
Conversamos con Karen Codner sobre los desafíos y motivaciones detrás de su novela Todos nuestros fuegos. En la entrevista, la autora compartió cómo el personaje de Rivka y la narrativa surgen de una profunda reflexión sobre identidad, resiliencia y la conexión con el Chile de los años 80. Una conversación reveladora sobre su proceso creativo y el impacto emocional de su obra.
¿Cómo y en qué momento nació el personaje principal del libro, Rivka?
Nace de una búsqueda profunda en volver a escribir. Es una historia bien linda. Surge tras un largo período sin lograr escribir una sola línea coherente, Fue una decisión personal para concretar de una vez un nuevo proyecto narrativo. Tras varias semanas yendo a mi taller, sentándome delante de la pantalla, enfrentada a lo que se conoce como bloqueo del escritor.
Una mañana decidí probar con un disco de música idish que pertenecía a la abuela de mi marido. La carátula la describo en Todos nuestros fuegos, es naranja con un hombre que toca el arpa. La primera canción que escuché fue “Siete hijas”, y también es parte importante de la novela. Ahí está el germen. No sé idish, leí la letra que estaba transcrita en la carátula y así comenzó. Se me ocurrió escribir la historia de una familia judía observante, que vive en Williamsburg y centrada en una de las siete hijas. Al comienzo Rivka era la segunda pero entre una cosa y otra, la tuve que convertir en la cuarta. Tenía claro eso que iba transcurrir entre Nueva York y Chile. Me faltaba el qué, el nudo y pensé en un incendio porque sabía que familias completas han perecido fruto del fuego. Me inspiré en la historia de una familia judía observante en la que murieron los siete hijos. Solo la madre y otra hija sobrevivieron. Eso ocurrió el 2015 en Brooklyn.
¿De qué manera este libro le habla a las mujeres de hoy?
Te seré sincera. La literatura, nos habla siempre, ese es uno de sus grandes valores. Cada lector, cada lectora interpreta distinto las temáticas y complejidades que presento en Todos nuestros fuegos. Pero al presentar a una protagonista mujer busco también mostrar que podemos ser de muchas formas y que la mirada tan fuerte de hoy, en la que hemos ido armándonos dentro de la sociedad, ha sido fruto de muchas Rivkas Olivias. Pero también de hombres que nos abrieron los canales para ir creciendo en una sociedad donde las mujeres teníamos poca notoriedad. Los caminos de la soledad son tremendos, porque te hablan sin un lenguaje, solo con ciertas palabras y vacíos. Ella, que fue capaz de volver a vivir y en eso, nos habla hoy, ayer y espero que mañana. Para mí Rivka es una mujer muy compleja, no tengo idea si yo hubiera tomado sus decisiones pero sí estoy segura de que la respeto.
¿Por qué elegiste el paisaje de Nueva York de fondo? ¿qué te inspira de esa ciudad?
Es una ciudad que he visitado mucho, pero sobre todo, siempre me ha llamado la atención de multiculturalidad y cómo los judíos podemos vivir de manera tan dispar. Existe una comunidad observante, con sus propias reglas y costumbres, pero a la vez, si cruzas el puente y llegas a Manhattan te encuentras con los judíos más asimilados a la cultura occidental. Quizá que este choque me hizo viajar en mi cabeza a esta ciudad y entender de cierta manera cómo es posible con tan pocos kilómetros de distancia, personas que pertenecen a un mismo pueblo, miren la vida de manera tan disímil. Por otra parte, a Nueva York la veo más como una plataforma que un territorio, un experimento social, donde hay un dinamismo -sobre todo en comparación con el Chile de los años ochenta- que quise rescatar y en este, allá y aquí, lograría subrayar cómo vivíamos en nuestro país.
El personaje masculino del padre sufre mucho por la pérdida de su mujer e hijas, ¿en quién te basaste o te inspiraste?
