Por Jocelyn Jara
Me bajo en el metro Salvador escuchando “Michael” de Franz Ferdinand rumbo a mi entrevista con Alberto Fuguet, y me imagino a Tomás o a Clemente escuchando ese tema durante una caminata como esta, en su personal estéreo. Pero, ¿quiénes son Tomás y Clemente? Bueno, son Ciertos chicos que hicieron de mis noches de lectura algo más interesante de lo normal, los entrañables protagonistas creados por Alberto Fuguet para su más reciente novela.
Nos juntamos en la plaza Bernarda Morín (entre Condell y Salvador) que también aparece en el libro. Llego unos 10 minutos antes, pero veo al escritor ya sentado esperándome. Parece que tuviera mucho menos de 60 años, supongo que escribir de lo que le gusta lo rejuvenece.
Echo a andar la grabadora del celular, mientras se siente un fuerte viento que ayuda a aliviar un poco el calor de finales de octubre.
-Yo quiero escucharte más a ti que a mí. Siento que ya estoy medio oxidado, como que ya terminé.
Bueno, primero que nada, me interesa saber cómo ha sido la recepción de Ciertos chicos, tanto en Chile como en Latinoamérica, porque vi que anduvo de gira.
-Sí, sí, anduve de gira. Bueno, yo siento que es como un regreso, ¿verdad? Si bien no es cierto, es un cambio editorial, es una novela en ocho años, que yo creo que fue demasiado, estoy como arrepentido, pero dicho eso, uno no piensa las cosas así. Obviamente voy a tratar de que no pase tanto tiempo entre novelas. Es verdad que saqué otros libros, pero me doy cuenta que las novelas son muy distintas, incluso cómo son tomadas en cuenta por el público, por los libreros, por la prensa. Saqué un libro sobre el estallido que siento que nadie ha leído. También saqué un libro de cine, VHS, pero claro, una novela pareciera que llama más la atención. A mí me gustaría más que me tomaran en cuenta los libros que no son novelas.
¿Cree que ha llegado a un público nuevo?
Yo creo que ha llegado a un público nuevo y también a un público anterior. Creo que todavía es muy pronto, no siento que es el momento de hablar en pasado, el libro todavía es de este año. Estoy muy contento, muy contento. Claramente me gusta. Estoy muy contento con la recepción. Y me alegro que no sea polémico. Antes, algunos consideraban mis libros polémicos, este al parecer no lo ven así o no lo han leído bien.
Y en ese sentido, el libro es súper retro por el tema de los ochenta, pero también saca guiños de ahora: el tema del ghosting y todas estas cosas. Entonces me imagino que ha llegado tanto a gente que era joven en los ochenta, y a la que es joven ahora, y quienes obviamente pertenecen a la comunidad LGBT. ¿Se le han acercado chicos de la edad mía, por ejemplo, a hablarle del libro?
-Sí, absolutamente. Yo creo que probablemente se está leyendo más entre gente joven. Me gustaría más que se leyera entre gente mayor. Siento que se ha leído menos por gente que vivió en los ochenta. También ha cambiado el público. Mi impresión es que es un libro, que no es para nada de nicho, o sea, lo han leído mucho más mujeres, no es un libro LGBT para nada. Y obviamente lo es… Mi impresión es que, curiosamente, ya esos temas no son tema, entonces la gente puede leerlos como…
Amor es amor.
-Claro, love is love, cada uno ve lo que quiere ver, o cada uno se identifica con el personaje que quiere.
Es como queer en ese sentido, ¿no?
-Ultra queer porque, más que nada, es raro y es la mirada la que importa. Es una mirada queer a un país y a un período retorcido. Cada vez estoy aprendiendo más con los teóricos, que queer, es raro, es distinto. De ahí viene la palabra raro. Y yo siento que en ese sentido el libro es queer y obviamente también es gay, pero en un mundo en que no existía todavía lo gay, ¿no? Pero sí, claramente: queer todo el rato, aunque no por eso no tierno. Se puede ser ambas cosas al mismo tiempo.
