Por Violeta Guerra
Tiempo antes de ir a ver a esta banda no conocía más que los singles y no entendía mucho lo que era el EMOcore, y toda esta nueva tendencia que se lleva toda la plata de los adolescentes de hoy, pero después de ver a Good Charlotte, y al público que congregan, el panorama me quedó bastante más claro. Primero, mi hermano, que cree saberlas todas, me anticipó un poco las raíces haciéndome escuchar Social Distortion (como si no conociera al mijito rico de Mike Ness), No Use for a Name, y una serie de bandas Hardcore californianas que según él eran la razón de la música actual, en fin, retomé Somewhere Between Heaven & Hell y me remonté a mi época de pendeja rebelde, un viaje algo nostálgico pero que me hizo recordar lo bueno que eran esas canciones.
Después de haber estudiado un poco me dispuse a ir al recital, tenía que juntarme con Punky Martínez, pero tuve un retraso porque era la hora del taco y, finalmente, en Providencia es mas rápido caminar que ir arriba de una micro (comprobado!). Yo a ella no la conocía, mi hermano me decía que era regia (tenia razón) y me pidió que le consiguiera el teléfono (DIY!). Ya que era un evento adolescente decidimos ponernos a tono y nos fuimos por menos en la micro.
Al llegar al lugar nos topamos con poca gente y con Tronic, Los Mox y Gufi, la última banda de los teloneros que dejó ver toda su originalidad en el segundo tema cuando el bajista –que era bien fome– pregunta a la audiencia “A quien le gusta la paja?!”, ahí me mataron, pero al final de su repertorio dejaron ver unos temas buenos, con un guitarrista que cantó bien y un batero que parecía tener un buen estilo.
Ahora lo importante: los pateros de Good Charlotte, sin cachar nada y con lo que resultaron ser unas referencias bastante poco acertadas, comenzaron a tocar y yo empecé a involucrarme en este recital desde el primer acorde de guitarra (o riff como diría mi hermanito). Los chicos eran simpáticos, todas las niñitas gritaban "¡Mijito Rico!" de manera visceral, yo no lograba cachar a quién le gritaban, porque claro lo fácil era pensar en el vocalista, pero resultaba que había un guitarrista que se robaba la película también.
Como dije, no cachaba ningún tema, pero todos tenían ese aspecto radial y cantable. Los niños del público aparentemente sabían mucho inglés, cantaban y respondían a todas las leseras que decían estos gringuitos. A todo esto el recital parecía un poco kermesse, lleno de padres, el promedio de altura andaba por el 1.60 mts. así que con la Punky –que también es media alta–, vimos todo sin ningún problema. En un momento nos íbamos a acercar y un tipo sacó una manguera y mojó a todos los niños –que no eran muchos– de forma exagerada, después de eso se ganó el odio del publico y la famosa canción colegial “Gueón Gueón!”.
Mientras, nosotros nos quedamos a unos 20 metros del escenario, sacamos hartas fotos de todos los momentos que entregaban estos muchachos, con harto salto (igual no pillé ninguno), movimientos de cabeza y actividades dinámicas de grupo que mantenían la atención de todos y que hacían de los Charlotte unos entretenedores, paterisimos pero entretenidos.
En un momento llegó un gringo que me quería requisar la cinta de la cámara, me decía que el acuerdo era grabar solo los primeros 3 temas, yo insistía “I´m not takin’ videos just pictures”, no tenia cinta pero él déle, finalmente le dije que no sabia y me guardé por un rato, apreciamos el recital y nos dimos cuenta de la cantidad de padres aburridos y a la vez impresionados con los comportamientos de sus niños, según Punky teníamos al hermano de Alberto Espina al lado, que a ratos nos miraba con un gesto anonadado al ver a sus dos hijas gritar más que ninguna otra.
Finalmente, llegamos al momento del gran hit I Just Wanna Live, estábamos adelante, todos saltando y el agua apareció de nuevo, nos llegó un balde a las 2 y nos apagaron un poco, nos recatamos y después de la ultima canción los Good Charlotte tiraron todo, toallas, aguas minerales, uñetas, baquetas etc., no hicieron un bis, cosa que muchos padres fatigados deben haber agradecido. El público obediente se retiró de inmediato, con Punky salimos por la puerta ancha con nuestras brillantes credenciales, y camino a casa comentamos un poco el recital, fue una jornada muy entretenida, nostálgica y tremendamente reveladora para darnos cuenta lo viejas que estamos.