Crónicas del desamor

“Crónicas del desamor”, de Elena Ferrante: Para mujeres que se hacen las muertas y todas las demás

Crónicas del desamor
por Ximena Torres Cautivo

Mucho más machista que el penoso chiste-no-chiste de Sebastián Piñera sobre las mujeres que se hacen las muertas y los hombres que se hacen los vivos, es que alguien haya pensado que el seudónimo Elena Ferrante escondía a un hombre.

Basta con leer la tetralogía “Dos amigas” para entender que sólo una mujer puede escribir como ella. Hay un machismo demoledor en pensar que esa sensibilidad, esa profundidad, ese talento literario de dimensiones superiores, no puede pertenecer a una autora.

Cuando leí sobre esa teoría me piqué en mala. Sí, porque en cuestión de un par de años me he hecho fan de la misteriosa escritora italiana cuya identidad sigue siendo un enigma, pero todo lo que le leo, ambientado en Nápoles, desde los años 50 al presente, tiene resonancias tan familiares, tan de un país pobre que crece como desatentado, que me hermana con ella.

Cuando leí, en la medida que se iban publicando en español las cuatro novelas que conforman “Dos amigas”, pensé que nadie hasta ahora había descrito mejor la amistad entre mujeres que Elena Ferrante. Y lo sigo pensando, aunque del primer tomo, “La Amiga Estupenda”, al cuarto, “La Niña Perdida”, el énfasis narrativo ya no esté exclusivamente en la relación entre las dos amigas. La propia autora en esas raras entrevistas que concede vía mail, dijo al respecto: “La amistad masculina cuenta con una larga tradición literaria y un código de comportamiento muy elaborado. En cambio, la amistad femenina cuenta con un mapa de tanteo que no ha comenzado a definirse hasta hace poco. Existe el riesgo de que el atajo del lugar común se imponga al esfuerzo de otros trayectos más arduos”. Sin duda, esto último no es su caso.

Además de escribir sobre la amistad femenina, La Ferrante habla de mujeres como las abuelas, las tías, las mamás de una y de una misma. Generaciones de mujeres comunes y corrientes que han transitado de la casa a la libertad y a las nuevas opresiones que da el trabajo remunerado y que se suman a las ya existentes. Hay mujeres oprimidas por maridos que las violentan cotidianamente. Que las golpean, las insultan, las violan como si hacerlo fuera parte de la definición de su cargo. Son mujeres abusadas en las calles por los agarrones en el transporte público, por los piropos groseros, por el vocabulario soez.

Me fascina eso del italiano educado, tan distinto del italiano del dialecto, cuyo uso Ferrante vincula con lo más bajo, lo más violento, lo más abusivo, y que en Chile también existe, porque acá las clase sociales poseen su propio lenguaje, aunque no sea un dialecto propiamente tal. En las historias de Ferrante, las mujeres -incluso las educadas, como Lena, la protagonista de “Dos amigas”-, despotrican en dialecto cuando se ven superadas, cuando quieren echarlo todo afuera.

Ahora Lumen publica en castellano “Crónicas del desamor”, libro que reúne los tres primeros libros de Ferrante, anteriores a “Dos amigas”.

El primero, publicado en 1992, se llama “El amor molesto”. Trata de Delia, una caricaturista que vive en Roma, cuya madre, de 63 años, ha aparecido muerta flotando en una playa del sur de Italia, vestida solo con un flamante y elegante corpiño de encaje. La prenda es absolutamente inusual en una mujer modesta, separada, costurera de oficio, sin pareja conocida. Todo resulta profundamente misterioso y perturbador, y las averiguaciones de Delia, con racontos a su infancia, a la penosa relación de sus padres, va revelando a Amalia, la madre, y también a la hija. Todo el relato se recibe como a través de un velo, que lo vuelve medio onírico, como suelen ser las historias familiares desde la perspectiva de los más jóvenes. Hay crueldad en las descripciones, ningún adorno para lo triste, lo miserable, lo perturbador, presente en lo cotidiano.

Después viene “Los días del abandono”, que Ferrante publicó 11 años después de “El amor molesto” y culmina con “La hija oscura”. Las tres novelas cortas suman 531 páginas, donde quien quiera encontrar romanticismo se sentirá profundamente decepcionado. Lo de Ferrante es antirromanticismo en estado puro. Y es literatura femenina revolucionaria.

«Ferrante nos muestra nuevos modelos de representación de la figura femenina en la novela», escribe su traductor Edgardo Brody, quien prologa esta edición en español. Y como analiza el ensayista Martín Schifino en revistadelibros.com: “Su literatura se mete de lleno en lo físico, apropiándose de la representación no sólo de la figura, sino fundamentalmente del cuerpo femenino. Para comprobarlo, basta comparar Los días del abandono con una novela sobre el mismo tema: La mujer rota, de Simone de Beauvoir. En de Beauvoir, el sufrimiento se limita a la esfera decorosa de lo sicológico. Ferrante, en cambio, describe cómo su personaje abandona su apariencia, descuida su higiene o deambula por la casa hecha una zombi. La prosa no se arredra siquiera ante sus efluvios corporales. Olga sangra; Olga va al baño”.

Y es capaz de comparar en una escena sexual, la lengua de su pareja, con una que vio una vez en la carnicería.

Brutal, Ferrante. Imprescindible lectura para todas las mujeres, incluidas las que se hacen las muertas en el tan desatinado decir del ex presidente Piñera.

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