El amor es un territorio que todos exploramos, pero pocos logran descifrar del todo. Javier Manríquez, escritor, guionista y creador de contenido, se aventura en ese mapa emocional en su último libro “El mundo se derrumba, nosotros nos enamoramos: Apuntes sobre amor, humor, dolor y cultura pop” (Planeta 2025), un libro que combina memoria personal, crónica y una buena dosis de humor para hablar del amor y su educación sentimental a través de las películas, la música, las series y las teleseries chilenas.
En esta conversación, Javier nos llevó por su particular forma de entender el amor—no solo el romántico, sino también el que nos sostiene en la amistad, la familia y las pasiones que nos acompañan cuando el corazón se tambalea. También reflexionó sobre la influencia de las narrativas amorosas que consumimos, desde los melodramas de los 90 hasta el amor líquido de la era digital.
Entre referencias (en las que todos podremos reconocernos un poco) y la banda sonora de nuestra generación, esta entrevista es una invitación a pensar en cómo nos enamoramos, cómo nos desenamoramos y qué queda en el camino.

Humor/amor/desamor
El humor es una parte fundamental de tu trabajo en redes sociales. ¿Crees que reírse de uno mismo es clave para sobrellevar las desilusiones amorosas?
Sí, creo que el humor es clave para sobrellevar las desilusiones amorosas porque el humor es distancia, o puede ser distancia, una distancia emotiva, una distancia emocional y creo que tener la capacidad de reírse de uno mismo o de reírse de la situación o de encontrarle un ángulo gracioso al dolor, no es que reemplace la experiencia misma del dolor ni la pena, ni la ahogue ni la opaque, pero sí creo yo que complementa.
El acercamiento o te ayuda a transitar por esos estados. Creo que es humor es distancia y muchas veces la emoción nos sobrepasa entonces puede ser ahí un buen salvavidas, un buen acompañamiento, un buen bálsamo, un matiz, una perspectiva.
En el documental Misery Loves Comedy, se habla de cómo el humor muchas veces nace del dolor y de la figura del ‘payaso triste’ que encuentra consuelo en hacer reír a los demás. En El mundo se derrumba, nosotros nos enamoramos, hay una mezcla de desencanto y ternura que a veces roza lo irónico. ¿Crees que la escritura, como la comedia, también puede ser un refugio para quienes cargan con cierta melancolía, pero la transforman en algo que conecta con los demás?
Esta pregunta me hace pensar o cuestionarme qué es el humor, si el humor es un arte, una herramienta, y creo que sí, que puede ser un arte, una disciplina de creación artística o una disciplina expresiva y en ese sentido creo que como tal, o si uno lo mirara también de manera más cotidiana, como una herramienta, como tal creo que puede ser lo que uno quiere o sienta o le nazca que sea, puede ser un refugio, alguna gente lo ve como terapia, otra gente lo puede ver como una herramienta de expresión, algo más destructivo o autodestructivo.
Yo personalmente no comparto mucho o no insto mucho a la figura del payaso triste, creo que, claro, a lo largo de la historia ha habido muchos comediantes que se han visto envueltos en una suerte de círculos viciosos que llevan a la autodestrucción con resultados artísticos de gran calidad, de alto calibre o no, sí creo que lo puede ser, no sé si creo que tenga que serlo. El humor o la literatura son un refugio, creo que lo pueden ser.
Creo que es tan complejo y tiene tantas dimensiones, que un aspecto puede ser la idea de un refugio y otro aspecto puede ser como un lugar vacío frío, inhóspito, hostil, la comedia también puede ser un lugar hostil, de autoflagelación, creo que va a depender mucho de cómo uno se relacione con ello y lo que haga con ello.
En relación a tu trabajo y a los procesos creativos que implican la generación de material humorístico, ¿sientes que estar enamorado te ha llevado a buscar otras formas de inspiración y creatividad?
Creo que estar enamorado, claro, me lleva a sentirme distinto, a mirar el mundo distinto. Si bien sigo siendo la misma persona –y en ese sentido, desde un punto de vista cómico, mis premisas parece que son distintas–, en el fondo, aquello por lo que uno transita en la vida te va llevando.