Es como un amor universal, en realidad.
-Sí, mi impresión es que cada uno vea o decida lo que es. Pero sí es verdad que no es realmente una historia de un pololeo, no es una historia de amor típica. No porque sean dos chicos, sino porque no es historia de un romance o una relación, sino de un crush. Y los crushes, la previa, es la etapa más romántica y adrenalínica. Creo que es la historia de dos chicos que se enfrentan a la ciudad, al mundo. Yo creo que, en ese sentido, más que boy meets boy, es boy meets boys, boy meets world. Es: chico conoce mundo. O dos chicos conocen el mundo. O uno de ellos, Clemente, reconecta con el mundo y Tomás sí que conoce el mundo y todo lo que sucede en ese mundo que le tocó y desea devorar. A mí me encanta ese género. Es verdad que eventualmente se van a conocer ellos, pero creo que lo más importante es cómo cada uno de ellos enfrenta al mundo. Entonces sí, el libro ha sido leído más por gente joven. Eso está loco, que yo creo que es la gente que más lee ahora, por lo demás. En ese sentido, no es tan loco. Y no es tan loco que lo lean mujeres, porque las mujeres ahora son las que más leen.
¿Y esto tendrá que ver también con esta especie de retromanía que se da a cada cierto tiempo con los ochenta, con los noventa y todo eso?
-Sí, puede ser, pero curiosamente, yo siento que el libro es sobre el ahora. No es spoiler, pero en algún momento se pega un pique hacia el futuro, y el futuro es nuestros días. Claramente es un libro que está escrito desde el hoy mirando para atrás. Pero yo te podría argumentar que quizás, ahora están más pop los noventas que los ochentas. Pero me da la impresión que el libro no es leído solo porque ocurre en los ochenta. Pienso yo. A mí me gustaría pensar que es por los personajes. O sea, me gustaría pensar que, si este libro estuviera ambientado en los 90 o en los 2000, hubiera pasado lo mismo. Lo que sí, yo más o menos sé lo que es el libro. Y en ese sentido me parece que es un libro distinto a otros.
¿Le parece más tierno?
-Creo que está escrito con el corazón, está escrito de una manera tierna, está escrito no pensando que, si se van a reír. Que se rían. Pues bueno, ya que tú eres la autora de Faith No More y Chile, yo una vez en una entrevista le pregunté a Mike Patton cómo sabía si algo era bueno. O si la canción estaba lista. Y me dijo, “bueno, muy fácil: que me dé vergüenza mostrarlo”. Entonces eso significa que en el fondo, es tan personal que te da un poco de vergüenza o pudor o vergüenza ajena mostrarlo. El libro está hecho a corazón palpitante. Tanto así que probablemente ya se me ha olvidado, como defensa. Pero el libro es extremadamente personal. O sea, no me voy a poner a llorar frente a ti porque ya estoy más cicatrizado y no corresponde. Pero mientras lo escribía, yo sabía con qué fuego me estaba asando, por así decirlo. En el sentido, es un libro escrito como diciendo: “si alguien va a querer reírse de mí y mal, este es el libro para ellos”.
Me parece que los capítulos son como canciones…
-Gracias. Son como canciones de amor. Y amor no solo a chicos, sino a cuerpos, a ropa, a música, al pop, a cierto tipo de películas, a cierto tipo de Santiago, a una cierta época. Y a ser joven. Yo creo que el libro es sobre ser joven. Cualquiera que ha sido joven, aunque tú lo fuiste hace 15 años atrás o 10. Obviamente tú te saltaste todos los 80 y los 90, pero también debería engancharte, ojalá.
O sea, esa es la única condición que yo exijo, que tú hayas tenido un corazón y te haya palpitado. No me importa mucho cuándo te palpitó, si fue en los 2000, 2010. O sea, no te estoy exigiendo que tú seas amiga mía, y que hayas vivido en los 80 para que enganches.
Se nota esa intensidad que hay en el libro realmente, porque siento que varios pasajes romantizan, por ejemplo, una caminata a Franklin o a la Casa Constitución 80, narrado muy específicamente: “Yo voy escuchando esta música en mi personal estéreo…”.
