Por Ximena Torres Cautivo
Quedarse sin luz, como les ha sucedido a 250 mil santiaguinos a causa de la nevazón este fin de semana, cuando arrecian las temperaturas bajo cero, es una incomodidad y un mal rato, sobre todo por el mal servicio del call center a la hora de la información y las explicaciones. Pero es excepcional. Pasa cuando nieva y nunca nieva en Santiago. O lo hace una vez cada 10 años.
En la India, los cortes de energía eléctrica son pan de cada día. En 2012 y por dos días completos, medio país se quedó en penumbras: 600 millones de personas a oscuras. Pero lo más impresionante es cruzar ese dato con otro: dos tercios de esos 600 millones, o sea, 400 millones de personas en India, no tienen electricidad. Nunca la han tenido. Y quién sabe si alguna vez la tengan, porque el notable crecimiento económico de India no ha ido a la par con la equidad y la justicia social.
Nadie ha sido más crítico de este desarrollo económico sin igualdad que el filósofo y Premio Nobel de Economía 1998 bengalí Amartya Sen. Él junto al economista de origen belga nacido en India Jean Drèze, escriben en el prefacio de su libro: “Una gloria incierta: India y sus contradicciones”: “Quienes sueñan con la India como una superpotencia económica, incluso con su alta proporción de niños desnutridos, carencia sistemática de atención medica, deficiencia extrema de educación escolar y ausencia de servicios sanitarios en la mitad de los hogares -que obliga a la mitad de todos los indios a defecar al aire libre-, tiene que reconsiderar no sólo el alcance de su concepción de la relación entre crecimiento y desarrollo, sino también su apreciación de las demandas de justicia social, que está intrínsecamente vinculada a la expansión de las libertades humanas”.
Entender esto es clave para la justicia social.
El mes pasado el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) presentó la investigación “Desiguales: Orígenes, cambios y desafíos de la Brecha Social en Chile”, el que fue recibido por cierto resquemor por quienes prefieren medir la pobreza como algo que se traduce en un cierto nivel de ingreso, lo que de alguna manera impermeabiliza la conciencia frente a la desigualdad. Porque la pobreza no es sólo estar un peso por debajo del ingreso mínimo; las vidas humanas se pueden empobrecer de muchas maneras. Los ciudadanos sin libertad política -ya sean ricos o pobres- están privados de un componente básico del buen vivir. Lo mismo se puede decir de privaciones sociales como el analfabetismo, la falta de salud, de justicia, de acceso al trabajo, de vivienda. Pobreza es, como la define el Hogar de Cristo, la más profunda vulneración de los derechos humanos. El Nobel de Economía bengalí en 1981 publicó “Pobreza y hambruna: Un ensayo sobre el derecho y la privación”, donde demostró que el hambre no es consecuencia de la falta de alimentos, sino de desigualdades en los mecanismos de distribución de alimentos.
Este tipo de trabajos de Amartya Sen han tenido mucha influencia en la formulación del Índice de Desarrollo Humano justamente del PNUD, y de investigaciones como la que revela las desigualdades en Chile, liderada por el economista Osvaldo Larrañaga junto al sociólogo Raimundo Frei y el ingeniero y sociólogo Matías Cociña.
Sen y su coautor Drèze hablan de la desigualdad de la emergente India comparando al país con un hermoso jardín a cargo de un jardinero que, dejando que sus visitantes pisoteen las flores, después quisiera rectificar su negligencia regándolas con abundante agua. Esas flores, aplastadas por las enormes desigualdades sociales que una alta tasa de crecimiento económico, solo superada por la de China, no consigue eliminar, tarde o temprano se negarán a crecer si todo sigue igual.
Es importante entender que pobreza no es solo carencia material, que son muchas las dimensiones que considera. Una de esas es la desigualdad. La brecha entre los que se benefician del progreso y los que quedan excluidos no puede volverse intolerable, porque eso acentúa la pobreza de la sociedad toda. Los autores de “India: Una gloria incierta” hacen en varias ocasiones una elocuente comparación: India es al mismo tiempo California y el África subsahariana, una contradicción letal que podría poner en peligro a la mayor democracia del planeta.
En Chile, esa imagen no aplica, tal como no aplica el que 32% de la población no tenga conexión al sistema eléctrico y que la mitad defeque al aire libre, donde pueda, como sucede con los indios. Pero eso no obsta que seamos notoriamente desiguales.
Recomendamos “India: Una gloria incierta” y “Desiguales”, dos lecturas para un mismo problema, aunque con distintas proporciones, pero que da para reflexionar.
De verdad muchas gracias por entregar este tipo de contenidos, se agradece!