
Por Bernardita Yannucci
La noche del pasado sábado 14 de junio, el Club Chocolate fue más que una sala de conciertos: se transformó en un portal al 2005. Clap Your Hands Say Yeah celebró los 20 años de su debut homónimo con un show que combinó vértigo emocional, crudeza vocal y una entrega muy bonita del público. En plena gira sudamericana, que ya había pasado por Lima, São Paulo y Buenos Aires, el concierto en Santiago cerró este recorrido íntimo y contundente con una devoción que solo los discos importantes provocan.
Alec Ounsworth subió al escenario con su característica energía dislocada, y de inmediato supimos que venía algo especial. Tras una breve introducción con Some Loud Thunder y Clap Your Hands!, comenzó el recorrido completo por aquel primer disco que muchos de nosotros escuchamos en mp3 desordenados, cuando internet era menos algoritmo y más descubrimiento puro en noches pasando de largo en los años universitarios.
Canción por canción, el setlist avanzó como un manifiesto emocional: Let the Cool Goddess Rust Away, Over and Over Again (Lost and Found), Details of the War, The Skin of My Yellow Country Teeth, Is This Love?, Heavy Metal, In This Home on Ice, Gimme Some Salt, hasta cerrar con la siempre épica Upon This Tidal Wave of Young Blood. No hubo nostalgia impostada, solo una comunión de cuerpos disfrutando dejarse ser, como siempre lo hicimos con esta banda.

Pero el viaje no terminó ahí. Después del repaso completo del álbum debut, vino un momento íntimo y particularmente bello: una versión acústica y quebrada de You Can’t Put Your Arms Around a Memory, la balada escrita en 1978 por Johnny Thunders, guitarrista de New York Dolls y pionero del punk más crudo y melancólico. Una elección precisa, que funcionó como un puente entre épocas, sensibilidades y maneras de cantar la soledad.
El cierre vino con algunas joyas elegidas de discos posteriores: Fireproof, A Chance to Cure o Satan said dance, que nos dejó uno de los mejores momentos del show. Cada una de ellas sonó como un mensaje en presente: la banda no vive solo de su debut, pero lo honra como se honra a una vieja amistad que nos sigue enseñando cosas.
Sin visuales, sin grandes puestas en escena, Clap Your Hands Say Yeah entregó un concierto honesto, vibrante y profundamente emocional. Un show para quienes seguimos creyendo que bailar raro también es una forma de resistir. Que hay discos que nos salvan. Y que hay noches, como esta, que no se olvidan.