-Sí, traté de escribirlo como si fuera joven, traté de escribirlo como si estuviera enamorado, como si fuera romántico, como diciendo: “Hoy es verano y voy a comer una sandía”. Es como tratar de que todo sea intenso. Casi como si siempre estuvieran todos fumando marihuana. Eso, como que el corazón te palpita.
Que todo es muy al límite.
-Aunque sea ir a la Casa de la Constitución, que en realidad no tiene ninguna importancia. Y sí, sí, sí. Creo que Tomás es más eso y Clemente es neurótico al revés, como “nunca voy a salir de mi casa y el mundo me odia”. Bueno, y aquí estamos hablando de donde termina el libro y a una cuadra de donde vive supuestamente Clemente, que es un barrio que curiosamente nadie conoce, ¿y tú tampoco lo conocías? ¿no?
Tampoco.
-¿Qué te parece en un principio?
Súper bonito.
-Y súper central, ¿o no?
Sí, me pareció súper interesante ver la plaza.
-Estamos a dos cuadras del mayor tráfico de micros posible en Santiago. O sea, hace cinco años estaba ardiendo Plaza Italia y aquí uno podría haber estado tomando once. Es como un secreto, algo escondido, donde dos chicos ocultos pueden conectar sin que nadie los vea. Algo así.
Se van poniendo borrosos los límites entre la ficción y la realidad acá, me imagino. Yo reconozco algunas cosas como, por ejemplo, su paso por la Universidad de Chile, que fue súper traumático, según lo que sé, por este tema de que estaba –y sigue– ideologizada, pero ahora es mucho más amable estar ahí.
-Parece que sí. Me tocó ir antes de sacar el libro. Me acuerdo que fui a una charla. Hacía mucho calor y estaba muy asustado. Yo pensé que me iba a enfrentar exactamente con la misma gente de esa época, cosa que después me pareció ridícula, porque obviamente ahora tienen 50 y tantos. Y claro, no sé qué estaba pensando. O sea, cómo funciona un trauma, ¿no? No había nadie, obviamente no había nadie, nadie, nadie.
Compañeros que ahora fueran profesores, ¿no?
-Compañeros ni profesores ni nada. Ni siquiera eso. Y era pura gente de pelo azul, con poleras como de Mr. Bungle, o de, no sé, Volver al futuro. Había chicos gays, había gente punky. Y casi era como que ser lana o ser del PC era una opción tan válida, era un disfraz tan válido como nosotros. No sé cómo decirlo. O era una performance, ¿no? Es como, “ah, mira, este es jota, este es punky”, ¿sabes? En cambio, antes esa era la única estética imperante y el raro era Clemente. Pero sí, el libro está hecho de alguna manera, con una especie de venganza y de mala leche, en el sentido que yo sé que tú no eres así. Yo antes no sabía que te ibas a leer el libro. Lo único que yo sabía es que a lo mejor era posible que un chico de hoy de pelo azul pudiera leerlo.
O una chica de pelo rosa..
Claro. Exacto. Los de la Escuela de Periodismo o la gente pro de esa época consideraba que alguien con pelo azul era una traición a la patria, y era considerado contrarrevolucionario y era alguien de temer. Porque hoy la gente con el pelo azul o rojo, del color que sea, sabe que eso a lo más, también es una cosa estética. Y hoy lo estético también es una forma de identidad. Que no tiene nada de malo que tú tengas el pelo azul, fucsia, blanco. Pero antes la gente sentía que era un insulto a la patria y un insulto al progresismo, y básicamente eran un poco menos que un agente contrarrevolucionario o de la CIA. Pero yo sí sé que hoy tener pelo azul, escuchar música, la que tú quieras, escuchar pop, por usar una metáfora, no tiene nada de malo. Al revés, no solo no es nada de malo, es como una norma. Y eso terminó triunfando. Entonces claro, el libro está hecho con la claridad que Clemente y Tomás estaban en lo correcto. Los equivocados son los otros, la mayoría de esa época. Ahora, cuando me tocó vivir ese mundo, yo pensaba que a lo mejor yo estaba equivocado o al menos que estaba muy solo. Y yo nunca imaginé que el mundo iba a cambiar así. Ni el mundo ni Chile. Y yo pensaba que a lo mejor el mundo podía cambiar, pero que Chile jamás. Por así decirlo, que en Chile nunca iba a haber gente con el pelo azul en Juan Gómez Millas, digamos.
