por Ximena Torres Cautivo
Sabido es que somos las mujeres quienes sostenemos el mundo de la ficción literaria. Somos nosotras las grandes compradoras y consumidoras de novelas. Esa es hoy una verdad revelada. Los autores -hombres y mujeres- nos deben su puchero.
Más llamativo y menos comentado, en cambio, es lo fanáticas que somos de un género que la mayoría supondría de gusto masculino. Hablo de la novela negra, esa que trata de crímenes y se vale del suspenso, la intriga, las pistas falsas, para llegar a un único culpable. Quizás nos tranquiliza el que la maldad no sea como la peste y se focalice en sicópatas, asesinos seriales, locos que que se salen de la norma básica de la convivencia, que sería no matar.
Pierre Lemaitre, sicólogo de formación, francés de nacimiento, con 66 años, pálido y menudo, dueño de un look a lo Gasparín, se mueve en las aguas del relato policial desde 2006, cuando dejó de trabajar como bibliotecario y profesor de literatura y se lanzó a escribir tardíamente. Lo tarde que partió se vio recompensado con creces. Ha ganado los premios más importantes de su país -el Goncourt 2013, por ejemplo- y ha vendido millones de libros en su país y en el mundo.
En mayo pasado estuvo en Chile. Vino a presentar “Tres días, una vida”, una novela breve, que derriba la teoría de que sólo los sicópatas matan. Y que, por eso mismo, resulta mucho más perturbadora que las que integran su famosa tetralogía policial liderada por el comandante Camille Verhoeven.
Ese comandante pequeño e inteligente, con su equipo descrito de forma tan graciosa, es el favorito de varias amigas lectoras. Somos unas cinco los que hemos descubierto y leído “Irène”, “Alex”, “Rosy y John” y “Camille”, donde Lemaitre construye crímenes fascinantemente horribles.
Dado ese antecedente es que “Tres días y una vida” nos ha sorprendido y hecho reflexionar tanto.
¿Puede un niño de 12 años, en un arranque de ira, segar la vida de otro más pequeño, convertiéndose en un asesino? Porque así parte la historia, que tiene como protagonista al conmovedor niño asesino, a Antonie Courtin, y como víctima, a Remi, un chico de 6 años. La tragedia se produce en 1999, se retoma en 2011 y culmina en 2015.
El relato lo lleva Antonie y está cruzado por la culpa, el ocultamiento, el terror de ser descubierto, la compleja relación con su madre, una mamá sola, y la prácticamente inexistente relación con su padre, que vive en la ciudad, muy lejos del pueblo donde crece y padece su hijo. Antonie es un buen hijo, un estudiante destacado y un adolescente tranquilo, pero mató. Es un asesino. Sólo él lo sabe.
“Tres días, una vida” es muy diferente de lo que nos ha hecho admirar hasta ahora a Lemaitre, pero es tan simple y profunda, tan sencilla y compleja, que es imposible no pesar cuán delicado es el momento en que puede sobrevenir la tragedia. En que basta un momento de descontrol, de ceder a la rabia, a la tentación, para que todo se desbarate. Son tres días los que marcan la vida de Antonie y terminan con la del pequeño Remi -en ese primer momento tremendo-.
Aunque Pierre Lemaitre haya declarado que no puede escribir una novela sentimental, “tengo algo más de pericia con los crímenes”, esta es una novela policial que además habla magistralmente de sentimientos puros y duros.
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Pero chiquilla D: por qué cuentas todo el libro ?? siempre me pasa eso cuando leo artículos sobre libros acá, podrían colocar algo más general
Ximena gracias por tus comentarios
He leído los mejores libros gracias a ti
Estoy terminando Alex y ya compre Rosa…..
Un abrazo