Por @quena
Hay una razón por la que no veo trailers y es que, para bien o para mal, te generan expectativas que no siempre se terminan cumpliendo.
Me pasó con El tiempo que tenemos (We Live in Time, John Crowley, 2024). Cuando vi el trailer por accidente, me hice, en efecto, la idea equivocada: “Esta película no tiene nada que ofrecerme”, pensé.
Pero sí que tenía, porque este drama romántico protagonizado por Florence Pugh y Andrew Garfield de alguna forma se las arregla para salirse de la fórmula del típico drama meloso sin dejar de serlo del todo, y eso me parece por lo menos interesante.
El tiempo que tenemos me fue conquistando de a poco. La primera señal fue ver que contaba con el sello de calidad de A24 como compañía distribuidora, que –hype o no–, es un indicador de que la cosa corre por un carril especial.
La segunda, los actores que la protagonizan. Pugh y Garfield son muy talentosos y ambos están en un buen momento, por lo que no tendrían ninguna razón para involucrarse en proyectos que impliquen sacrificar su reputación.
Y luego, al momento de verla, me terminó de convencer.
Aunque la premisa no es nueva (pareja muy enamorada descubre que a uno de ellos le queda poco tiempo de vida), este no es un relato sobre la muerte y la enfermedad, sino sobre vivir la vida de la mejor manera posible, haciendo lo que se puede con lo que se tiene. Nada más, pero tampoco nada menos.
Igual que sus protagonistas, sabemos cómo va a terminar la historia, pero decidimos quedarnos, comprometernos con el proceso y disfrutar el viaje, aunque nos arrastre a una corriente de sentimientos intensos. Asumir pagar con lo malo el precio de lo bueno.
¿Has visto cuando estás llorando y te hacen reír? ¿Lo ridículo que se siente? Bueno, prepárate. El tiempo que tenemos tiene esa incómoda capacidad de sacarte una carcajada un segundo después de estar llorando a moco tendido.
La banda sonora también está muy bien lograda: La música, a cargo de Bryce Dessner de The National, tiene un papel tan fundamental en nuestra percepción de la historia como los intensos momentos de silencio, en los que en la sala de cine no vuela una mosca (y pobre del espectador que ose masticar una cabrita). Ambas cosas –música y silencio–, están elegidas de una manera elegante y muy atinada, como si el compositor quisiera respetar la intimidad de los protagonistas, sin tratar de imponerles alguna emoción particular a ellos ni al público, lo que me pareció una forma muy inteligente de involucrar a la audiencia desde la experiencia personal de cada uno, permitiéndonos juzgar por nosotros mismos qué pensamos en determinados momentos de la película, porque cada uno podrá tener sus cuestionamientos morales o encontrar discutibles algunas de las elecciones o reacciones que tienen los protagonistas: la decisión entre vivir más o mejor, si darle valor al tiempo a través del ocio o el trabajo, o si vale más la pena ser recordada por tus logros o por el amor que entregaste.
Detractores del género: Véanla. Si no les saca alguna lágrima, si la trama no les convence por completo, si a pesar de todo la encuentran cliché, les digo sin spoilers: No abandonen la sala sin antes ver una escena que para mí fue una lección de cine. Una secuencia tan bien lograda que es al mismo tiempo grotesca, tierna, divertida, emocionante y trágica. Cuando la vean, sabrán a lo que me refiero. Yo misma tenía mis dudas, pero you had me at la parte de la bomba de bencina. ⛽
Y bueno, si a pesar de todo esto la película no les mueve un pelo, si sienten que en realidad no tenía nada para ofrecerles y que perdieron su valioso tiempo, tengan la certeza de que al menos se irán a la casa habiendo aprendido la manera correcta de romper un huevo. 🥚
El tiempo que tenemos ya está en cines.
