por Ana Paula en #Zancada8
Rojo. Verde. Amarillo. Azul. Cuando los leemos, inmediatamente los vemos. Pero, ¿y cuándo no se ve?
El trabajo de accesibilidad de públicos con diversos tipos de discapacidad visual a los colores se hace más evidente y necesario cuando se trata de la accesibilidad cultural. Por esto, quisimos investigar un poco más sobre las técnicas, desafíos y propuestas existentes para que los portadores de discapacidad visual también tengan la misma posibilidad de sentir, interpretar y disfrutar de una obra de arte visual, independiente de sus limitaciones.
Entrevistamos a Amanda Tojal, museóloga y educadora de museos brasileña, que desde el año 1991 trabaja con accesibilidad y acción educativa inclusiva en museos e instituciones culturales de Brasil. Pero también quisimos conocer una experiencia chilena: Javiera Sarratea es diseñadora gráfica y desarrolló “Ver sin Mirar”, su proyecto de título. La iniciativa trascendió las fronteras académicas y, en 2012, fue implementado en el Museo Marítimo de Valparaíso.
A través de estas dos iniciativas, abordamos el color desde otra perspectiva y pudimos aprender el fascinante y apasionante trabajo que permite que los no videntes experimenten el arte; pero también, los desafíos que existen para garantizar el derecho fundamental de acceso a la cultura a públicos con discapacidades.
Amanda Tojal es doctora en Ciencias de la Información por la Universidad de Sao Paulo y tiene un postgrado en Museología por la Escuela de Sociología y Política de Sao Paulo. Fue coordinadora de Programas Educativos para públicos especiales en el Museo de Arte Contemporánea de la Universidad de Sao Paulo (de 1991 a 2003), y de la Pinacoteca del Estado de Sao Paulo (de 2003 a 2012). Desde el 2003 es socia directora de la empresa Arteinclusão, y ha implementado programas de accesibilidad en diversos museos brasileños, entre ellos el Museo del Fútbol y Museo AfroBrasil, en São Paulo, y el Museo de Arte de Río, en Río de Janeiro.
¿Qué te motivó a empezar la investigación y a trabajar con inclusión artística de públicos con necesidades especiales?
A comienzos de los años 90, yo trabajaba como educadora en el Museo de Arte Contemporáneo de la Universidad de São Paulo, y noté la total falta de preparación tanto de los educadores como de otros profesionales de esa institución para recibir, de manera adecuada y sin prejuicios, a las personas con discapacidad que visitaban el museo. Otro factor importante fue el nacimiento de mi sobrina con discapacidad intelectual y los cambios familiares y personales que ocurren cuando una persona con discapacidad se incluye en el núcleo familiar.
¿Qué es lo primero a considerar cuando se trabaja la mediación cultural con personas con discapacidad visual?
Esta consideración vale tanto para las personas con discapacidad visual como las que tienen otras discapacidades: debemos preocuparnos de tratarlas como personas plenas y con los mismos derechos al acceso a la cultura, de modo que sus necesidades y diferencias sean respetadas y tratadas adecuadamente. Toda mediación cultural, ya sea ésta realizada directamente por educadores/mediadores, o indirectamente por otros medios de comunicación o tecnología asistiva, deben ofrecer instrumentos facilitadores para la comprensión y el goce de los objetos culturales. Estos instrumentos, consecuentemente, contribuyen a una mejor participación de todas las personas, con o sin discapacidad.
Técnicamente, ¿cómo se trabajan los colores para que el público con discapacidad visual pueda disfrutar de la obra de la mejor manera posible?
En primer lugar, es importante destacar que existen muchas diferencias y características entre las personas con discapacidad visual. Están las que perdieron la visión y poseen memoria visual, las que nunca han visto (con discapacidad visual congénita) y las personas con baja visión y sus múltiples diversidades. Debemos evaluar este extenso abanico de limitaciones y trabajar con proyectos que puedan atender a la mayor parte de estas características. Las personas que algún día tuvieron visión, tienen en su carga de experiencias la comprensión de los colores, y les gusta ser informadas sobre esto. Por otro lado, quienes nunca han visto -la menor parte entre la población con discapacidad visual- poseen una memoria táctil, es decir, desarrollan un conocimiento “sinestésico” en que los colores, por ejemplo, son definidos por otros sentidos, como un olor, una forma, una canción, una temperatura, en fin, su experiencia personal y del medioambiente será lo que definirá esta relación.