A mí en lo personal, me va llevando a encontrar ciertas experiencias comunes o ciertas premisas que son las que luego yo llevo a memes o anécdotas o cosas de las que me gustaría hablar y claro, el momento de mi vida que estoy llevando, son otros temas.
No sé si me ha llevado a buscar otras formas de inspiración o de creatividad, pero creo que es común también, si un creador o creadora se va a vivir a otro país, o se cambia de barrio, se casa, se separa, ese tipo de cosas van alimentando las verdades que uno habita, las verdades con las que uno se identifica, y eso es lo que después lleva a esa creación.
Es un momento de mi vida distinto que me hace pensar y sentir otras cosas, no se lo atribuyo solamente a estar enamorado, sino a cambiar, porque si ahora terminara (ni Dios lo quiera jaja) creo que también pensaría en otras cosas, desde otro lugar, como eso que dicen “una persona nunca bebe del mismo río dos veces porque no es el mismo río ni la misma persona”
La música
Si tuvieras que armar una playlist con canciones para sobrellevar penas de amor, ¿con qué canción empezaría? Y pensando también en las formas de querer ¿eres de hacer playlist a las personas que te han gustado o quieres?
Tengo una playlist, se llama cremitas para sanar el dolor de una herida, y parte con “Libre ya de amores”, de Miguel Bosé, y continúa con “Esta es para hacerte feliz”, de Jorge González. Es loco porque la de Bosé tiene algo como zen incluso, como la tranquilidad que da la ausencia del deseo y en el fondo la ausencia de las ansiedades del amor, y Esta es para hacerte feliz, creo que habla de un corazón sanado, de un corazón que sanó, de un corazón alegre de sanar, un corazón sano y esperanzado respecto al futuro “vendrán proyectos, habrá lugares, te quiero mucho”, creo que son grandes canciones para sobrellevar las penas de amor.
Tengo un par más, “Pero qué necesidad” de Juan Gabriel, “…para qué tanto problema” y estoy en la búsqueda de más canciones para sobrellevar una pena de amor. Y desde el lado triste creo que también hay buenas canciones para acompañar quizás el dolor, que nos son tan posteriores a la pena de amor, pero tienen harto de dignidad en la derrota, este bolero “Aunque no sea conmigo” y “Un buen perdedor”, de Franco De Vita: “claro que sé perder, no será la primera vez”, momentos ahí para transitar y creo que también Jorge Drexler, tiene mucho como de tranquilidad y una vibra como calma frente a la intensidad del desamor.
Las películas
Si tu experiencia afectiva descrita en el libro tuviera que ser una película, ¿quién escribiría el guion? ¿qué director te gustaría que la dirigiera y qué actor te interpretaría?
Sería un sueño que la película de mi vida fuera dirigida por Paul Thomas Anderson, escrita por él y alguno de sus colaboradores, e interpretado quizás por Cooper Hoffman, esto muy inspirado en que acabo de ver la película Licorice pizza, que me encantó. Cuando chico pensaba que Michael Cera podría ser ahí un buen elemento y en mi versión adulta Joseph Gordon-Levitt, creo que pueden ser tres momentos distintos, una película coral. Eso pienso por ahora.
La frase que acompaña a Lost in Translation—Everybody wants to be found—resuena mucho con la manera en que en tu libro exploras las relaciones y el amor. A lo largo de El mundo se derrumba, nosotros nos enamoramos, compartes encuentros y desencuentros, momentos en los que pareces buscar y otros en los que quizá querías ser encontrado. ¿Sientes que escribir sobre tus experiencias amorosas fue también una forma de encontrarte a ti mismo?
Creo que para mí, escribir ha sido una manera de entenderme, de acompañarme y de contenerme, a lo largo de distintos desamores, amores, de distintos momentos.
He usado escribir para tratar de comprender, para tratar de verter ciertas emociones, para tratar casi de mirarme a un espejo con mucha sinceridad y para tratar de entender un poco aquello que estoy sintiendo y en ese sentido, el libro parte un poco de eso. Tiene esa semilla de distintas reflexiones, distintos chalecos salvavidas que yo iba escribiendo cuando estaba muy triste o cuando estaba un poco perdido y eso fueron las semillas de capítulos, de ideas, de reflexiones, momentos que me hicieron pensar ciertas cosas, entonces claro, creo que escribir es una forma de encontrarme, no sólo a mí mismo, sino conmigo, una forma de encontrarme conmigo.