Y antes estaba la escuela en otro lado, ¿cierto?
-Sí, estaba aquí también, no muy lejos. Estaba en Vicuña Mackenna o al llegar a Rancagua. Que era un ex centro de tortura.
Clemente ahí era discriminado y me imagino que usted igual.
-O quizás no tanto. Recordemos que esto no es autobiografía y yo tengo cosas de los dos y los dos tienen cosas de otros. Y sí, es una novela. A mí me encanta que la gente crea y sienta…
Es como provocar igual, ¿no? No saber si es verdad o no.
-Sí, sí. Y también es parte del rol del escritor, creo yo. Uno quiere que la gente te crea. Mi impresión es que las historias o las canciones que funcionan, de alguna manera digan una verdad. O al menos que digan verdades que tú sientas que son verdades, que conecten con tus verdades. Más allá de que sean verdad mía o no, creo que es otro tema. Hay cosas de verdad, cosas que no, pero a mí lo que me importa es que tú me creas. Y para que tú me creas, no necesariamente es una cosa racional, sino que tú me creas a nivel emocional. En el fondo, que tú digas, ah, esto también me ha pasado a mí. Y eso es lo que a mí me interesa. Y eso es lo que me pasa a mí, por lo menos. Y eso es lo que yo quiero, lo que yo siento que es lo que debería ser un escritor, que es su pega. Tal como la pega de un bombero es apagar incendios, parece que la labor de un escritor es contar historias, pero sobre todo emocionar. Porque para contar historias todo el día, uno puede mirar Twitter.
A mí me pasó que terminé súper pegada con los personajes, con la historia misma. Lloré en varias partes. Hay una escena –porque me parece que el libro es súper cinematográfico–, que me recordó al hecho traumático que pasó hace unos años con Daniel Zamudio. No sé si hay un guiño ahí, o en general a los ataques homofóbicos.
-Ah, no lo había pensado. No sé si guiño es la palabra, pero yo estaba pensando en la idea de la gente que se cree buena onda, y que también puede ser mala onda. La gente que cree que tiene la razón y después puede estar quemando gente. También quería jugar con la idea del fuego, porque, uno de los temas que está rondando en el libro –que no aparece aunque hay una mención chica–, es que unos meses después de que termine el libro, van a quemar a Rodrigo Rojas Denegri, un chico norteamericano, que también es como un “chileno-extranjero”, que viene a Chile a tomar fotos y lo queman. Entonces, esa es una especie de resonancia.
Los progres no eran tan progres en realidad. Estaban discriminando a alguien por venir de otro país, o por ser homosexual, no sé.
-Aunque yo creo que a Clemente más lo odian por ser new wave, porque Clemente ve lo que otros no ven. Como que a Clemente no le cuentan cuentos. Yo creo que Clemente es más como tú, en ese sentido. Como que ve las cosas de otra manera. Creo que Clemente tiene mucho más de Patton. La gracia verdadera es que no es que sean tan interesantes, es que ven cosas que los otros no ven.
Me impresionó que parte de la crítica, y también algunos lectores quizás, le exijan al libro cosas que no ha ofrecido. Por ejemplo, el tema de que estuviera tan presente lo de la dictadura, lo de la represión. A mí me parece que exigirle a un autor que escriba lo que ellos quieran, es raro.