Así, las personas videntes y, en este caso, los mediadores culturales, deben siempre poner atención a estas múltiples interpretaciones y relaciones de los no videntes, pues son relaciones valiosas y diferentes de las nuestras, pero que pueden y deben enriquecer ambas experiencias, tanto de quienes ven, como de quienes no ven.
En sus años de experiencia, ¿cuáles fueron las principales dificultades y las principales conquistas?
Como en todas las profesiones, las dificultades y conquistas son permanentes, y son ellas las que nos impulsan. Irónicamente, son las dificultades que nos impulsan más… Las mayores dificultades que enfrenta un profesional del área de mediación cultural, considerando la inclusión del público con discapacidad, no son los desafíos al lidiar con las cuestiones de la discapacidad, sino los desafíos de lidiar con las personas sin discapacidad. Me explico: todas las iniciativas que involucran la implementación de mejoras en la infraestructura para hacer más inclusivos los aspectos comunicacionales de instituciones culturales, terminan siempre topándose con temas financieros y, en este caso, las adaptaciones para volver estos ambientes más accesibles son siempre lo último a ser considerado. La excusa siempre es la misma: son la minoría, y la institución tiene que, con sus escasos recursos, pensar en la mayoría. Este es un factor que muestra claramente la falta de preparación de los gestores culturales que no perciben, o prefieren ignorar que el concepto de accesibilidad es bueno para todos los públicos, que al final se apropian y absorben la inclusión, siempre y cuando convivan con ésta en todas las instancias sociales. Este desafío es enorme y, del mismo modo que en otras áreas de la Educación, necesita de tiempo y de conquistas lentas y profundas en nuestra sociedad.
Por otro lado, las mejoras, cuando son implementadas, son pasos que no vuelven hacia atrás. Por ejemplo, cuando vemos el concepto de inclusión ser implementado como una política cultural de un museo, en todas las instancias de la institución, desde la Dirección hasta los funcionarios técnicos, administrativos, y quienes trabajan directamente con el público.
Tuve esta experiencia como educadora y coordinadora del Programa Educativo para Públicos Especiales en la Pinacoteca del Estado de São Paulo, y como consultora en accesibilidad en la implementación del programa en el Museo del Fútbol, también en São Paulo.
En un museo, la formación y la importancia entregada a la inclusión de todos los públicos deben extenderse a todos los profesionales. A su vez, los proyectos y programas educativos deben pensar en cada perfil de público y sus necesidades, preparando profesionales especializados en atenderlos e incluyendo recursos de accesibilidad que dejan estos espacios más acogedores, participativos y estimulantes para todos.
¿Podría darnos algunos ejemplos de museos o centros culturales que desarrollan iniciativas para públicos con discapacidad visual de manera innovadora y efectiva?
Ya mencioné dos museos en la ciudad de São Paulo que considero referencias, pero existen más museos que también desarrollan programas muy buenos, como el Museo India Vanuíre en la ciudad de Tupã (Estado de São Paulo, Brasil).
En su opinión y en base en su experiencia: ¿qué aspectos del trabajo con públicos con discapacidad visual pueden ser transferidos y aplicados al trabajo con personas con plena visión? ¿Qué cosas las personas con plena visión debieran aprender con quienes tienen discapacidad visual?
Todos los proyectos y trabajos desarrollados para las personas con discapacidad visual u otras discapacidades, llevan en su esencia el concepto de accesibilidad universal e inclusión sociocultural; así, contribuyen siempre a una mejora en la calidad de vida de las personas, además de humanizar a nuestra sociedad, para que podamos, cada vez más, respetar nuestras diversidades en búsqueda de una sociedad más justa para nosotros, en el presente y también para las futuras generaciones, en fin, por un mundo mejor para todos. Esto comienza en la conciencia y en la conquista diaria de cada uno de nosotros.
Quienes se interesen en obtener más informaciones sobre estos programas en Brasil pueden entrar al sitio web www.arteinclusao.com.br, la consultora en accesibilidad de Amanda Tojal, y conocer otros buenos ejemplos, inclusive publicaciones sobre el tema.