Creo que surgió de un imaginario propio romantizado por la figura del judío pobre, piadoso y que solo quiere vivir en paz junto a su familia. No se vincula con ninguna figura bíblica, sino que literaria, el Job de Joseph Roth. Pero si soy sincera, no fue necesario visitar esa lectura en demasía, porque he visto a muchos hombres que sufrieron lo indescriptible en el Holocausto y volvieron a vivir. Más bien, se basa en una bondad pura, en un ideal rabínico que he tenido la suerte de conocer. Sin embargo, a Yaakov le falta el don de la palabra, algo fundamental para ser un líder. Transmite en silencio su amor y sus carencias. Entonces, ahora que me lo preguntas, me doy cuenta de que sin buscarlo uní un poco de todos estos hombres que he ido conociendo en el camino.
¿Por qué quisiste hablar de ese Chile, en ese momento en el libro?
Sentí que no podría hablar de otro. Crecí en dictadura pero sobre todo mis recuerdos de la década del ochenta y la culminación del régimen de Augusto Pinochet, con el plebiscito y el regreso a la democracia, fueron eventos que me marcaron. Pocas veces la historia un país marca tanto la historia personal. Quería que Rivka también de cierta manera fuera testigo, aunque es indeterminado el tiempo que ella visita Chile, doy a entender que es un tiempo de convulsión, de cambio y también, de gran pobreza. Lo que le genera conflicto, porque ella si bien también creció pobre y le costó mucho salir adelante, ha vivido inserta en el primer mundo, en un mundo religioso con valores que eran muy distintos a los que conoce aquí. En ese sentido, su mirada es compleja y nutre el relato. Te diría que casi fue una pulsión traerla a este Chile que tanto me marcó y agradezco haberlo conocido.
¿De qué manera la protagonista se salva o no gracias a este encuentro en el sur de Chile con el amor?
Es una pregunta no te puedo responder porque estaría condicionando la lectura. Pero sin duda el sur marca un antes y un después en Rivka Olivia. Es otro tipo de despertar dentro de su travesía.
La escritora Lyuba Yez dijo del libro: “La autora se aventura en la tarea de contar parte de la historia de vida de una mujer que no sabe quién es, que ya no quiere ser y que ignora hacia dónde ir. A mi juicio, Todos nuestros fuegos es una historia sobre la identidad nacer en un sitio, en una cultura determinada y debido a una tragedia, querer y necesitar ser otra persona” ¿Crees que la protagonista logra encontrar su rumbo y sanar el drama familiar?
Tampoco te puedo contestar esta pregunta porque de estaría respondiendo una de las grandes cuestiones de la novela. Considero que cada lector y lectora lo sabrá y es algo muy personal. Es como Clarice Lispector que cuando le preguntaron de qué se trataba La hora estrella contestó que era sobre una chica que comía perritos calientes. Todos nuestros fuegos tratan de una chica que perdió a su familia.
¿Te ves reflejada en la protagonista?
Yo sé que hoy existe una tremenda necesidad de proyectar a la autora o el autor con su creación. Claro que me pregunté si habría actuado igual que Rivka, pero lo ignoro. La prueba que ella vivió supera con creces cualquiera que yo haya experimentado. Lo que más tenemos en común es que ambas somos judías.
José Carlos Breto, escritor y crítico literario español comentó: “Con un lenguaje único, la novela de Karen Codner se nutre de la gran literatura: esa que se abisma en el interior del alma de los personajes, esa que conmueve a los lectores y que los provoca para que piensen. Los provoca, sí, porque en los tiempos que corren es necesaria un literatura que nos despierte, y Todos nuestros fuegos vaya que sí lo hace” ¿qué rol juega el lenguaje en la novela?
Todo. Absolutamente todo. Siempre me planteé este proyecto como un ejercicio del lenguaje y de la forma. Quise experimentar y en ese sentido, me atreví a ser más lúdica que en la primera, Respirar bajo el agua. Debe ser por esto que me demoré tantos años, porque no fue solo que reescribía, sino que iba probando con nuevas propuestas que iba descubriendo con las lecturas que me acompañaron. Tenía claro que lo mío, más que la trama, en el sentido que aquí va a pasar esto o aquello, era cómo iba a narrarlo. Me arriesgué muchísimo.
¿Qué consejo le darías a las personas que quieren escribir?
Que escriban y lean.