#BibliotecaZancada por Francisca Tapia de Biblioteca Viva
Al final, los caminos se abren, reflexiona Arlene de 36 años. Hace un par de años decidió cambiar el rumbo de su historia emigrando desde las ciencias sociales, que constituían su profesión como Socióloga, hacia el mundo de las artes que eran su real afición, una decisión que asegura fue clave en el desarrollo de su vida. Hoy trabaja como asistente técnico del programa Viva Leer de la región de Arica y Parinacota, con ello ha podido desempeñar sus labores de la mano de la literatura y el lenguaje plástico. Creo que la vida ha sido muy amable conmigo y es maravilloso poder dedicarse a lo que a uno le apasiona, asegura.
¿Qué libro estás leyendo (o fue el último que leíste)?
Acabo de terminar Incesto de Anaís Nin, de editorial Siruela. Este libro es la versión sin filtro de los diarios de vida originales, que correponde a las vivencias de los años 1932 a 1934. Los diarios de vida de Anaís Nin son el testimonio de sus inquietudes artísticas, así como el camino que recorrió en su vida personal, el querer llevar una vida diseñada por sí misma, desde sus propias inquietudes, su necesidad profunda de autoconocimiento. Entonces este libro es irreverente por eso, porque es Anaís más íntima y real que podrías encontrar.
¿Hay algún personaje literario que te gustaría conocer? ¿Qué le dirías?
Me gusta el personaje de Remedios, la bella, del libro Cien años de soledad de Gabriel García Márquez, me inquieta el aroma natural de Remedios, como un elixir fatal y su naturaleza única que termina con la ascensión al cielo de esta criatura extraordinaria. Le preguntaría por los mundos oníricos que vivía.
Dos autores que cambian vidas.
Antoine de Saint Exupery. El principito es un libro que hace inolvidable a su autor, y que uno lee de pequeño. Pienso que el pasaje de la boa y el elefante es una imagen conmovedora, que al menos para mi fue de una belleza increíble. En la enseñanza media recuerdo mi encuentro con Herman Hesse: Siddhartha, Demmian, El lobo estepario, son historias que abren preguntas durante la juventud, en ese típico periodo existencialista de la adolescencia, que luego olvidamos, para reencontrar el camino espiritual a veces un poco tarde.
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