La chilenidad
En tu libro hablas mucho de la idiosincrasia chilena vinculada a la educación sentimental: comer con la familia al final del día, tomar once viendo la teleserie de la tarde después de llegar del colegio, el fútbol y el amor incondicional que conlleva, Jorge González y Los prisioneros, las primeras fiestas, etc. Según tu visión, ¿Qué factores comunes podrían llegar a definir la forma de amar de las nuevas generaciones?
Es una pregunta muy grande, no me siento capacitado de hablar por las nuevas generaciones, creo que hay varios fenómenos de esa educación sentimental que escapan de mi experiencia. O sea, crecer en pandemia, crecer con redes sociales. El otro día hablaba con un amigo y le decía que es heavy que a nosotros nos llegó Facebook a los 18 años en la universidad.
Creo que la experiencia amorosa es muy distinta con y sin redes sociales, es muy distinta llamando por teléfono al teléfono de casa, que, en Messenger, que en Instagram, que en TikTok.
Creo que sí hay una sensibilidad a lo mejor compartida, yo sostengo que nuestra sociedad es una sociedad muy sentimental, muy emotiva, que pasamos con mucha facilidad de la alegría a la tristeza, de la algarabía a la desazón, y creo que algo de eso sí se va transmitiendo, en la comida como lenguaje afectivo, en la música, en los referentes que tenemos, que en el fondo, los referentes de las nuevas generaciones somos nosotros que tenemos 35, 40 años y ya somos papás o estamos criando, y es muy loco porque en el fondo es que se va transmitiendo esta esencia, este tomar once, este pan calentito con palta o con mantequilla, pero se va actualizando también a las nuevas maneras de comunicarnos.
Ahí hay un fenómeno que yo, como te digo, desconozco, que observo con distancia, con admiración a ratos también respecto a las nuevas identidades desde lo sexual, a lo político, hay una novedad ahí, hay un terreno más limpio porque también son hijos de padres terapeados o son hijos o hijas que se terapean, entonces hay algo nuevo, hay algo desconocido, donde uno podría encontrar un optimismo, creo que es un terreno es disputa también, me hace pensar en las soledades, en las ultra derechas, las odiosidades que también ahí están habitando en la sobre información así es que me parece un terreno muy fértil y muy bullente.
La fortuna
La fortuna, la suerte o como dices tú “tener buena estrella” cruza varios capítulos del libro, ¿Crees que la suerte en el amor tiene más que ver con la actitud que con el destino?
Respecto a la fortuna, yo lo miro desde un lugar de humildad sin quitarle mérito al esfuerzo personal. Desde un punto de vista futbolístico, Bielsa creo decía “Que el azar te pille trabajando”. Yo escuchaba a Conan O’Brien, un tipo tremendamente talentoso y una leyenda de las comunicaciones gringas y él también reconocía el factor de la suerte, que yo creo que sería muy ambicioso o muy engreído de decir que la suerte no tiene nada que ver, yo creo que sí es un factor, tanto la buena como la mala suerte, a veces te toca nomás encontrarte dificultades mucho mayores que a otros no les tocaron, del mismo modo que te pueden tocar ciertas habilidades que otras personas no tienen.
Creo que la suerte en el amor es un temazo porque mucha gente dice que tiene mala suerte y otra que tiene buena suerte, pero yo me pregunto, claro, cuál es la responsabilidad de uno ahí, y en términos de responsabilidad me refiero a voluntad, a formación sentimental, a ganas de razonar de cierta manera, qué es lo que uno puede trabajar en terapia, qué es lo que uno se permite sentir. Yo creo que no es plena voluntad personal, no depende todo de uno, pero sí hay un factor importante de voluntad, de momentos, de apertura, de vibra, de miedo, de valor, hay un espacio ahí donde es importante la suerte, cierto, el azar, y también sería imposible obviar las condiciones sociales sobre las cuales uno se desenvuelve.
Si este libro fuera un signo zodiacal, ¿cuál sería? ¿cómo sería su descripción modo horóscopo?
