Caso Quemados: La tristeza y el orgullo

quemadoshoy

por daria

Cuando ocurrió el “Caso Quemados”, la prensa oficialista de la época dijo que había sido culpa de ellos, que andaban con explosivos que se rompieron y explotaron. Carmen Gloria Quintana y Rodrigo Rojas tenían 18 y 19 años en esa época, el 2 de julio de 1986 fueron detenidos por un grupo de militares que los rociaron con bencina: a ella, que estaba parada frente a una pared, de pies a cabeza y a él, en la espalda, por estar boca abajo en el suelo. Ambos iban a una de las tantas marchas en contra de la dictadura de Pinochet.

Les prendieron fuego, luego los cubrieron con frazadas y horas más tarde los lanzaron a una acequia en Quilicura. Ahí despertaron, se levantaron para buscar ayuda y fueron ayudados por un grupo de obreros. Luego, una patrulla de Carabineros los llevó a un consultorio. 60 por ciento del cuerpo de Quintana estaba quemado y 65 por ciento del cuerpo de Rojas estaba quemado. Él, que se encontraba exiliado en Canadá y luego en Estados Unidos desde que tenía 9 años y que volvió a Chile a fotografiar lo que estaba pasando, murió cuatro días después.

El único acusado fue el oficial Pedro Fernández Dittus y sólo por no trasladar a Carmen Gloria y Rodrigo al hospital. Lo que ocurrió en este, el llamado “Caso Quemados”, fue lo que miles han venido acusando desde hace años: los pactos de silencio que existen dentro de las Fuerzas Armadas para silenciar las muertes, torturas y violaciones a los Derechos Humanos que ocurrieron durante la dictadura.

Pero uno de estos oscuros acuerdos se rompió esta semana. Fernando Guzmán Espíndola, que a los 21 años formaba parte del grupo que quemó a Quintana y Rojas, habló después de 30 años. Él vio todo desde la patrulla y confesó que los testimonios que habían dado eran mentira, que los obligaron a aprenderse las declaraciones, que quien inició el fuego fue el teniente Julio Castañer con un encendedor y que el Ejército les dio dinero y permisos a cambio de que mantuvieran su silencio.

Gracias a la confesión de Guzmán se ha podido detener a los ocho militares involucrados -Sergio Hernández, Julio Castañer, Luis Zúñiga, Nelson Medina, Francisco Vásquez, Iván Figueroa y Jorge Astengo- y lo que ha ocurrido durante estos últimos días ha sido extraño.

Una mezcla de tristeza, por abrirse nuevas heridas; pero también orgullo. Revivir esta historia -y a la vez recordar otras miles similares- me ha hecho enorgullecerme una vez más de quienes lucharon contra la dictadura a cualquier costo, de las familias que hasta hoy y siempre seguirán luchando porque se conozca la verdad y llegue la justicia, y también de esperanza al saber que aún queda valentía y dignidad.

9 Comments

  1. Que increíble como algunas personas siguen justificando o apoyando la dictadura, no me cae en la cabeza, después de enterarse de estos casos, entre tantos que ni siquiera se sabe de que forma murieron.

    • Hoy un compañero de trabajo de derecha, que fue marino, me dijo: “qué heavy eso del caso quemados, no lo conocía. Yo pienso, puta, si los quieres matar, mételes un disparo y chao, pero para qué ese sufrimiento, cuánto debe haber sufrido ese pobre hombre”.

      Y yo como… WHAT? Acaso no sabías que este tipo de cosas ocurrían? En qué mundo vives?

  2. cuando algo así ocurre casi 30 años después de los hechos que lo provocan uno se da cuenta que no importa el tiempo… que siempre será necesaria la determinación de culpabilidad en casos como éste y que el paso de los años no borra la necesidad de justicia.

  3. Ha sido muy fuerte revivir esta historia, que -como tantas otras de vejámenes y crímenes de la dictadura, no dejan de conmocionar íntimamente. Muchas veces se aduce que “para qué” remover el pasado, que por qué no dejar atrás el horror de lo vivido, y la única respuesta que me hace sentido es la de que un pueblo sin memoria está condenado a repetir el horror. Creo que hayamos vivido directamente o no la época de la dictadura, lo que ocurrió aquí dejó un trauma social profundo de desconfianza, individualismo y miedo, del que hoy vivimos las consecuencias todos. Nosotros somos parte de lo ocurrido, somos la generación siguiente, tenemos responsabilidades, de tener una opinión, de contar la historia, de validar y reconocer al otro, sea o no diferente a nosotros.

  4. aunque ya han pasado muchos años, no se puede olvidar , es necesario justicia, para poder sanar en algo las heridas.

  5. A los defensores de la dictadura, la derecha, le gusta mucho decir que hay que dar vuelta la página y mirar hacia el futuro. No hay futuro sin justicia, y sólo podremos construir un país mejor cuando los culpables, asesinos, encubridores, cómplices, estén donde tienen que estar.

  6. Ojalá muchos más rompan el pacto de silencio, se necesita saber la verdad. Mientras eso no ocurra no se puede dar vuelta la página.

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