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8M: Carta abierta a Virginia Woolf

Ha pasado casi un siglo desde que publicaste Un cuarto propio y de cierto modo sí, el mundo se acerca un poco más a lo que añorabas, pero lamento decirte que aún estamos bastante lejos de alcanzar la igualdad de derechos entre hombres y mujeres.

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Por Sole Balduzzi

Querida Virginia,
Ha pasado casi un siglo desde que publicaste Un cuarto propio y de cierto modo sí, el mundo se acerca un poco más a lo que añorabas, pero lamento decirte que aún estamos bastante lejos de alcanzar la igualdad de derechos entre hombres y mujeres. Afírmate bien: al ritmo actual, tardaremos 300 años en conseguir la igualdad de género, según cifras de la ONU.

Cuando escribiste este ensayo en 1929, eran pocos los países que permitían el sufragio de mujeres. Debieron pasar 20 años para que, al otro lado del planeta, en Chile, se aprobara el voto femenino en las elecciones presidenciales y parlamentarias. Si bien ya es posible ver con mayor frecuencia a mujeres en cargos de poder o de elección popular alrededor del mundo, espacios en donde antes estaban vetadas, sigue siendo una proporción muy baja en comparación a los hombres. Actualmente, apenas el 15% de los países cuentan con una jefa de Estado o de Gobierno (ONU).

¿Habrás imaginado alguna vez que una mujer podía llegar a ocupar el cargo más importante de su país? Así es, las niñas de hoy pueden soñar con ser presidentas y primeras ministras, porque crecen viéndolas por televisión y sabiendo que es posible. Aunque alcanzar ese sueño tenga costos. Puedes ser la persona más importante de tu país y aún te discriminarán por tu sexo. Sino pregúntale a Michelle Bachelet, la primera mandataria de Chile, o los casos más recientes como Jacinda Ardern -Nueva Zelandia- o Sanna Marin -Finlandia-, y a muchísimas más, que han debido soportar violencia machista de parte de los medios, de políticos y en las redes sociales.

Para avanzar en derechos, necesitamos una mayor representación femenina en los espacios de poder y en la toma de decisiones. Esto es especialmente necesario y urgente respecto a leyes que conciernen a las mujeres y a nuestros cuerpos, como los derechos reproductivos y sexuales. ¿Quién sería más apto para legislar sobre nuestros propios cuerpos que nosotras mismas?

Mientras la despenalización avanza como una marea verde en varios países del globo, muchos otros no corren la misma suerte. En El Salvador, una de las naciones con las leyes más duras en esta materia, las mujeres que sufren un aborto espontáneo pueden ser condenadas a 30 años de cárcel.

Una lectora y admiradora tuya, Simone de Beauvoir, dijo una vez: “Los derechos de las mujeres nunca se dan por adquiridos. Debemos permanecer vigilantes durante toda nuestra vida”. Es agotador y frustrante pensar que por cada paso que damos, retrocedemos otros. En junio del año pasado, la Corte Suprema de Estados Unidos revocó Roe versus Wade, una sentencia de 1973 que garantizaba el derecho al aborto, por lo que hoy es ilegal interrumpir el embarazo en varios estados de ese país, incluso si corre peligro la vida de la madre. En Chile hoy existe el derecho al aborto en tres causales -riesgo de vida de la mujer, inviabilidad fetal y en casos de violación-, pero el altísimo número de objetores de conciencia y la falta de regulación no permite garantizar que las mujeres puedan acceder a la interrupción del embarazo en todos los hospitales públicos del país. Un derecho que existe en el papel, pero que debido a los obstáculos que se presentan en el camino -amparados por el sistema-, muchas veces no se lleva a la práctica.

Querida Virginia, escribo estas líneas con rabia e indignación. Porque 1 de cada 3 mujeres en el mundo sufre violencia al menos una vez en la vida. Porque 5 mujeres en el mundo son asesinadas cada hora por alguien de su propia familia (ONU). Porque el año pasado, 43 mujeres fueron víctimas de femicidio en Chile. Porque en lo que va de este año, las cifras nos hablan de 36 femicidios frustrados y 6 consumados en mi país (Ministerio de la Mujer y Equidad de Género).

Pero a la vez soy optimista por lo que viene. Veo a niñas y mujeres empoderadas, sin miedo a alzar la voz. Veo a psicólogas, médicas, abogadas, periodistas, políticas, profesoras, empresarias, artistas y activistas feministas que trabajan por expandir los derechos de las mujeres en sus respectivos sectores, en el país y en el mundo. Siento el peso que ha adquirido la palabra paridad en la sociedad. No es pasajero, no es circunstancial. Creo que estamos viviendo un cambio cultural en el que la paridad será el marco dentro del cual se delinearán las relaciones y dinámicas de poder, garantizando representatividad e igualdad.

Hace nueve años llegó tu libro a mis manos. Leerlo amplió mi forma de pensar y entender el mundo, y despertó en mí una curiosidad que hoy se ha vuelto una obsesión que espero contagiar a quien sea que me esté leyendo: luchar desde cualquiera que sea nuestro lugar en el mundo, en el ámbito personal y profesional, por la igualdad de derechos entre hombres y mujeres. Cada acción que tomemos o gesto que hagamos será valioso, desde no diferenciar los juguetes de niños y niñas por género, a contratar a mujeres en altos cargos y pagarles lo mismo que a un hombre. Desde no aceptar chistes machistas a levantarse contra el acoso callejero. El futuro lo construimos entre todos. Y sí, el futuro será feminista.