-La gente cree que el arte es ideológico. Dicho eso, a mí me parece que el libro es súper sobre la dictadura. Y la palabra represión es justamente llevarnos a la represión. Es verdad que hubo represión política, que hubo represión militar, que hubo violencia sistémica, pero la represión de los afectos, la represión de la sexualidad, la represión estética, incluso que uno no pudiera usar ciertos colores o cierta moda, también es una forma de represión. O sea, tanto Clemente como Tomás son gente que se siente reprimida. Reprimida no solo por los milicos, sino también por el país, por la sociedad. Yo creo que la gente no nace reprimida. La gente empieza a reprimirse porque “esto no se puede hacer”, “no se toque en ciertas partes”, “esto no se puede”. Entonces, la familia es la que reprime también. Y la familia es parte de las sociedades mayores.
A mí me parece que es muy fácil creer que los únicos malos son los militares. También son malos la familia, los parientes, los compañeros de curso, las tías. Lo que provoca el famoso “que dirán”.
A lo mejor está la idea todavía de que la novela tiene que hacerse cargo de todo. Yo creo que sí, ha sido una sobre-ideologización. O sea, que hay muchos libros que cuentan muy poco, pero sí quieren comentar muchos temas. Esto es un tema sobre Chile, sobre la desigualdad, sobre el feminismo. Perfecto, pero cuéntame una historia también. Dame unos personajes. Si tú me vas a hablar de género en una novela, que la novela supere a Judith Butler, y que además sea emocionante y entretenida. Y en ese sentido, yo nunca he hecho ese juego. A mí no me importa mucho lo que esté de moda, yo no escribo para seducir a críticos, ni menos a la academia.
Bueno, en el libro está muy presente la música, tanto diegética como extradiegética. ¿Cómo se armó esta playlist del libro?
-Si yo empiezo a imaginarme gente joven en los ochenta, al tiro empiezo a imaginar la música de esa época: cuáles eran los grupos más entretenidos, o qué grupos me gustaban a mí, qué música había escuchado yo. Y si, además, si yo tengo a jóvenes, tengo bailes, tengo fiestas, tengo películas con soundtracks, tengo una disquería, tengo una radio, obviamente que la música tiene que ser parte. Y efectivamente, yo recuerdo la época de la dictadura, con música. Cuando Clemente hacía tal cosa, o Tomás hacía tal cosa, yo no sabía qué canción estaba sonando. Entonces, cuando Tomás iba a una fiesta o Clemente, yo menos sabía lo que iba a estar sonando. Y también quería que sonara música chilena, a mí me encanta el grupo Nadie, y me encanta esa canción, “Ausencias”, que la usé.
A mí lo que me gusta, es que estas canciones van más allá de lo mainstream, porque pudo haber estado A-HA o Madonna. Me gusta que cada una de las canciones está seleccionada de tal manera que marca a los personajes.
Claramente hay canciones importantes. La primera, la que me regaló Cristian (Opazo, autor de Rímel y Gel, editado por Metales Pesados), es “When You Look At Boys”, una canción que yo no conocía y mi impresión, por lo que googleé y por lo que averigüé, es que nadie la conocía. Ni siquiera en Inglaterra. Entonces, si bien el grupo existe y la canción existe, yo diría que realmente demostré que Clemente era un ultra snob. Hoy lo snob ya se acabó un poco porque hoy todo el mundo puede ser fanático de grupos coreanos, o fanáticos de finlandeses, que no es tan difícil encontrar.
Pero, por otro lado, yo sabía que “I Melt With You”, por ejemplo, debía sonar cuando se encuentran. A veces uno se demora mucho en escribir y a veces uno escribe en un segundo.
De repente suena “I Melt With You” y a Clemente se le llenan los ojos de lágrimas. Ahí es cuando uno siente que ya lo había escrito, o yo ya lo había vivido, cuando es mentira, yo nunca viví eso. Yo creo que ahí es cuando realmente resulta la literatura: yo no lo viví, pero yo lo escribí como si lo hubiera vivido. Bueno, es que ahí es donde funciona el arte, ahí es donde funciona la literatura, que es inventar, pero inventar de una manera que uno mismo crea que es verdad.
¿Esto se podría llevar en algún momento al cine?
