por González Rivera
La buena onda del destino, y el descuido de una mirada conjugaron en un momento fantástico, donde la mujer fantástica original, pasó por mi lado.
Hace poco leí un libro de Caitlin Moran que se llama: “Cómo ser mujer”. Sí, en tono pregunta. Algunas mujeres –hablo por mí- somos desconfiadas, estamos acostumbradas al empujón, la zancadilla y a diversas prácticas de lucha campal por el primer lugar aplicable a todo en nuestras vidas. Nos tocó tener que sobre exigirnos para destacar, para aparecer incluso en la eterna y gran fotografía de curso de varones que es este país. (el mundo, siendo franca).
Leí el libro de Moran porque también leí un libro de la grosa Arelis Uribe acerca de los ídolos literarios, Mi resultado al ejercicio fue muy símil al de Arelis: todos fueron hombres, y en mi caso, Pedro Lemebel fue lo más cercano a una pluma femenina. Triste yo, pero con ello se presentó la oportunidad de comenzar a adquirir y descubrir autoras.
En las hojas de Moran aprendí que las mujeres no nacen, se hacen. Se hacen al andar, apuradas en taco alto o derechamente corriendo en zapatillas. Lo sustancial de ser una de nosotras, es que caminamos siempre, caminamos harto, a veces la corremos, sobre todo de tarde/noche porque nos va mal -aún- como figura social.
Aunque tanta caminata ha dado algunos resultados (voto femenino, píldoras y métodos anticonceptivos, y mi favorito personal, que desde 1727, ya no se nos quema por brujas en las plazas públicas), seguimos desarrollándonos lento y no necesariamente seguras. Estamos entendiendo muy de a poco que no deberíamos darnos tantos codazos entre nosotras, o como dicen mi mejor amigo, lograr ser un real «grupo de curso».
Nosotras no nacemos, es la premisa, nos vamos haciendo en medida de los tiempos que acontecen y en rigor, de las fuerzas que nos van quedando tras cada caída, tras cada golpe a puño cerrado en calles oscuras o en el silencio brusco de una habitación cerrada por dentro.
Lo anterior, lo entrelazo con el hecho que acontece hace unos días, en el cual el maravilloso Barrio Lastarria hizo que la maravillosa Daniela Vega pasara por la misma vereda que yo iba pisando, pero en sentido opuesto.
Quizás nadie me creería que jamás, JAMÁS, vi un vestido verde tan bonito, un vestido verde que se movía elegante entallando a Daniela. Daniela que no camina, es dueña de una paso levitante que solo la deja rozar el suelo por donde se mueve.
Verla de cerca, caminado tan firme, tan brutalmente bonita, segura, completa y por sobre todo, tan o más femenina que yo misma, me hizo querer aplaudirla sólo por la gratitud de determinarse a ser una de nosotras y aportarle el garbo a este conjunto de unidades e individualismos que llamamos género femenino.
Mujeres como Daniela, que llenan el corazón de esta naturaleza tan curtida, de tan baja autoestima, tan insegura y asustada. Un género lleno de preguntas que muchas veces nos atemoriza sólo pensar en realizarlas, porque al segundo siguiente una es la loca, y la que «se da color». Entonces una es la que se calla y luego explota, y llora, y grita y dice todo lo que se guardó, pero malversado; ahí una es la loca, derechamente.
Nosotras, cabras, aunque nos arda, seguimos mirando de reojo cómo nos ven, como nos escuchan; tristemente, miramos, por lo general, a un público masculino a cambio de la miserable moneda de la validación. Reitero, se avanza con tanto esfuerzo cotidianamente, pero falta. Nos falta.
Cuesta ser mujer, a mí me cuesta. Hoy creo que menos que ayer, porque aprendí a preguntar, a preguntar harto, a darme CUALQUIER COLOR, y a perderle el miedo al ridículo. Aprendí a preguntar hasta lo vergonzoso, sobre todo lo vergonzoso porque ya lloré, grité y guardé mucho, y no. Ya no.
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Efectivamente, le day harto color y no entiendo por qué eso habría de vincularse con el orgullo de ser mujer. Parece que lo tuyo va más por una cosa que no discrimina por sexo, y que es un rasgo tan propio de nuestras generaciones: narcisismo.
Dato: estoy estudiando un postgrado en una de las mejores universidades del mundo, y adivina qué; la mayor parte del estudiantado son mujeres. Expresión propia del narcisimo; parece que tus apreciaciones sobre el “orgullo de ser mujer” están más en tu cabeza que en el mundo real.
TAN de acuerdo. Esto es muy sintoma de mujer privilegiada que no cacha que lo es.
Encuentro tan penoso que la mujer mas admirada del momento haya nacido varon… o sea hasta un hombre es una mujer mejor que una mujer…
Cómo? Quién?
Ah, no había cachado quien era daniela vega. Ahora entiendo el “tan o más femenina que yo”.
Y sí, yo igual pienso que hay harto de machismo en tratar taan como héroes a transexuales h–>m. En el fondo la gente lo sigue viendo como un hombre valiente para atreverse a vestirse de mujer, no como mujer.
Nos falta harto por avanzar, y acá en vez de apoyar y querernos entre todas, nos tiramos mierda.
Decir que es un hombre valiente vestido de mujer es no cachar nada de nada.
No dije que yo creyera eso, de hecho no tiré mierda a nadie. no entendiste mi post parece.
Ay que lata, me tienen chata con andar endiosando huevadas. Obvio ese hombre es valiente por mostrar su transgeneridad, pero obvio hay muchos mas hombres y mujeres valientes ahi afuera en el mundo. Este post lo encuentro un poco ridiculo, como darse color por ser mujer, sentirse orgullosa…. bueno toda la vida han existido mujeres que han hecho cosas fantasticas, no solo en esta epoca, en varias. Esta bueno que se bajen un rato de la nube y paren de darse tanto color. Repito, ya llega a dar pena como andan endiosando cualquier huevada.
Aparte, Daniela es hombre loco… por ultimo endiosate a una mujer.
O por ultimo endiosate a una mina que haya cambiado su genero a hombre?. En fin, el mundo sigue siendo de los hombres, de los hombres hetero, homosexuales y los hombre transgenero.
Soy una mujer de 29 años, clase media que vive en la periferia de Santiago, profesional y que ha tenido una historia familia dificil pero relaciones amorosas en general alegres. Me cuesta mucho subirme al carro de “me cuesta ser mujer”. A mí me gusta ser mujer y no me siento ni desprotegida, ni temerosa.
Últimamente está muy de moda que mujeres privilegiadas no sean concientes de que lo son y que sientan miedo y que todos les digan que ser mujer es dificil y peligroso. Creo que si se dijiera más que ser mujer es bacan y que tener miedo es injusto (yo encuentro super injustoel miedo, me niego a él), el movimiento feminista sería mucho mucho mejor.