Muy luna en cáncer, porque es un libro que piensa sobre las maneras de querer, sobre la educación sentimental, que es melancólico, que es nostálgico, que también es gozador, es moody, pasa de la alegría a la pena, de vuelta a la alegría, creo que sería muy luna en cáncer con un ascendente Aries porque creo que no deja de ser juguetón, no deja de ser lúdico, no deja de ser optimista.
Creo que hay una bonita mezcla de intenciones y creo que sería un signo de sol en virgo porque piensa, porque ordena, porque intelectualiza, porque trata de ser preciso, dentro de su sentimentalidad, porque es humilde, porque le gusta conversar, va a buscar a las fuentes, va a tratar de ser preciso ahí en sus búsquedas y en sus intenciones.

La sociedad
En su libro “Fragmentos de un discurso amoroso”, el semiólogo Roland Barthes analiza palabras y frases que estructuran la experiencia amorosa. Si tuvieras que elegir tres palabras que definan tu manera de amar, ¿cuáles serían?
Creo que serían: Ternura, cuidado y entrega. Esas serían mis tres palabras. Creo que es fundamental la ternura, yo trato de hacer una defensa o una valoración de la ternura en general en el mundo, creo que es fundamental el cuidado porque el cuidado habla de respeto, el cuidado es una manera muy amorosa de relacionarnos con cuidado, cuidar al otro, permitir que nos cuiden.
Y la entrega es porque creo que tengo esa vocación de dejarlo todo, no me parece malo dejarlo todo a ratos, a veces, después de la terapia, después de medirse, después de todo ese tipo de cosas, creo que una vida sin excesos también es re fome jajaja, así es que creo que también es bonito permitirse pasarse pa’la punta, amorosamente, sanamente, luminosamente y si no también, con todo, hay momentos para todo.
Teniendo en cuenta, por un lado, la idea del amor líquido del sociólogo Zygmunt Bauman, y la era de las conexiones desechables y del “desliza a la derecha” de las aplicaciones de citas que actúan a modo de menú, y, por otro lado, la idea de Barthes del amor como entrega total, ¿dónde se sitúa tu libro en esa discusión?
Creo que hablar de amor se inscribe sin querer en ese tipo de discusiones, por muy sentimental que uno sea, es bien difícil o quizás imposible desligarse de la sociedad o del modo en el que nos desenvolvemos, a mí me llama mucho la atención lo desligados que estamos, no sólo de nuestros vecinos y vecinas, sino incluso, en nuestro interior, lo desconectados que estamos, no sólo en lo emocional, sino más allá, en las etapas de nuestra vida, o sea, las infancias, las adolescencias, es como una otredad completamente distinta a lo que yo fui, del mismo modo que la vejez, las personas mayores.
Nosotros no nos entendemos como personas que vamos a ser viejos, sino que los viejos y las viejas son otra gente, son otros sujetos, otros individuos lejos de mí, y tendemos a estar tan desintegrados, tan particularizados que perdemos esa noción.
Yo creo que el amor, o este libro, lo que realza o lo que busca, es relevar justamente la idea de comunidad, del amor como pegamento social, el amor como el elástico que te une a tus amigas, a tus amigos, a las familias bonitas, a las no tan bonitas, el amor que se pone como algo que está sin endiosarlo, pero al mismo tiempo tratando de rescatar, incluso desde un punto de vista político, esa facultad comunitaria, esa facultad amorosa justamente, donde habita el goce, donde habita la alegría, donde habita la ternura, la dulzura, que son espacios de fragilidad o de bajar las defensas que en una vida llena de deudas, en una vida llena de violencia, de hostilidades, de resentimiento, y de competencia sobre todo.
Por eso hay algo político ahí, la idea de competir, de ganar, de rendir, de ser válido sólo cuando estás rindiendo, nos va generando una alienación que va erosionando el autoestima, el alma, los sentimientos, entonces qué lindo es juntarse con alguien que quieres y pasarlo bien, qué lindo es reconciliarse con tu propia historia, con tus heridas y con tus aciertos.
No sé si me sitúo en la idea de la entrega total siempre, o de manera tan fanática, yo creo que el libro plantea una humilde reflexión sobre cómo aprender a vivir con uno mismo y con lo que sentimos, pero me sitúo en ese lugar, en el lugar de la comunidad, en el lugar de la defensa de la ternura y de la fragilidad.