-Sí, feliz. Una serie. A mí nunca me han adaptado mucho, la verdad, pero si alguien lee esto y quiere adaptarme, que me busque. Yo no sé si voy a seguir haciendo cine, porque es caro, es difícil, ocupa mucho tiempo. Y yo ya quiero dedicarme más a escribir. Es que se te va mucha energía. Y hoy me parece que el cine, al menos el cine que yo hice, es poco taquillero. Es decir, es poco pop. A no ser que uno realmente haga algo para Netflix, que yo no creo que nunca lo haga. Pero sí, creo que es visual.
¿Y le gustaría algún actor en particular para interpretar a cada uno de los personajes?
-Sería cool que lo hiciera una mujer, como directora. Me parece que es una sensibilidad femenina. Pero sí, actores chilenos, no sé. Yo creo que ojalá fuera la gente nueva. Gente que no nos conozcamos sus nombres, pero que tú digas, ¡wow! Está muy bien elegido. Pero sí, obviamente. Pero eso ocurre con todas las películas, con todos los libros. Obviamente me encantaría meter la cuchara. Pero me parece que yo ya lo hice, entonces, es como volver a veranear siempre al mismo lugar.
Obviamente lo que sí sé es que hoy la literatura es un poco audiovisual. Antiguamente un libro no tenía que ser adaptado para funcionar. Y yo creo que Ciertos chicos es súper adaptable. Pero por otro lado, también no está fácil, creo yo. ¿Qué vas a realmente filmar? ¿Cómo vas a contar el mundo interior? Porque tú me hablas de esa caminata por Santiago, ¿la cortamos o es un capítulo entero llamado caminata? Si yo tuviera que opinar en una productora, diría, hagamos esa caminata y que eso sea la canción entera.
O sin duda las escenas que aparecen los chicos en el metro, en la portada del libro, tendrían que ocurrir. Claro, porque el libro en ese sentido tiene algo medio freak, que es que el libro no avanza mucho. El libro va para el lado, para arriba, para abajo, como que se demora.
Eso también resuena en los propios personajes. Por ejemplo, Tomás se queda muy pegado con Clemente. A mí me gusta eso del libro que, es cierto, se demora mucho en que ellos se junten, y uno todo el tiempo está esperando ese momento. Pero yo creo que eso genera más tensión tanto sentimental como sexual entre los personajes.
-Gracias, gracias. Yo quería ver si el público, o los lectores, querían que se juntaran. Porque a medida que tú más los conoces, son compatibles, son el uno para el otro. Y ahí viene también la cosa de lo actual. Mira, esto no es Tinder. Yo no voy a hacer un asesinato de inmediato, ¿no? En el sentido que es simplemente usar material que se ha usado siempre en las novelas. Las novelas antiguamente, del siglo XIX, XX, se daban su tiempo. No había que llegar a la meta. Por eso el libro es gordo. Está escrito en capítulos, se va por la tangente. Todos esos capítulos podrían no estar. O sea, yo podría escribir un cuento de cómo dos chicos se conocen en una plaza, pero no es eso. La novela es un artefacto que te permite hacer cosas como esas.
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El narrador pareciera ser omnisciente, después pareciera ser protagonista, testigo, no sé. Al final, ¿quién es el narrador?
-Yo te diría que el narrador es protagonista del libro. El libro parece simple, pero yo creo que es más complejo. Es un libro político, un libro sobre la memoria, un libro sobre el pasado, sobre construir una época. Es engañoso porque pareciera que fuera un narrador omnisciente, tercera persona, neutro, como alguien que trabaja para la editorial.