La experiencia chilena
Javiera Sarratea es Diseñadora Gráfica de la Universidad Católica de Valparaíso. Cuando tuvo que dar su proyecto de título, decidió hacer algo para personas con discapacidad visual, y así nació “Ver sin Mirar”. El proyecto presentado en la Universidad, luego pasó a las manos de Daniela Guesalaga, quien coordinó la implementación de la muestra permanente del Museo Marítimo Nacional durante el 2012. En julio de ese mismo año la institución fue habilitada para recibir personas con discapacidad visual. Son más de 20 dispositivos que se despliegan a lo largo de la muestra, utilizando mecanismos como Braille, reproducciones volumétricas de elementos e infografía adaptada en relieve.
Actualmente, se ha terminado el diseño del proyecto en el Museo Histórico Militar (Santiago), que considera la ampliación de sus mecanismos de accesibilidad, prevaleciendo el tacto de elementos y reproducciones textiles. Al igual que el primer proyecto, se recorre la totalidad de la muestra permanente, y se incluye la elaboración de material didáctico que complementa la visita con material auditivo y sensorial al tacto.
¿Qué te motivó a realizar el proyecto “Ver sin Mirar”?
Siempre me causó demasiado interés la forma en que los discapacitados visuales percibían las cosas. Cuando tenía que dar mi proyecto de título de diseño gráfico, encontré muy bueno hacer algo para personas con discapacidad visual, planteando el diseño desde otra perspectiva, donde todas las coordenadas (tipografía, colores, espacios, etc.) que uno suele fijarse al diseñar dan lo mismo. Y eso fue increíble, porque fue ahí cuando me di cuenta de que el diseño no se trataba solamente de hacer cosas bonitas, sino que de simplificarlas.
En tu opinión, ¿cuál es la primera cosa a considerar cuando se trabaja la mediación cultural con personas con discapacidad visual?
Lo primero es la observación. Ver cómo se desenvuelven en la ciudad, cómo leen, cómo comen, etc. (dependiendo de lo que se vaya a diseñar). Por ejemplo, el primer trabajo que hice con ellos fue una edición que se desplegaba en forma de acordeón vertical. Nadie lo entendió, porque yo no había hecho la primera parte, que era observar su forma de lectura. No entendieron que fuera en formato de acordeón y no en páginas por separado, tampoco que se leyera de forma vertical, no sabían dónde ubicar los dedos, etc. Después de eso, me quedó claro para los siguientes trabajos (y no sólo para las personas con discapacidad visual) que lo primero es la observación.
Técnicamente, ¿cómo se trabajan los colores para que el público con discapacidad visual pueda disfrutar de la obra de arte?
Hace un par de años, salió un nuevo sistema (sistema Constanz), que ya están implementando en colegios para discapacitados visuales acá en Chile, y que se basa en designarle a cada color una textura (ondas, puntos, etc.), y así pueden percibir de qué color se está hablando. Sobre el arte, estuve en contacto con gente de distintos museos del mundo, y me explicaban la forma que ellos tenían para representar sus obras a discapacitados visuales. El que más me gusto fue el del Tate, que era totalmente interpretativo; por ejemplo, la clásica obra de Magritte del sombrero con la manzana, la recreaban. O las de Warhol, las replicaban con relieves y texturas. Pollock, lo mismo. Para Mark Rothko, que son más difíciles de entender, usaban terciopelo y esponjas para tratar de recrear texturas y trazos. Tenían también un acuerdo con el departamento de conservación del museo para tocar algunas esculturas, como por ejemplo las de Rodin.
¿Cuáles fueron las principales dificultades y desafíos para llevar a cabo este proyecto?
La principal dificultad fue la parte estratégica. Yo hice esto para el título, pero sentía que daba para más, fue ahí cuando lo tomó Daniela Guesalaga y puso todo su tiempo y ganas en concretarlo y en transformarlo en lo que es ahora. A mí me gusta más la parte de diseñar y crear cosas, así que, sin ella, el proyecto nunca hubiese llegado a ganar un Fondart ni nada de lo que es ahora. Por otro lado, me acuerdo que me costó 3 meses convencer a la profesora guía del proyecto. Nadie entendía por qué estaba haciendo esas cosas que se alejaban tanto de las ediciones o sitios que suelen hacer para los proyectos de título.
(Este artículo –y mucho más– fue publicado en la Edición Especial Aniversario Zancada #8: A Color, que puedes ver aquí o en este link).
Que fantástico!!! felicidades por esta iniciativa. Si para nosotros es maravilloso sentir las cosas, tocarlas, palpar… imaginense como es para alguien que no puede verlas!!!!. Ojalá sea replicable a todos los museos del país. Sin duda es un gran paso para la inclusión! 🙂