por pudú
La Blondie versión sede de música en vivo es una cosa rara. Volver a la Blondie después de varios años es más raro aún. Para el concierto de Black Rebel Motorcycle Club parece un escenario perfecto, bajo tierra, donde no llega la señal del celular ni la luz del sol, ni un poquito de viento. Hace calor y me pregunto cómo cresta alguna vez vine a bailar acá. Soy un mar de sudor. Algo me dice que no soy la única preguntándose lo mismo. Parece una simple ecuación, hace 10 años sudando en una Disco 2000, ahora sudando frente a Black Rebel.
No es la primera vez que vienen pero la consigna era que ahora que sí, ahora va a sonar bien. A pesar de que muchos catalogan alguna de sus previos tres conciertos en Chile como icónicos, es cierto que la convocatoria nunca había sido tan grande como ahora. La Blondie está llena y a los minutos pasados de las 10 de la noche, hora en que estaba programado el show, la gente grita, aplaude y pide que salgan al escenario. A las 10.20 se apagan las luces y la música, entran con calma y abren con Beat the Devil’s Tattoo, la canción que le da el nombre al sexto álbum de la banda.
Se pasean con soltura entre su discografía, pero el foco está en su último disco lanzado el 2013, Specter at the Feast. Además de concentrarse en su disco debut lanzado el 2001, B.R.M.C, un perfecto exponente de la nueva ola de rock sicodélico que azota esta década. La amplificación del lugar permite escuchar con definición los temas, excepto por algunas caídas que parecen pertenecer al local que a un error de la banda.
Robert Levon Been toca Love Burns en versión acústica y la banda baja momentáneamente del escenario. El encore es rápido y nada tedioso, donde cierran con sus temas más fuertes.
La gente sale de forma abrupta del local esperando que se repita ese momento del año 2011 en que Robert Levon se sentó en el techo de un auto a tocar Sympathetic Noose, pero hubo que conformarse con el cierre de Whatever Happened to my Rock n Roll.