La devorable realidad de la fotógrafa Araceli Paz

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por Cux, fotos: Araceli Paz

La fotógrafa chilena Araceli Paz me enganchó apenas la conocí -virtualmente-, cuando descubrí que las fotos de comida podían ser hermosas, sin necesidad de ser maqueadas, siendo más bien “desordenadas”, honestas, reales. Los platos dejaron de ser aparentemente perfectos y fueron simplemente devorables. Cuando supe que además trataba de fotografiar siempre con luz natural, sin necesidad de focos ni flashes, me gustó mucho más.

Esa es una pega que yo valoro: ser lo suficientemente paciente para disparar y lograr que pase la luz que tiene que pasar por el diafragma es alucinante, y ahora que me doy cuenta que viaja y viaja haciendo mucha foto
editorial en los lugares que a ella mas le gustan y gozando con esto, nos hizo todo el sentido saber más sobre su vida y trabajo.

Araceli ha publicado sus fotos en revistas de gastronomía como Uva y Cobe, en libros de cocina ha trabajado de la mano de Rodolfo Guzmán y de Pilar Rodríguez, cocineros chilenos de alma. Aunque viva viajando creo que su raíz está en Chile, y me encanta que muestre al mundo su talento chileno. Aquí sus respuestas -que además son hermosas-:

¿Cuándo o cómo uniste la comida con la fotografía?
La comida siempre fue mi columna vertebral y no solo desde el punto de vista alimenticio. Mi abuelo tuvo un restaurante dentro de una bencinera Shell del que luego se hicieron cargo mis padres, en Los Vilos. Era un lugar enorme y atendía 24 horas, 365 días al año, en la carretera hacia Coquimbo y parada obligada de todo el mundo porque en ese tiempo no había dónde más comer o cargar bencina desde Santiago a La Serena. Vivíamos en el mismo terreno, mis padres hacían turnos día y noche, se encargaban de todo el proceso de compra de productos, contrato de personal, etc. Yo desde que tengo uso de razón sé como funciona un restaurante y me tocó trabajar ahí (con muchísimo gusto por lo demás) desde muy pequeña. Lo que más me gustaba hacer era estar en la cocina cantando comandas.
Pasados los años y sin darme cuenta, cuando estudié fotografía y decidí especializarme en productos, caí en la foto gastronómica casi por inercia. Era lo que tenía que hacer, sin más, nací y me crié para eso.

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¿Prefieres hacer el pack completo: cocina, estilismo, fotografia y retoque de fotos de comidas o te quedas con una de ellas por separado?
Tengo una personalidad un poco controladora, me cuesta mucho delegar y también expresar en palabras los resultados que espero e imagino en mi cabeza. Por eso me resulta más eficiente trabajar con un equipo reducido con el que llevo un buen tiempo trabajando pero, sí, me involucro en el proceso completo; sobre todo estilismo y fotografía. Eso me cuesta mucho dejarlo para otro. Me gusta hacerlo, disfruto de eso. Aunque me viva quejando de que estoy sobrevendida, llega un día de estar desocupada y me aburro.

¿Por qué la luz natural?
Creo en el poder del contexto. En que el espacio y el tiempo que rodean a un plato son fundamentales para expresar la idea que esa preparación necesita comunicar. La luz natural es noble, tan variada y ayuda tanto a reforzar los conceptos.
La luz artificial por lo general aplana y regulariza algo que está tan lleno de emociones, recuerdos y evocaciones como la comida.

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¿Qué es lo que más te gusta y lo que más te cuesta de cerrar la mochila y partir en cada viaje?
Me gusta vivir de turista. Esa sensación de que todo te parece nuevo, bello, impresionante. Me parece increíble poder alucinarse aún de esta manera a mis 30 años, y el mundo es tan grande que estoy segura de que me va a faltar tiempo para seguir impresionándome. Los años que viva no me van a alcanzar. Esa es mi manera de medir el tiempo de mis estancias, una vez que dejo de mirar al cielo como si tuviera 5 años, es hora de irse.
Despedirse es horrible. Todos los días, sin excepción, me despido de alguien con quién formé algún tipo de lazo. Sea gente que dejo yo atrás o que debo despedir desde el lugar en donde estoy.
Estar lejos de mi familia y no poder armar un paquete para irnos todos juntos cada vez que me voy es algo que no asumo muy bien.

A qué lugar del mundo invitarías a un/a amigo/a a una ruta de comidas.
Definitivamente México. Tienes de todo cuanto hay. Todos los sabores, texturas, colores y temperaturas. Se puede comer bien desde la calle hasta un restaurant de fine dining. Desde la playa hasta la sierra. Desde la misma milpa hasta una empresa de cadena. Las opciones de encontrarte con algo bueno son definitivamente más altas que toparte con una mala experiencia. La cultura gastronómica de este país es alucinante e incomparable.

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Dulce o salado para comer.
Tengo una preocupante debilidad por lo dulce. Adicción le dicen. Estoy recurrentemente cada cierto tiempo haciendo desintoxicaciones de azúcar porque me hace muy mal, de verdad es una droga bien fea, pero no puedo evitar volver a caer en chocolates, galletas y pasteles. Podría vivir adentro de uno.

Dulce o salado para preparar.
Salado. Me gustan las posibilidades que ofrecen los ingredientes/productos salados para la gente común y corriente, sobre todo los vegetales. Hay recetas tan simples que quedan increíbles con poco esfuerzo.

Dulce o salado para fotografiar.
Ambos, no discrimino mientras esté hecho con amor.

El bebestible que puede acompañar cualquier comida
Vino, agua y cerveza. No hay más.

¿Cuál es tu disco de cabecera (un disco que te guste completito, de la primera canción hasta la última)?
Jeff Buckley, Grace. Trato de no escucharlo mucho para no agotarlo.

¿Qué te gustaría recibir de regalo?
Con este nomadismo he ido dejando atrás las cosas materiales. No sirven, te estancan. Los mejores regalos que recibo últimamente son las invitaciones a visitar sus respectivos países a los nuevos amigos que he ido conociendo.

¿Crees que es perceptible la diferencia entre un cocinero y una cocinera?
A ciegas, no.

¿La película que más veces has visto?
Drive.

¿Cuál hubiera sido tu oficio ideal pero imposible?
Nada es imposible. Soy muy joven para aseverar en pretérito imperfecto.

¿Qué mujeres de tu vida te han marcado y en qué aspectos?
– Mi mamá, hay un poema bello que le dedico que lo resume todo:
“Mi
mamá
fue
mi primer país.
el primer lugar donde viví.”
– Mi hermana Marcela, que también fue mi mamá. Ella me llevaba a sus clases de publicidad en la universidad de oyente cuando yo apenas sostenía un lápiz. Eso me forjó quién soy hoy profesionalmente, sin lugar a dudas.
– Pilar Rodriguez, cocinera chilena, la primera cocinera con quien trabajé y con quien lo hago hasta hoy en día. Ella logró que me empoderara, que trabajara más duro por lo que quería y que llegara hasta donde fuera para lograr mis objetivos.

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