que esta sustancia aceleraba el parto y estimulaba la lactancia. Le dio el nombre de oxitocina derivado del griego que significa “trabajo rápido de parto”. Aun cuando por el significado pareciera ser una sustancia exclusiva del sexo femenino no lo es, puesto que es común a ambos sexos y su presencia es potencialmente la misma en todos los mamíferos. Ahora se sabe que existen receptores de oxitocina en todas las células del cuerpo, en particular las del corazón, que es el campo de energía donde se generan los sentimientos, como lo comprobó el Instituto Heart Math (4).

    En sus investigaciones el Instituto Heart Math demostró que el corazón emite campos electromagnéticos que cambian de acuerdo con las emociones; que el campo magnético del corazón puede ser medido a un par de metros de distancia del cuerpo; que las emociones positivas producen beneficios fisiológicos en el cuerpo; que las emociones negativas crean caos en el sistema nervioso y que las emociones positivas hacen lo contrario; que el corazón tiene un sistema de neuronas que tienen memoria a corto y largo plazo y que las señales que el corazón envía al cerebro pueden afectar nuestras experiencias a nivel emocional; que las ondas cerebrales de la madre pueden sincronizarse con los latidos del corazón de su hijo; que el corazón envía más información al cerebro que a la inversa; que las emociones positivas ayudan al cerebro en la resolución de problemas con creatividad e imaginación (5). Estos descubrimientos ponen de manifiesto la gran importancia que tienen los receptores de oxitocina en el corazón.

    La oxitocina funciona simultáneamente como un neurotransmisor a través del sistema nervioso y como hormona en la sangre por eso se la considera una neurohormona. Pero como señala el naturópata Juan Carlos Mirre “pronto se encontró que además de por la hipófisis esta hormona también es segregada por los órganos sexuales. Y hoy se sabe que además juega un papel fundamental en el acto sexual tanto como estimuladora del flujo vaginal en la mujer como en los mecanismos de erección y producción de testosterona en el hombre” (6). Esta neurohormona se disminuye o se agota inevitablemente a causa del sistema y la cultura patriarcales fundamentados principalmente en el miedo y el estrés (esfuerzo), lo cual hace que el organismo genere otras moléculas de emoción negativas llamadas cortisol y adrenalina, unas hormonas antagónicas de la oxitocina que impiden que ésta se produzca.

    En el mismo sentido el doctor Josef Zehentbauer, médico y sicoterapeuta alemán de la nueva cultura, dice:

    “La oxitocina solo se conocía como una hormona que eliminaba los dolores del parto y que hacía subir la leche al pecho materno. Pero la oxitocina puede realizar más cosas: si, durante un experimento, se le inyecta a un conejo o una coneja una considerable dosis de oxitocina se desarrollarán en ambos sexos unas ansias de amor, que desembocarán en una necesidad imperiosa de copular. Los mismos deseos pueden experimentar las personas cuando su nivel de oxitocina en la sangre es muy elevado.

    “Una concentración de oxitocina más moderada estimula otros deseos: se despiertan los instintos maternales y, en los animales utilizados en los experimentos, los machos se convierten en abnegados padres. Un nivel medio de oxitocina muestra otros efectos visibles, independientemente de la situación padre-hijo: se despierta la necesidad de un contacto más profundo; la relación con los que nos rodean es más amistosa, como si la oxitocina fuera el transmisor del deseo de amar al prójimo.

    “Lo contrario ocurre cuando el nivel de oxitocina en la sangre es muy bajo, o cuando desaparecen los correspondientes receptores en el cerebro. De esta forma es como aparecen lo solitarios dentro del mundo animal. Cuando falta la oxitocina puede generarse incluso un ímpetu asocial; el conejo, que antes se preocupaba tanto por sus crías, puede llegar a devorarlas” (7). Hoy todo parece indicar que el autismo, un desorden de difícil tratamiento en que el individuo se aísla y se encierra en sí mismo, es causado por una grave deficiencia de oxitocina, que comienza a resolverse suministrando dicha neurohormona.

    Un ejemplo que ilustra aún más las grandes virtudes de la oxitocina lo trae el bioquímico y fisiólogo Michael Colgan en su libro La salud hormonal cuando cuenta que “El doctor Timothy Murrell, profesor de medicina en la Universidad de Adelaida, ha demostrado que la estimulación de los pechos y de los pezones, succionándolos y apretándolos, hace que el cuerpo femenino produzca la oxitocina, una hormona que contrae a unos diminutos músculos existentes en los pechos. Esas contracciones presionan a unas pequeñas glándulas en forma de saco que es donde se acumulan las toxinas, liberándolas, tanto a través de los pezones como en la corriente sanguínea para ser excretadas. Las investigaciones del doctor Murrell demuestran que la estimulación frecuente de los pechos y de los pezones genera un poderoso efecto protector contra el cáncer de mama” (8).

    Para la medicina de la nueva conciencia la oxitocina es una neurohormona que suplementada correctamente y de una manera constante genera la química del amor incondicional y en consecuencia profundos sentimientos de unidad tranquila, de cooperación o ayuda mutua, de amistad, de compasión, de atracción –junto al deseo de compartir y de aproximación física-, de seguridad, de calma, de bienestar, de salud plena. Todo esto conduce a la formación de lazos estables y fuertes en el amor erótico, el amor marital, el amor maternal, el amor fraternal y al descubrimiento de la verdadera autoestima. Y, en consecuencia, a una larga vida llena de energía y vitalidad.

    El amor incondicional al hacer que se manifiesten los sentimientos propios de la naturaleza, sus vibraciones más equilibradas y armoniosas, es el que permite la plenitud del crecimiento, el desarrollo y la salud en concordancia con la bondad del universo. El amor incondicional es el sentimiento de nuestro ser esencial, de nuestra conciencia fundamental, del saber quienes somos, de la felicidad.

    Notas:

    1. Deepak Chopra, La receta de la felicidad. Editorial Grijalbo, Colombia, 20010, págs. 21 y 22.
    2. Gregg Braden, La curación espontánea de las creencias. Editorial Sirio, España, 2009, pág. 141.
    3. William Arntz y otros, Y tú qué sabes. Editorial Kier, Buenos Aires, 2007, págs. 270 y 159-160.
    4. http://www.heartmath.com
    5. https://www.youtube.com/watch?v=Yn055ATxJkw
    6. Discovery Salud No. 136.
    7. Josef Zehentbaeur, Drogas Endógenas. Ediciones Obelisco, España, 1995, pág. 204;
    8. Michael Colgan, La salud hormonal. Editorial Sirio, España, 1996, págs. 53 y 54.

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