Pero sí, yo creo que parte del libro es eso, ¿quién narra?, ¿y por qué sabe tanto?, ¿y qué sabe?, y a veces se le va, y a veces se equivoca, pero como que a veces mete la pata y uno dice ¿desde dónde está escribiendo? Yo creo que es un libro que, si se lee por segunda vez, se va a entender mucho más. Pero básicamente, sí, es un libro de alguien que se está acercando a los 60, como del 2022, en una época en que un chico barbudo, gordo, joven, asume la presidencia en Chile, y termina recordando 40 años para atrás. Y escribe esa novela. Y es verdad lo que tú dices, que escribe una novela que alguna vez un chico engrupido escribió. Y probablemente la novela que se perdió, que nunca nadie ha leído, era más engrupida, a lo mejor tenía algo de corazón, pero quizás era mucho. Pero nunca nadie ha leído esa novela. Y está claro que Clemente nunca la leyó. Yo creo que le impactó saber que alguien escribió esa novela. O sea, que este affaire que él tuvo, un affaire entre comillas, que narra la novela que no leímos, es algo que ocurrió entre mayo y diciembre, que es cuando se conocen ahí. Pero todo eso no aparece.
Lo que sí te voy a decir es que creo que es importante darse cuenta que Tomás realmente no existe en el libro, o sea, que está, en el sentido que Tomás está escrito por Clemente. Todo lo que es tercera persona, todo eso son inventos de Clemente. Hay un narrador, tercera persona, y tú le crees. ¿Cierto? Tomás está desnudo fumando marihuana y tú dices, esto es verdad. Y si tú lees bien el libro después, ¿quién está realmente viendo eso? Porque, ¿Clemente estuvo en esa pieza? ¿Me explico? El libro es más complejo de lo que se cree. Creo que es una apuesta literaria. Pero en el fondo, ¿quién está realmente recordando? ¿Recordando qué? ¿Recordando una fantasía? ¿Recordando cosas? Ahora, yo creo que toda persona que está embalada con alguien se imagina qué hacen esas personas a esta hora del día. ¿Qué estás haciendo ahora en tu casa? ¿Estás viendo tele? Seguro que se va imaginando cosas, ¿no? Podríamos imaginarnos que Clemente algo sintió por Tomás, porque por algo fue capaz de escribir una novela gorda donde él aparece en la mitad del libro.
Yo quería que fuera un libro trágico, me parece que los libros trágicos son los que funcionan. Las historias de amor que valen la pena contarse son trágicas. Y Tomás empieza a triunfar, pero también va entrando en una espiral. Entonces Clemente es mucho más receloso, ¿no? Y sí pues, al final se va.
Creo que es un libro que calza mucho con mis otras obras, está entre Mala Onda y Por Favor, Rebobinar.
Lo interesante es que ahí está presente el multiverso Fuguet, porque aparece Matías Vicuña de Mala onda.
-Yo creo que sí, me da un poco de vergüenza, no creo que sea Marvel, pero sí hay un multiverso.
A mí me gusta que aparezcan personajes de otros libros porque es lo lógico. Están viviendo en una época, y son contemporáneos.
-Hay gente que quiere inventar un pueblo, una ciudad, un país, como Macondo. A mí me parece que es más divertido usar el país que ya existe e inventar una disquería, un restaurante, una discoteca, lo que sea. Y el resto es inventar personajes que sigan en este territorio real.
Un capítulo fuerte es Casting. El que inicia la parte 2 o Lado B…
-Clemente va a un casting para hacer una película. Casting es para mí un capítulo que muestra que también los chicos pueden ser vulnerables, y sobre qué significa consentimiento, un tema que hoy lo estamos viendo acá en las noticias del día, y que también puede ser algo masculino.
Me acuerdo de un personaje que era amigo de la infancia de Tomás, y que va al cumpleaños de él y le da un poquito de envidia que fuera muy aceptado por toda su familia.
-Claro, y él tenía mucha aceptación, porque es el tipo de chico que nunca salió del clóset porque nunca estuvo, que es como el gordito gay. Es un estereotipo, pero también tiene un grado de libertad que nunca estuvo porque, aunque él hubiera intentado estar en el clóset, nadie le hubiera creído.
¿Por qué escribes?
-Lo que uno quiere es contar historias que no se han contado y también contar historias que son relativamente cercanas, y no solo contar cosas raras. Ojalá que el libro termine haciendo que te puedas identificar. Creo que es muy difícil hacer un libro que funcione, en que el lector se enganche. Hace calor. ¿Quieres un helado?
Ciertos chicos, editado por editorial Planeta, está disponible en todas las librerías del país.